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El dios máquina 

(1a parte)

Davo Valdés de la Campa

En 1996 Deep Blue, un ordenador desarrollado por IBM, ganó por primera vez una partida de ajedrez a un ser humano. El contrincante de la computadora fue el ruso Gary Kasparóv(quien fuera campeón del mundo de 1985 al 2000). En 2011 Watson, una súper computadora creada por la misma empresa logró ganar una partida de tres días de Jeopardy, en la que logró vencer a los dos máximos campeones de ese concurso televisivo. Para hacerlo se tuvo que programar un gran volumen de información, pero también un motor de inteligencia artificial capaz de decidir cuál era la respuesta adecuada para cada pregunta. En ambos casos se planteó la posibilidad de que había terminado el dominio del hombre sobre las máquinas y todo esto sucedió mucho antes de que llegara al mundo Chat GPT y las súper inteligencias artificiales. Esas primeras computadoras funcionaban a base de programación lógica en cuanto a probabilidad y posibilidades de movimientos. Todavía no se contaba con el enorme contenedor de información que es el internet actual, ni la tecnología para que esas inteligencias produjeran tareas mucho más complejas.

​Lo que rige el debate actual es la pregunta de si las nuevas inteligencias artificiales traen consigo el fin del arte. Tenemos algoritmos como DALL-E, que es una inteligencia generativa de imágenes y bots productores de textos. Según el escritor mexicano Naief Yehya:

Los algoritmos actualmente son entrenados con cantidades enormes de textos, sacados de todo tipo de obras (literatura, documentos, manuales, instructivos, recetas y cualquier otra cosa) para que identifiquen patrones estadísticos y luego generen textos convincentes por imitación y derivación a partir de una frase inicial.

Las máquinas podrán desplazar a la clase trabajadora, como ha sucedido desde la Revolución Industrial o podrían, en un escenario utópico, resolver la existencia pragmática de los seres humanos, pero no pueden -todavía- responder a nuestras grandes preguntas. Un poco como lo plantea Isaac Asimov en su cuento “La última pregunta”, en el cual Multivac (una súper computadora) falla al responder la pregunta de cómo revertir la entropía, es decir, la tendencia de agotamiento de cualquier fuente de energía. La computadora responde una y otra vez que “no hay información suficiente para solucionar ese problema”. El cuestionamiento se prolonga a través del tiempo y del espacio, hasta que todas las formas humanas se extinguen. Sólo entonces la máquina logra responder, aunque no encuentra quien escuche la solución. Sus resultados, en ese sentido son un fracaso a su propia función (o cabe la posibilidad planteada siempre por la ciencia ficción de que la máquina busque su propia permanencia y supervivencia). Quizá no sea necesario ir tan lejos a un escenario postapocalíptico, sino aterrizar el papel de las inteligencias artificiales en el terreno de la cotidianidad y el uso del lenguaje. Ante este escenario y la proliferación de textos producidos por Chat GPT, el polémico filósofo esloveno Slavoj Zizek clama:

El problema no es que los chatbots sean estúpidos; es que no son lo suficientemente «estúpidos». No es que sean ingenuos (que no captan la ironía y la reflexividad); es que no son lo suficientemente ingenuos (que no detectan cuándo la ingenuidad encubre perspicacia). El verdadero peligro, entonces, no es que las personas confundan a un chatbot con una persona real; es que comunicarse con los chatbots hará que las personas reales hablen como chatbots, perdiendo todos los matices e ironías, diciendo obsesivamente solo lo que creen que quieren decir (Zizek 2023). 

En un artículo del periodista J. Sampedro en El País, que versa sobre la obsolescencia programada y también habla de la obsolescencia humana, dice que según estudios de Yale y Oxford, en los últimos años se han ideado formas de predecir cuánto tiempo le queda a cada profesión humana. Entre los primeros oficios que desaparecerán se encuentran los campeones de póker que quedarán obsoletos en un par de años y serán desplazados por los programas de computadora. Las tareas más triviales, como corregir tropiezos en los bordillos o doblar ropa en las lavanderías resistirán un poco más ya que aún son muy complicadas para que los robots las realicen, sin embargo, se espera que en un lapso de 5 a 6 años las máquinas también lograran dominar estas técnicas. Después se extinguirán los operadores telefónicos, los compositores y los choferes. Paradójicamente el último oficio que desaparecerá según estos estudios es el del desarrollador y experto en inteligencia artificial.

¿Qué pasará cuando eso suceda? La ciencia ficción ya ha especulado mucho. Una posibilidad es la de la rebelión de las máquinas. Cuando las máquinas adviertan que no necesitan más a los humanos tomarán el control (véase Terminator; 2001: Space Odyssey) o utilizarán a los humanos como fuente de energía o como esclavos que mantienen a las máquinas funcionando (Matrix, Ex Machina, Her). La gran inteligencia artificial determinará las cosas ya sea desde la dominación o desde la programación de la realidad y el humano pasará a ser una parte instrumental (o incluso un desecho) de ese sistema. 

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