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José Agustín ha sido uno de mis amigos más queridos y admirados. Los conocí a él y a Margarita, que era ya su esposa, cuando éramos todos adolescentes y asistíamos al taller literario de Juan José Arreola. Desde las primeras cosas que leyó en el taller era evidente que se trataba de algo muy nuevo. Había una enorme frescura, desparpajo, disidencia radical, que no quedaban sólo en el gesto desafiante, sino que eran expresión de una búsqueda mucho más profunda, que toma diversos rostros en sus libros. Yo no diría que su obra cambió el rumbo de la narrativa mexicana, pero indudablemente abrió otras vías de enorme vitalidad, que conservan plena vigencia.

Elsa Cross