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La maternidad es un fenómeno universal, no solo marca el inicio de la vida de un individuo, sino que también desempeña un papel fundamental en su desarrollo emocional, cognitivo y social. Más allá de su impacto a nivel individual, la maternidad también ejerce una influencia significativa en la cohesión de las sociedades.

La maternidad trasciende lo biológico para abarcar dimensiones emocionales, psicológicas y culturales. Como sucede con la paternidad, la madre tiene muchas dimensiones, pues lo es la que da a luz, la que educa, la que guía, la que ayuda y hasta la que castiga errores y premia aciertos, y no siempre es la misma persona.

La madre es el primer vínculo con el mundo que no solo proporciona al infante un sentido de seguridad y pertenencia, sino que también influye en su desarrollo emocional, y deja una marca en la capacidad para establecer relaciones saludables en el futuro. La calidad de la relación entre madre e hijo durante la infancia puede tener un impacto duradero en la salud mental y el bienestar emocional del individuo en la adultez.

La maternidad tenía una profunda importancia para los antiguos mexicanos. En la cosmología mesoamericana, las deidades femeninas desempeñaban roles fundamentales relacionados con la fertilidad, la creación y la protección. Entre estas deidades destacaba Coatlicue, la diosa madre de la tierra, quien simbolizaba la fertilidad, la vida y la muerte. También se veneraba a Tlazoltéotl, la diosa del amor, la fertilidad y la purificación, quien presidía sobre el ciclo de la vida, la sexualidad y el parto. Las mujeres, en su papel de madres, eran vistas como portadoras de la semilla de la vida y guardianas de la continuidad de la comunidad.

La llegada de los españoles y la imposición del cristianismo en México llevó a la sincretización de las creencias indígenas con las enseñanzas católicas. En este proceso, la figura de la Virgen María adquirió características de las deidades femeninas prehispánicas, especialmente la asociación con la maternidad y la protección. La devoción a la Virgen de Guadalupe se convirtió en un símbolo poderoso de identidad nacional para los mexicanos.

Aun pervive mucha de la reverencia ancestral hacia las madres en Morelos y México, quizá por eso resulte tan ofensivo para muchos que se las recuerden en los momentos más inoportunos.

Y muchas, muchos y muches pueden ser genuinas madres aunque no hayan parido a quienes, con gusto y con amor, están dispuestos a criar y a que conozcan el mundo y la vida de su mano.

Hoy, diez de mayo que coincide con viernes seguramente los restaurantes se llenarán y las flores se agotarán, el agradecimiento personal nunca está de más, pero, como comunidad, también hay que revalorar el papel de aquellos seres que han permitido que aún haya adultos que crean en el trabajo, en la ley, en la honestidad y en que las cosas pueden mejorar si nos lo proponemos. No es cualquier cosa eso de ser madre.