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El 25 de octubre Acapulco amaneció completamente destruido. El huracán Otis llegó antes de lo estipulado y con mucha más fuerza de lo que se había predicho. Se creía que tocaría tierra a las 6:00 a.m. y en realidad llegó a las 12:25 a.m cuando la gran mayoría dormía. El NHC anticipó una intensidad máxima de 70 mph (110 km/h) y finalmente el huracán creció hasta una intensidad en el momento del impacto de 75 mph (120 km/h). Los modelos numéricos de predicción climatológica no lograron discernir adecuadamente la magnitud, en parte a causa de la insuficiencia de datos (se efectuó únicamente un vuelo de Hurricane Hunters y no existe radar Doppler en la zona de impacto) y también hay que decirlo, por la negligencia de las autoridades. Algunas simulaciones de modelos no anticiparon el impacto terrestre en absoluto. Incluso unas horas antes se creía que Otis se degradaría a tormenta o que finalmente se desviaría sin tocar tierra firme. Aunque se hicieron preparativos y se tomaron precauciones, nada fue suficiente. En gran medida porque se minimizó la situación. Otis es ahora el ciclón tropical más fuerte en tocar tierra en el estado de Guerrero. Es el décimo quinto ciclón tropical con mayor fuerza que se genera en el océano Pacífico con una extraordinaria potencia y una capacidad destructiva implacable. Lo que significa en términos concretos es que gran parte de la población lo ha perdido todo y necesitamos hacer algo.

En poesía existe el tópico de la muerte igualadora. En Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique decía:

la mar,

que es el morir,

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos,

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

En Acapulco ya no es así. La muerte se ha convertido en un tema de clase, de accesibilidad a los servicios de salud e incluso de la posibilidad de salir de Acapulco mientras la catástrofe se extiende. Aunque es verdad que todo mundo ha sufrido pérdidas, sólo basta con revisar que el primer contenido que se compartió en redes sociales fue el de personas que se hospedaban en hoteles de cinco estrellas, cuando hasta la fecha hay colonias de las que no tenemos nada de información porque están completamente aisladas e incomunicadas. Así que una de las primeras cosas que trajo a la superficie la inundación fue la desigualdad de condiciones.

Otro tema que se ha reiterado en los medios de comunicación es el de los saqueos. Es indudable que muchas personas aprovechan la crisis para robar o sacar algún provecho, pero también es verdad que hay un problema de enfoque a la hora de comunicar la situación de las tiendas departamentales y los supermercados. El tema principal debería ser que colonias, por ejemplo, La Colosio llevan seis días sin agua potable, sin alimentos, sin energía eléctrica y durmiendo a la intemperie o con el pánico de que alguien entre a su casa a arrebatarles lo poco que tienen. El problema no es que las personas estén “robando” sino que están desamparadas.

El gran beneficiado es sin duda el narcotráfico. Ya pasó en octubre del 2019, días después del paso del huracán Lorena por las costas del occidente del país, en el que presuntos miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) comenzaron a repartir despensas en municipios damnificados o durante la pandemia de COVID-19 en el que distintos cárteles en zonas estratégicas, por ejemplo, en Guadalajara, se repartieron cajas con la cara de Joaquín “El Chapo” Guzmán estampada, que incluían papel higiénico, pasta y aceite vegetal.

El narco no padece la burocracia del gobierno mexicano y ante un escenario en el cual muchas familias necesitarán liquidez, medicinas, trabajo y alimento, es muy probable que estas reciban apoyo del crimen organizado, pero como sabemos no es una ayuda humanitaria, sino estratégica y es que según reportes oficiales actualizados hasta septiembre de 2022 se sabe que en el puerto existe una disputa activa entre tres grupos delincuenciales: el Cártel de Sinaloa, el Cártel Independiente de Acapulco (CIDA) y el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG). Esta puede ser una situación en la que uno de estos tres carteles salga avante o que la violencia traspase los límites. El mismo contexto ofrece una lectura mucho más profunda y es que muchos de los conflictos de violencia hablan de una profunda putrefacción del tejido social en Acapulco y es que desde hace décadas el puerto se ha servido en bandeja de plata al crimen organizado y al turismo de trata de blancas y pedofilia.

En 2017 Morelos sufrió un desastre natural. El terremoto asoló a gran parte del estado y la solidaridad que recibimos fue extensa, organizada y acorde a la urgencia. Hoy que Acapulco se encuentra devastada me sorprende que ante tal urgencia, los medios de comunicación y las redes sociales se vuelquen en discutir o difundir aspectos que no se corresponden con la realidad de lo sucedido. Los hechos son que muchas familias necesitan nuestra ayuda y es momento de ayudar. Ya lo hicimos hace unos años y lo podemos volver hacer. Acapulco no necesita al gobierno o al narcotráfico, necesita la organización de la sociedad civil.

Si quieres donar y conoces a alguien que tiene familia en Acapulco te recomiendo que te pongas en contacto directamente o a través de la Cruz Roja Mexicana.