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Entre 1971 y 1973, tuvo lugar en Ocotepec, Morelos, el Seminario internacional entre analistas sociales, convocado por Valentina Borremans e Ivan Ilich, para discutir un planteamiento formulado por ella, sobre aspectos de la sociedad posindustrial, que decía: “existen características técnicas en los medios de producción que hacen imposible su control en un proceso político. Sólo una sociedad que acepte la necesidad de escoger un techo común de ciertas dimensiones técnicas en sus medios de producción tiene alternativas políticas...” (p. 369). Hoy podemos ampliar esa tesis, agregando como condicionante, a los medios de destrucción masiva analizados en esa década por el checo Radovan Richta, y por supuesto, actualizado a la luz de las armas, misiles y bombas con capacidad para el exterminio de la humanidad completa en todo el planeta.

A ese planteamiento visionario de Valentina Borremans, debemos también agregar que sin control, no sólo las alternativas políticas están en riesgo, sino ahora, con el cambio climático en proceso, sabemos con certitud que la vida de los seres humanos puede desaparecer, al seguir eligiendo un modo de producción que acerca aceleradamente a sus conglomerados sociales, a la barbarie, vía su propia autodestrucción, digamos que por diseño. No podría ser más pertinente la formulación de la directora de CIDOC.

En su ensayo La convivencialidad, Illich define inicialmente a las herramientas: éstas pueden ser herramientas físicas para intervenir sobre el mundo, también considera herramientas a los servicios y a los bienes hechos por la humanidad, también a los sistemas y organizaciones para hacer otro tanto.

Nuestra tarea crítica, de acuerdo con la pretensión de Iván Illich de hacer viable a la vida humana, es analizar a bienes y productos que creemos acríticamente bondadosos: la escuela, el sistema de salud, los medios de transporte, incluidas las carreteras, entre otros. En decenas de lenguas siguen siendo publicados los libros en que analizó tales sistemas: La sociedad desescolarizada, Némesis Médica, la Convivencialidad, y varios más. Sostuvo que en esos sistemas se crean y recrean profesionales que acaban despojando a sus clientes, de sus capacidades para aprender, para sanarse y cuidar de su propia salud, para autotransportarse sosteniblemente.

Illich nos da una sugerencia de acción para analizar a las herramientas: “Cuando una labor con herramientas sobrepasa un umbral definido por la escala ad hoc, se vuelve contra su fin, amenazando luego destruir el cuerpo social en su totalidad. Es menester determinar con precisión estas escalas y los umbrales que permitan circunscribir el campo de la supervivencia humana”. (p. 372).

Luego asigna el calificativo convivencial (no a los seres humanos), a las herramientas, dependiendo del siguiente criterio: “…(la invención) …que aumenta el poder y el saber de cada uno, permitiéndole ejercitar su creatividad, con la sola condición de no coartar esa misma posibilidad a los demás” (p.373). Sostiene más adelante, que convivencial, es la sociedad en la que el hombre controla a la herramienta. Establece en seguida una estrecha relación entre la austeridad y la sociedad convivencial, aquella regida por la amistad y la alegría, que podemos decir, no necesita de excesos en el consumo ni en la producción de “bienes y servicios”, que nos llevan a la ruina.

A quien no conozca alguna de sus obras, les invito a adquirirlas en la versión del FCE, compiladas y revisadas por Valentina Borremans y Javier Sicilia.