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Carlos O. Morales*

Diplomático de excelencia, senador y líder camaral, gobernador, amigo y maestro del Derecho. Un hombre que fue ejemplo, guía y tutor. A nueve años de su partida, fue recordado el pasado 15 de julio por todos los que vivieron etapas diferentes en su vida pública y privada; un hombre como pocos, Antonio Riva Palacio López.

El auditorio del CDE del PRI, en el viejo inmueble de Vista Hermosa, fue sede de una reunión para recordar al maestro de varias generaciones, esas que vivieron junto a él las mieles del poder, el último sexenio de un partido que hoy se debate entre la medianía y el olvido.

Uno de los más fieles guardianes de don Antonio, entregaba al ingresar una revista de lo realizado por ARPL y su gobierno de 1988 a 1994; ahí cerca el contador Ochoa, un expresidente priista Otilio Rivera, el buen amigo Francisco Rafael Sánchez Vargas, todos en la charla de las anécdotas y vivencias.

El auditorio tricolor se llenó, los que debieron estar acudieron, un viejo líder cetemista, Vinicio Limón Rivera, con él, dos expresidentes del PRI, Jorge Meade Ocaranza y Joaquín Magdaleno González. Dos filas atrás, el actual regidor, Víctor Hugo Manzo y muy cerca, Arturo Serrano Rodríguez, titular de aquella inolvidable oficina de comunicación social; no ha habido otro funcionario como él.

El auditorio recibió a políticos como el buen amigo Sergio Estrada Cajigal Ramírez, el alcalde de Jojutla, Juan Ángel Flores Bustamante, el exdiputado federal, Fernando Martínez Cue, también llegaron, la expresidenta y exdiputada y muchos cargos más; la jojutlense, Laura Ocampo Gutiérrez, Rocío Carrillo Pérez, cerca Toto Lavín, Claudia Martínez, Iván Saucedo, Eleazib Polanco, Rosalina Mazari, Carlos Riva Palacio Than y una mujer de leyenda, Beatriz Paredes Rangel.

A esos personajes y todos los asistentes los unió algo en común, las remembranzas, los recuerdos y anécdotas, sus mentes estaban con un solo pensamiento: don Antonio Riva Palacio López; gobernador de aquel sexenio que tuvo de todo, cosas buenas y cosas malas, entre ellas, las que se manejaron en su momento, el piano cola blanca –eso se manejó como vox populi- instrumento musical que llegaría en el contenedor que, procedente de Europa, nos trajo una maquinaria que una vez instalada en terrenos de San Isidro en Yautepec, sería una planta pasteurizadora de leche, la cual, jamás produjo un solo litro.

Para el que escribe, el trato con el también embajador de México en Ecuador fue singular, de los pocos que tuvimos el privilegio de ser recibidos en su casa de Leyva para platicar largo y tendido, el honor de que fuera don Antonio quien levantara las dos hojas de metal para ingresar a su submundo de añoranzas y recuerdos.

Entrar a ese lugar era una experiencia única, un amplio salón, donde el aire olía a tiempo e historia.

Recibir de don Antonio una amplia e ilustradora explicación de cada una de sus condecoraciones, desde Checoslovaquia, Polonia, Italia, hasta Portugal y Brasil, y muchos países más, fueron necesarias varias horas, con un testigo de ello, el buen Arturo Serrano, los reconocimientos, condecoraciones, libros y muchas cosas más, serían un buen inicio para un museo, todo es increíblemente fantástico.

Mención aparte, los cartones de los principales moneros y recortes periodísticos, trabajos del mejor cronista que ha dado este país: Miguel Reyes Razo, a quien saludamos este inicio de semana, mi director, Enrique Balp y un servidor.

Miguel Reyes Razo, a sus 82 años sigue como el mejor cronista de México, el único que lo igualaba era el “narigón” Fidel Samaniego.

Excelente homenaje y una buena oportunidad para enseñar a las nuevas generaciones, quién es y será uno de los mejores políticos morelenses.

*Articulista invitado

Foto: Fundación Antonio Riva Palacio López A.C.

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