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La desnudez puede ser una potencia que ha de impulsar en el arte y la filosofía la revolución de nuestras ideas. Cualquier idea obsoleta sobre discapacidad, enfermedad y vejez se desvanece cuando aprovechamos de manera ética y natural todas sus virtudes en la construcción de una obra o incluso de nuestra capacidad critica. ¡Qué forma más veloz de arrancar cualquier disfraz ideológico o idea preconcebida que tenemos sobre otr@ más allá del velo! me refiero a desnudez en un sentido físico, pero también espiritual: el de mostrarnos tal cual somos en nuestra encarnada corporalidad y esencia de instante a instante.

Tal hipótesis se confirma de manera contundente viendo el performance de Edu (Eduardo Oliveira do Carmo), artista brasileño con discapacidad motriz. Tuve la enorme fortuna de ver su performance hace ya varios años el III ENCUENTRO DE ESTUDIOS CRÍTICOS DEL TEATRO Cuerpos indóciles en escena: teatro, “discapacidad” y enfermedad, en el centro Cultural Helénico. La pieza se llama: “Ah, se eu fosse Marilyn” (https://www.youtube.com/watch?v=F3tIsSrk7lc). Su desnudez en escena se vuelve una fuente de fuerza: un acto que nos invita a imitarlo.

El performance comienza: entramos a un teatro intimo y nos sentamos en círculo. Allí está Edu: un hombre calvo, hermoso, vestido con un largo y delicado ropaje rosa. Poco a poco despierta. Acudimos al finísimo tránsito entre el dormir y el despertar. Vemos la pieza de dos maneras, con nuestros ojos y con nuestros oídos. La obra incluye audio-descripción (como el cine para ciegos), registrando con palabras la sensación interna de cada movimiento. Edu está acostado entre lánguidas prendas. Se pinta las uñas. Se pinta el rostro. Hace girar relojes de arena. De pronto, tenemos la impresión de entrar en otro tiempo: uno que no está regido por las agendas, los objetivos, las cifras y sus resultados. Un tiempo que es un rito, sin ser un ritual, que quizá habitamos mientras nos levantamos de la cama, o sucumbimos al sueño, al amor a flor de piel, al cuerpo mismo, al descanso, o a la muerte. Cómo no recordar a Walt Whitman cuando dice: me dedico al ocio e invito a mi alma. El ocio en su performance, como en el poema de Whitman, no es un tiempo desperdiciado sino uno para recuperar el gozo sencillo de existir. Lentamente, mirando cálidamente a sus espectadores, se quita la ropa hasta quedar en calzoncillos. Se sirve un vaso de agua y la comparte con el público, revelando un fuerte torso descubierto.

En la vida cotidiana, la transgresión y la violencia pueden ocurrir cuando nos mostramos con tal franqueza, sobre todo cuando se trata de mostrar el espacio delicado de nuestros cuerpos. Insisto, sin embargo, que ese riesgo no pertenece al territorio de la desnudez sino justamente al de los deseos, los temores y los impulsos que no han encontrado lugares seguros y contenidos para expresarse. Su desnudez, lejos de ser morbosa o transgresora, nos invita a mirar y a admirar sin miedo su cuerpo y el nuestro. Como poeta artista con discapacidad, comparto esa búsqueda en “Poema nudista”: Escribo para desvestirme / para levantar los velos / que me separan de este mundo. Edu se desplaza con mayor libertad en el suelo (como dice humorísticamente), mas allá de la tiranía de los bípedos. Su languidez durmiente contrasta con unos guantes rojos de boxeo. Guantes rojos. Tantas veces podemos representar (en nuestra imaginación o institucionalmente) a un cuerpo enfermo, discapacitado o débil, como una materia para los doctores, carente de sensualidad y coquetería. El striptease de Edu es la cura para tales visiones obsoletas. Su performance podría acabar ahí, pero el artista interrumpe el silencio con una pregunta: “¿quién me ayuda a vestir el espacio, este cuerpo?” Vestimos a Edu. Nos despojamos de tantos prejuicios al participar en el acto. La línea ilusoria entre la deformidad y la belleza, lo débil y lo viril, lo discapacitado y lo capaz se vuelven tan permeables como la ola y la arena. ¿Qué otro camino hay para ser felices sino tal despojo? Muchos hablan y hablan de la importancia de abrazar la diversidad, pero muchas veces es solo aquí, a flor de piel, en el arte, en la sinceridad o en el atrevimiento, donde la diversidad deja de ser una ideología y se transforma en un acontecer sencillo y compartido.

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