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¡BAJAN! • MIGUEL ÁNGEL

Cuando uno llega a la mayoría de edad va perdiendo la costumbre de andar pidiendo permiso, pero quienes se dedican a la política difícilmente pueden dejar de hacerlo.

Ser el “mandamás” de la oficina, de la dependencia o de la institución puede crear el espejismo, entre los altos funcionarios, de que se mandan solos, hasta que salen al mundo real y se topan con pared.

Si, de acuerdo a la conseja popular, equivocarse es de sabios, en el mundo de la política irse de boca puede ser el detonante para el escarnio público y, rara vez, es muestra de sabiduría. Para eso existe el cabildeo, allegarse voluntades y las negociaciones abiertas, o en lo oscurito, a las que nos tienen tan acostumbrados los políticos mexicanos.

La semana pasada, el gobernador del estado dijo que, como en el futbol, él no se achicaba y que iría a buscar la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, que no tenía miedo de competir con Omar García Harfuch y Clara Brugada. “¡Qué me voy a achicar! ¡No me achicaba con los alemanes ni con los italianos, menos con los aspirantes!”, dijo hace poco más de una semana.

Un reportero le comentó que el exjefe de la policía capitalina podría ser el favorito de Claudia Sheinbaum, con quien estuvo trabajando intensamente por algunos años, a lo que el gobernador repuso: “No sé si vaya a ser el favorito de Claudia, pero los que deciden son la gente”. “Simplemente yo lo he dicho: la gente va a decidir y esto es como el futbol, que gane el mejor”.

Ni qué decir que su abortada candidatura causó una ola de críticas a su forma de gobernar y a los resultados de su administración, que mantiene a Morelos entre las entidades con más conflictos, inseguridad, con un desarrollo muy limitado y, en general, con muy malas referencias para los votantes capitalinos.

Pero el gobernador morelense no alcanzó a salir a la cancha. Un día después de que Morena publicara su convocatoria para competir por las candidaturas de las gubernaturas, probablemente alguien le habló y le sugirió que mejor no perdiera el tiempo. En sus redes sociales informó que “después de reunirme con mi amigo y presidente del @PartidoMorenaMx, @mario_delgado, he decidido no competir por la jefatura de la CDMX para seguir dando prioridad a la unidad dentro del movimiento. Seguiré trabajando coordinado y apegado al liderazgo del presidente @lopezobrador_

y de @Claudiashein. Donde Morena me necesite, ahí estaré”. No es por Morelos, no es por los votantes que confiaron en él para gobernarlos, ni mucho menos por los proyectos inconclusos: se baja de la contienda por instrucciones de “más arriba”.

Es muy probable que le ofrezcan otra colocación, a salvo de las críticas que enfrentaría en una campaña abierta y que, a la larga, le podría hacer perder parte de los votos que ahora, más que nunca, necesita Morena, pues el Presidente de la República ya no figurará en las boletas electorales.

Por eso, es muy probable que de todos modos el gobernador pida licencia antes de terminar su sexenio y sea su equipo el que prepare la entrega del despacho. De todos modos, su arrebato parece reflejar a alguien a quien le urge escapar de las consecuencias de sus propias acciones y su arrepentimiento; a alguien que no tiene claras sus prioridades y, desde luego, que ya se le olvidó pedir permiso a sus mayores antes de salir de fiesta.