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José Agustín es la influencia más importante en mi vida, en el plano personal y profesional. Recuerdo haberlo visto por primera vez de niño, en la década de los noventa, en el Museo Casa de Morelos, obviamente a esa edad no tienes idea de la dimensión del personaje. Era un personaje recurrente, por lo menos los viernes, acompañado del maestro Carlos Barreto, de mi señor padre. Entonces, fui creciendo sin saber a ciencia cierta del significado del escritor, del intelectual, pero aspirando a llegar a esa frescura, a esa inteligencia, a esa referencia que hacía de la literatura y también de la política. Creo que me interesó su literatura, primero al acercarme a su novela La tumba, con ese lenguaje desenfadado, incluso pícaro, alburero, fresco que se notaba en esas primeras páginas y después me conmovió la historia de La panza del Tepozteco, por cómo estos jovencitos que iban a una excursión a Tepoztlán empezaban a interactuar con los viejos dioses precolombinos. Así fue como se fue internando en mí una fascinación ya como autor, y esa fascinación me orilló a buscarlo profesionalmente. Siempre lo consultaba, manteníamos una relación constante a través del correo electrónico. Esta red, esta genealogía literaria contracultural ha sido fundamental en mi vida. Ha existido una afinidad que, con el transcurrir de los años, se afianzó y por eso quise rendirle un homenaje muy personal en el libro José Agustín en Morelos.

Raúl Silva de la Mora