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Andrea Álvarez Sánchez

«Debes respetar a los mayores», me decían cuando era pequeña. Y yo me preguntaba por qué: ¿sólo porque son mayores? No me parecía lógico ni justo. Hay gente mayor que maltrata, abusa, se equivoca y no sabe pedir perdón. Entonces, ¿por qué debo respetarlos?

Es común que a las figuras de autoridad se les vea como dioses. Doctores, abogados, maestros y los mismos padres son figuras absolutistas a las cuales no se les puede desobedecer o siquiera cuestionar. Son los pilares ancestrales de una ética autoritaria con la que muchos crecimos. En este contexto, de las emociones nunca se habla, es algo que no importa. Y no soy la única, la mayoría de mi generación llegó a la edad adulta con esta carencia. Estamos acostumbrados a que la autoridad nos diga qué hacer con nuestra vida y cómo resolver nuestros problemas de una manera imperativa, sin considerar lo que pensamos o sentimos.

Por años viví obedeciendo de forma ciega lo que determinaban esos dioses humanos que poseían la verdad y el poder, hasta que conocí las enseñanzas de Carl Rogers. En los años cincuenta este psicólogo estadounidense propuso el Enfoque Centrado en la Persona, un método de psicoterapia y educación emocional cuyos cimientos son el respeto, la empatía, la autenticidad y la consideración positiva incondicional. Estas son palabras fáciles de pronunciar, pero llevarlas a la práctica conlleva un cambio de perspectiva, que invita a mirar el mundo desde una ética humanista.

Me imagino un coliseo donde la ética autoritaria, gigante establecido de la vieja guardia, se enfrenta a Carl Rogers, pionero de un nuevo paradigma.

La figura de autoridad, siempre vertical y jerárquica da directrices incuestionables disfrazadas de consejos. Le infunde temor y dependencia al individuo. Establece lo bueno y lo malo en función de sus intereses y forma de pensar, no del bienestar del otro. Encasilla a las personas con etiquetas. Castiga la desobediencia como si fuera pecado capital, da fórmulas generalizadas y valora a la razón por encima de todo.

Por otro lado, está Carl Rogers, el visionario adelantado a su tiempo. Con su escucha empática establece una relación horizontal donde no dirige ni impone, sino que acompaña a las personas en procesos de desarrollo personal. Rogers favorece la amplitud de la conciencia pues confía en la capacidad de discernir de la persona. Considera que somos seres en continuo estado de cambio y que cada uno es la autoridad última sobre sí misma. Valora la experiencia propia por encima de las normas establecidas. Para él, «El hombre es más sabio que su intelecto», conclusión que deriva del holismo de Smuts, pues concibe al ser humano como una totalidad que comprende la parte biológica, psicológica, social y espiritual, así, la persona reconoce que su organismo total es más erudito que su intelecto solo y puede tomar decisiones más sabias que de una forma puramente racional.

Antes de Rogers, el psicoanálisis decía que «infancia es destino». Según esta idea lo que vivimos en la niñez determina nuestra personalidad inamovible; somos víctimas de nuestro pasado. La mirada humanista, sin embargo, nos invita a tomar el poder personal, dirigir nuestro pensamiento, transformar el obstáculo en escalón y modelar nuestro presente. Quizá no podemos cambiar lo que sucede a nuestro alrededor, a los otros ni al pasado; pero podemos cambiar de manera de pensar, de sentir y de actuar.

Vivimos en una sociedad ignorante emocionalmente y somos producto de ella. Es común que la gente eduque con violencia, que imponga su parecer, que reaccione con agresividad. No sabe ser autoridad. No me sorprende que los conflictos se resuelvan con traición y amenazas, golpes y venganza, secuestros y homicidios, drogadicción y suicidio.

No necesitamos aprender a respetar a la autoridad ciegamente; sino a desarrollar confianza y criterio personal, actitudes positivas (primero hacia nosotros mismos y después hacia los demás) y a construir formas de autoridad más eficientes. Si impartimos educación emocional formal a nivel básico, las siguientes generaciones crecerán con herramientas de autoconocimiento y formas inteligentes de relación interpersonal. Podemos construir un mundo mejor que dejaremos a nuestros hijos. Rogers nos invita a crear nuestro destino.

Exvoto para Carl Rogers. Taller de exvotos contemporáneos de Madame Andreyeva, 2023.

https://www.andreaalvarezsanchez.com/

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