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El dios máquina (Segunda parte)

Davo Valdés de la Campa

Uno de los temas fundamentales de la modernidad para algunos pensadores y filósofos es la noción de la técnica: su génesis, implicaciones, usos y consecuencias sociales. En la historia de la técnica se visualizan distintos momentos o estadios: pre-técnicos, técnicos, tecnológicos; y hoy podríamos hablar de un siguiente estadio denominado virtual o digital, que tuvo sus inicios en la segunda mitad del siglo XX a partir, precisamente, de la simbiosis entre técnica y ciencia, y como consecuencia de la incursión de las grandes corporaciones en la investigación científica y el rápido desarrollo tecnológico que posibilitó la informática.

La filosofía de la técnica se ha encargado, además de estudiar los artefactos, las máquinas y los aparatos, de plantear una visión ética a partir del uso de la técnica y una visión crítica de las consecuencias sociales, económicas y políticas de la misma técnica. Para muchos pensadores aunque la técnica se ha sofisticado y complejizado, sus principios pueden unificarse en una teoría de la técnica general que permite estudiarla de una manera amplia. Para el filósofo francés, Gilbert Simondon: “la filosofía debe fundar la tecnología, que es el ecumenismo de las técnicas, porque para que las ciencias y la ética puedan encontrarse en la reflexión, hace falta una unidad de las técnicas…” (180). Para ello propone entender que el término «tecnología» a partir de su etimología puede entenderse como «estudio o conocimiento de la técnica”. Por lo tanto, la tecnología sería un estudio de las técnicas. Y para estudiar la técnica se propone atender dos niveles principales: interno (funcionamiento, diseño, aspectos físicos) y externo (usos culturales, implicaciones políticas, deseabilidad, consecuencias culturales). En esta segunda esfera preguntas como: ¿Nos afecta la tecnología? ¿Cómo? ¿Puede llegar a poner en riesgo nuestra existencia individual y como especie?, se vuelven pertinentes y seminales para entender la crítica de la técnica. 

El dios máquina surge del concepto deus ex machina que Aristóteles utiliza en su Poética para criticar las narrativas cuyas tramas se resuelven con la intervención de alguna máquina, grúa o mecanismo externo y ajeno a la historia misma. Retomo la idea del dios máquina para provocar una serie de discusiones en torno a cómo se representa la máquina, en sus diferentes taxonomías, en el arte del siglo XX y XXI (robots, cyborgs, androides, aparatos tecnológicos, tecnocracias, etc.) y las narrativas que se derivan de dichas representaciones, por ejemplo, el automatismo, la producción en serie, la homogeneización.

En el entendido de que la técnica no es sólo una forma sino que también es el fondo de la ideología, es decir una manera de concebir y representar el mundo, las narrativas que se producen culturalmente tienden a distintos tipos de pensamiento tecnocientífico. Aristóteles desaprueba el recurso literario del deus ex machina (algo que podemos traducir como dios en la máquina) al señalar: “El desenlace también debe surgir del argumento mismo, y no depender de un artificio de la escena, como en la Medea” (Aristóteles, 23).  Por supuesto se refiere a la tragedia de Eurípides en la cual Apolo salva a Medea enviándole el carro del sol para que pueda huir de sus captores: 

Tales incidentes tienen el máximo efecto sobre la mente cuando ocurren de manera inesperada y al mismo tiempo se suceden unos a otros; entonces resultan más maravillosos que si ellos acontecieran por sí mismos o por simple casualidad. En efecto, hasta los hechos ocasionales parecen más asombrosos cuando tienen la semejanza de haber sido realizados a designio; así, por ejemplo, la estatua de Mitis en Argos mató al hombre que había causado la muerte de aquél al caer sobre éste en una ceremonia. Hechos de tal tipo no parecen sucesos casuales. Por eso las fábulas de esa clase resultan necesariamente mejores que las otras. (Poética, 52) 

Paul Virilio, en relación a la tecnología, dice que ésta se nos presenta y representa tanto mediadora omnipresente en todos los ámbitos de la vida (relaciones sociales, afectivas, comunicativas, etc.), como un dios tecnociencia. “Dios no ha muerto, solo se ha transfigurado. Deus ex machina universal, dios hecho máquina para “crear y solucionar” los conflictos de los seres” (Virilio, 83). En el otro lado de la representación la máquina se revela y nos oprime o se convierte en el Dios del Juicio Final. En voz del personaje, John Connor de la saga de Terminator, lo expresa mejor en la tercera película, La rebelión de las máquinas: 

Todo era software, y ciberespacio. No había núcleo del sistema. No se podía desconectar. El ataque empezó a las 18:18, tal como él había dicho. El Día del Juicio, el día que la raza humana quedó prácticamente destruida por las armas que había fabricado para protegerse. Debí darme cuenta de que nuestro destino nunca fue evitar el Día del Juicio. Era simplemente sobrevivir a él. Juntos. El Terminator lo sabía. Intentó decírnoslo, pero yo no quise escucharle. Puede que el futuro ya esté escrito. No lo sé. Solo sé lo que el Terminator me enseñó. Nunca dejes de luchar. Y nunca lo haré. La batalla no ha hecho más que empezar (Mostow 2003).

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