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Entre los muchos dramas humanos que vivimos o atestiguamos todos los días, el de menores que de pronto se ven privados de la protección de sus padres resulta uno de los más dramáticos y, entre pandemia, desapariciones y violencia, los menores huérfanos ya conforman un ejército cuyo respaldo social o institucional parece no importar a nadie.

Antes de la pandemia, el INEGI calculaba que ya vivían sin sus padres más de un millón y medio de menores, aunque oficialmente la población de orfanatos se reducía a 33 mil.

Tan solo por la pandemia, en nuestro país a finales del año pasado se calculaba que la cantidad de menores desamparados por la muerte de sus padres, tutores o principales cuidadores por causas de la enfermedad ascendía a 131 mil personas.

Sin embargo, la violencia también ha aportado su cuota de mexicanos desamparados. La organización civil Tejiendo Redes Infancia calculó que en México son 159 mil niñas, niños y adolescentes que viven en orfandad por la desaparición de sus padres, cifra a la que habría que sumar a los hijos o dependientes económicos de las más de 160 mil víctimas de asesinatos dolosos que se han registrado en los últimos años.

Salvo por las estimaciones del INEGI basadas en censos y encuestas, en México se desconoce el número total de huérfanos, incluso los que están institucionalizados, pues las casas hogar, albergues y orfanatos, en su mayoría, son auspiciados por instituciones privadas. Este desconocimiento se puso de manifiesto oficialmente a finales del año pasado cuando en el Senado se calculaban los saldos de la pandemia.

También se desconoce el número de huérfanos entre la población migrante, nacional o foránea, o cuántos de ellos pertenecen a comunidades indígenas o presentan algún problema crónico de salud.

Ayer, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Gobierno de Morelos informó que oficialmente reciben apoyo institucional como víctimas de la violencia 125 menores, para quienes se tiene que comprobar que su desamparo es a causa de actos violentos. La titular de este organismo. Penélope Picazo López, explicó que, desde luego, estos 125 menores no son la totalidad de niños y adolescentes que perdieron a sus cuidadores directamente por los hechos de violencia que vivimos cotidianamente en Morelos.

La cifra anterior podrá parecer baja, pero hay que considerar que esos 125 niños son apoyados por una institución que, por su naturaleza, no está dedicada a la atención de las infancias y, en un país como México, en donde se ha entorpecido hasta lo absurdo la adopción de menores, representa ya un logro que por lo menos un centenar de ellos tengan cubiertas aunque sea parte de sus necesidades básicas.

El de los niños y adolescentes desprotegidos y olvidados por todos es otro problema ante el cual, por más leyes que se promulguen y buenos propósitos que se declamen, la realidad se encarga de demostrarnos lo poco que hemos avanzado en las grandes tareas sociales, tanto, que ni siquiera sabemos su magnitud real.