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La descomposición política y social que vive la entidad parece no tocar fondo. Los morelenses desafortunadamente hemos perdido la capacidad de asombro ante la grave crisis que nos embate en diversos frentes. Vivimos las jornadas más aciagas desde el periodo de la revolución del sur entre 1911 y 1919, con la enorme desventaja de que aquel periodo rico para la ideología y los postulados sociales, pero cruento para la economía, duró ocho años, la actual debacle se puede contabilizar al menos desde 1998.

El campo con excepción de la caña de azúcar languidece, aquí es importante destacar que la bonanza cañera no es atribuible a ningún orden de gobierno, sino a la eficiencia y competitividad de un grupo industrial privado de presencia nacional. La industria y la empresa no son competencia para sus pares en entidades vecinas, el turismo a pesar de magníficos sitios y destinos dista mucho de lo que debería ser, y para “bailar con la más fea” los morelenses vivimos constantemente amenazados en nuestra integridad física y patrimonio, este es el Morelos que una vez más se apresta para una intensa y polarizada elección en la cual en menos de un año renovaremos todos los puestos de elección popular estatales y federales.

La adversa situación económica impide que, salvo marcadas excepciones, la oferta de empleo y los sueldos no sean atractivos, es por ello que acceder a un cargo político o en la administración pública a cualquier nivel se convierta en una lucha a muerte entre quienes ven en vivir del presupuesto su única opción de ingresos. Lo anterior reviste de gravedad pues los intereses particulares se imponen sobre el bien común y colectivo.

No podemos pasar tampoco por alto, la ingobernabilidad que existe entre los distintos contrapesos políticos, derivada particularmente por el enfrentamiento entre el Gobernador del Estado con el defenestrado Fiscal y con buena parte del Congreso Estatal, al final y en concreto en el rubro de procuración de justicia, los ciudadanos quedamos en estado de indefensión y pagamos los platos rotos.

Lo más grave de todo lo anterior, es que de cara al proceso electoral que está a la vuelta de la esquina, los aspirantes a gobernarnos no parecen inmutarse, se enfrascan en una lucha de encuestas, la cuales las más de las veces son trajes a la medida o danzones con dedicatoria. Siempre que salen a relucir las encuestas no puedo dejar de recordar aquella anécdota de las elecciones presidenciales norteamericanas de 1948, cuando todos los sondeos daban la victoria al republicano y popular Thomas E. Dewey sobre el demócrata Harry S. Truman. Cuando los periodistas preguntaron a Truman que opinaba al respecto, certero respondió “Si Moisés hubiera creído en las encuestas, seguramente seguiría en Egipto” Un caso más reciente lo representa el triunfo del progresista Bernardo Arévalo en las elecciones de Guatemala, hace siquiera dos meses, Arévalo no figuraba en las encuestas.

Pero al dispendio en encuestas, se suman las campañas en redes sociales aderezadas por legiones de “bots”, las pintas en bardas y la competencia por cubrir las vías principales y carreteras de enormes espectaculares, donde los aspirantes amañadamente sortean la legislación electoral y se promueven en imaginarias entrevistas en portadas de revistas maquiladas para la ocasión.

El simular entrevistas en revistas que nadie conoce ya de por si entraña una observación en cuanto a la ética de los aspirantes, sin embargo, que se promuevan, eso si dentro las reglas, no es censurable, al fin y al cabo, tienen un legítimo Derecho a contender, lo grave es que no exista un programa o una propuesta real para enfrentar los problemas de Morelos, la prioridad no es el estado, es alcanzar una aspiración personal. Los discursos son trillados, reciclados y huecos, por ejemplo: ¿cómo podrán resolver el problema de inseguridad los contendientes? El único de ellos que ha dado certeza de hacerlo, es el General Alfonso Duarte Múgica, quien concreto asevera: “A mayor seguridad, mayor desarrollo económico y social”

Al final del día, Morelos parece ser un barco en medio de una tormenta, aun no se distingue en el horizonte un puerto de abrigo y el 2024, todo indica, volverá a ser más de lo mismo.

*Escritor y cronista morelense.