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La naturaleza nos vuelve a demostrar que el cambio climático es real, ahora de una manera dramática que afecta a miles de mexicanos de la costa sur del Pacifico mexicano.

El huracán Otis sorprendió a la comunidad científica internacional por la forma en que cobró intensidad en menos de 16 horas y, de ser un huracán que se esperaba se mantuviera en el mar durante días sin incrementar su tamaño, decidió adentrarse a tierra por una zona típicamente libre de huracanes, muy probablemente estableciendo un récord en cuanto al mayor número de personas que jamás hayan experimentado el ojo de un huracán de categoría 5 en tierra, pues el único antecedente es el huracán Andrew, que en 1992 azotó el sur de Florida como un huracán de categoría 5, aunque con una intensidad menor en cuanto a sus vientos.

Es muy pronto para cuantificar los daños que causó este fenómeno en Guerrero, su principal víctima, pero también afectó Michoacán y Oaxaca; las pérdidas materiales son cuantiosas y las autoridades no se han aventurado a reportar todavía las pérdidas humanas.

La probabilidad de que Otis tocara tierra se estableció desde el lunes. Entonces Michoacán y Oaxaca cerraron sus puertos, se declararon alertas en diversos municipios —incluyendo en Guerrero—; sin embargo, tan solo 16 horas antes de que el huracán tocara tierra, se esperaba que lo hiciera con una categoría 1, pero escaló su intensidad de una manera inusitada hasta convertirse en categoría 5, lo que los científicos de la Escuela del Clima de la Universidad de Yale solo se explican por la conjunción de aguas inusualmente cálidas y la presencia del fenómeno de El Niño. “Estas temperaturas del agua se vieron impulsadas por las temperaturas de septiembre más cálidas registradas en México. Estos mares cálidos se debieron en parte al fenómeno natural de El Niño, potenciado por el calentamiento global causado por el ser humano”.

Otis evolucionó pasmosamente rápido hasta llegar a la categoría 5 por la noche del martes, con rachas de 330 kilómetros por hora y vientos máximos sostenidos superiores a los 350 kilómetros por hora.

“El factor clave en la rápida intensificación de Otis fue la presencia de una fuerte banda de vientos, conocida como una corriente en chorro (jet streak), incrustada en la corriente de aire de la corriente en chorro que fluía rápidamente al norte de Otis. Mientras Otis tomaba aire cálido y húmedo desde la superficie y lo elevaba en su pared del ojo, los fuertes vientos de esta corriente en chorro actuaron como un sistema de ventilación para el huracán. Este es un proceso similar a cuando se ventila un fuego, excepto que en el caso de un huracán, el “oxígeno” adicional proviene en forma de aire húmedo de la superficie”.

Además, la última ocasión en que Acapulco fue afectado directamente por un huracán, data de 1951, aunque, colateralmente, sufrió las presencias de la tormenta tropical Claudia en 1973 y el huracán Paulina en 1997, que solo alcanzó la categoría 2 cuando tocó tierra a kilómetros al norte de Acapulco y con una fuerza apenas suficiente para ser considerada huracán, aun así, cinco mil hogares fueron destruidos por inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra en la zona de Acapulco, en su mayoría en áreas más pobres fuera del centro de la ciudad, y la mayoría de los residentes de Acapulco quedaron sin electricidad y agua por semanas. Paulina costó las vidas de 500 personas en la zona afectada, al sur de México.

Ayer, los turistas en Acapulco grabaron como salían volando los colchones de las habitaciones de los hoteles; el río Papagayo se desbordó y, junto con los deslaves, incomunicó por vía terrestre al puerto. Según la CFE se quedó sin energía eléctrica medio millón de personas.

La tragedia marcará la vida del puerto y del estado hermano de Guerrero por varios años y son loables las iniciativas que se organizaron para auxiliar a nuestros vecinos, como las del DIF estatal y la Cruz Roja, así como de particulares como Margarita González Saravia y Lucía Meza Guzmán, que habilitaron sus oficinas como centros de acopio. Hay que colaborar en la medida de nuestras posibilidades; el recuento de los daños tan solo comienza, pero cada minuto cuenta.