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Para presumir triunfos electorales, hace tiempo, se usaba como muletilla que se había obtenido un triunfo “contundente e inobjetable”, aunque no siempre hubiera sido cierto. Ya era un lugar común que un partido o candidato alegara que había superado a sus contrincantes de tal forma que resultaría fútil que alguien tuviera siquiera la sombra de la duda.

Los tiempos han cambiado y hasta en el discurso público los candidatos -tanto del bando ganador como el de sus contrincantes- prefieren apoyarse en las instituciones y las pruebas finales antes de dar por terminado el capítulo.

Nuestra democracia aún está en vías de consolidación, pero ha logrado que los procesos, instituciones y participantes en los comicios gocen de la confianza de la mayor parte de la ciudadanía principalmente porque en la jornada electoral la mayor responsabilidad recae en los propios vecinos de los electores y porque sus procesos son vigilados, una y otra vez, por los propios partidos políticos.

Pero lo anterior no significa que los resultados sean infalibles y perfectos, por lo que la posibilidad de pedir revisiones e interponer objeciones también es parte de nuestra democracia; se busca que, cuando se proclame a un ganador de algún cargo de elección popular, lo respalde no solo la voluntad de la mayoría, sino también un proceso transparente y ausente de rincones sospechosos.

Aunque tengan una alta probabilidad de que, eventualmente, sean confirmados por los conteos oficiales, los resultados de las pasadas elecciones aún son preliminares; aun se debe pasar por diversas etapas, entre las que se incluyen aclarar dudas y atender inconformidades.

Así pues, lo que sucede en algunos municipios en donde los resultados preliminares indican cercanía entre los primeros lugares da pie a que, con todo derecho, se pidan aclaraciones y se hagan valer observaciones que podrían cambiar los resultados preliminares que se han difundido hasta el momento.

Desde luego, lo mismo sucede cuando se presentan quejas sobre irregularidades que podrían hacer que incluso se cancelaran los resultados completos de algunas casillas.

Todo es parte del proceso democrático y, para tranquilidad de todos, cualquier observación o duda, debe ser zanjada y dilucidada por completo.

Aún así, cuando las instituciones electorales den a conocer los resultados finales y oficiales, aun quedaría para los inconformes la posibilidad de recurrir a los tribunales; así funciona la democracia mexicana. Y solamente después de que ya no haya quejas pendientes ni recursos legales sin atender, se podrá hablar de triunfos “contundentes”, pero no de manera automática como antaño, sino de triunfos validados por nuestros procedimientos electorales, así serán inobjetables, aunque el triunfo se haya obtenido por un solo voto.