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Mercedes Pedrero Nieto

Al analizar las instancias que intervienen en “La Declaratoria de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres para el Estado de Morelos” que existe para ocho municipios, uno ve que es sólo eso “una declaratoria”, que no lleva a resultados que se deberían reflejar en las acciones de prevención y justicia. Morelos sigue ocupando uno de los primeros lugares de homicidios de mujeres en el país.

No hay información adecuada para saber a qué institución acudir en caso de peligro. Algunas instituciones que se supone deberían de atender situaciones de inseguridad, cuando se les cuestiona sobre información de sus servicios, citan a las redes sociales, ignorando que esas instancias no son accesibles para muchas personas, especialmente mujeres; sea por edad, condición económica, escolaridad o simplemente pobreza de tiempo por tener que trabajar tanto de manera remunerada como realizando cuidados y trabajo doméstico sin remuneración.

Existe una gran fragmentación de la gestión institucional, presentándose duplicidad y lagunas en sus funciones, sin claridad en las conexiones entre las instituciones que están involucradas en la “seguridad”, o incluso en su mandato en atender algunos de los aspectos de la alerta. Actualmente se desperdician esfuerzos de quienes sí están trabajando con ánimos de avanzar en las soluciones de problemas existentes, pero por falta de coordinación y orientación no logran avances, provocando frustración en personas valiosas, lo que las lleva a renunciar, perdiendo al personal valioso y quedándose sólo con las personas mediocres.

Incluso, en casos en que llegan a detener a un agresor en flagrancia, con frecuencia casi de inmediato queda en libertad (la puerta giratoria), con el argumento de no haber aplicado “el debido proceso”. ¿Será tan complicado aprender cómo se debe aplicar ese “debido proceso”?, o los “procuradores de justicia” ¿lo aprenden muy bien, justamente para no aplicarlo y coludirse con los criminales?

Tendría que haber una institución rectora, que coordinara con autoridad, que marcara objetivos, con mandatos específicos para cada tipo de violencia (como qué acción ejecutar si el agresor es persona cercana o si es ajena, etcétera). Además, la alerta, debería de contar con una línea telefónica sencilla, sólo de tres dígitos, exclusiva para la alerta de género, donde se escuche la queja con sensibilidad, atención y conocimientos para canalizar de inmediato a la víctima o persona amenazada a la instancia correspondiente, notificando el caso a quien corresponda dependiendo de la amenaza de que se trate (proporcionando un folio para su seguimiento que sea fácil de recordar, pues en situaciones de emergencia no se puede apuntar, así que puede ser algo como la fecha y el número de caso del día).

Tal como están los procedimientos, más parece una trampa de “Acantilado de Cristal” (son más conocidas las imágenes para ilustrar las trayectorias de mujeres denominadas “Techo de cristal”, que se refiere a condiciones que no les permiten llegar a altos cargos y “Suelo pegajoso”, que se refiere a condiciones que no permiten salir de la pobreza). “El Acantilado de Cristal” se refiere a proyectos con poca probabilidad de éxito, y que se les encarga a mujeres para demostrar su incompetencia, y parece que también se aplica a “asuntos de mujeres” porque el diseño del proyecto desde el principio está amenazado de ser un fracaso. Supuestamente se atiende el problema, pero con el fracaso predeterminado, así, a falta de resultados hay excusa para reducirle los recursos o cancelarlo.

Una vez más, como muchos de los proyectos para mejorar las condiciones desventajosas de las mujeres en nuestro país, la Alerta de Violencia de Género parece ser una vil simulación. UN ACANTILADO DE CRISTAL.

Soy mujer, vivo en Morelos, en caso de riesgo para mi integridad ¡No sé a quién acudir!