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Elecciones y la lección de la libertad

Braulio Hornedo Rocha*

El marqués de Condorcet, quien contra lo que se podía esperar por su noble origen, fue un partidario activo de la Revolución Francesa, aunque tristemente perdió la cabeza también por el terror de la revolución que se traga a los mejores de sus hijos, como Cronos con su descendencia.

Nicolás de Condorcet redactó el Informe para la Organización General de la Instrucción Pública en 1792, en plena efervescencia revolucionaria dijo: «habéis reservado al pueblo el derecho de elegir. Pero la corrupción, precedida de la calumnia… le dictará su elección. Por eso debe ser libre y gratuita la instrucción que es el arma infalible para la mejora social y política».

Condorcet estaba convencido que cada uno debería poder estudiar lo que quisiera en cualquier momento de su vida, desde la infancia hasta la vejez, sin más requisito que el deseo de aprender. Sin obstáculos burocráticos para certificar u obstaculizar el aprendizaje. La tesis central consistía en que la educación debe de servir de manera permanente para crear ciudadanos libres. El fin de la educación debe ser la libertad de la persona y no el capacitar para el sometimiento de empleados mediante un trabajo ante un patrón que los domina y explota. El marqués resulta ser un verdadero precursor, por más de dos siglos, de Iván Illich y Paulo Freire, dos gigantes del siglo XX.

No hay que olvidar que Condorcet también fue un republicano radical consecuente y anticipado precursor en la defensa de los Derechos Humanos, de los derechos de las mujeres, los negros, los extranjeros y de los animales. El mejor testimonio de la personalidad de Condorcet lo brinda la bella organizadora, como su tía, Madame du Deffand, de salones literarios de la época. Julie de Lespinasse quien describe a Condorcet así: «Esta alma sosegada y moderada en el curso ordinario de la vida se convierte en ardiente y fogosa cuando se trata de defender a los oprimidos o de defender lo que aún le es más querido: la libertad de los hombres…».

La idea de una Universidad que sabe reconocer que si el pueblo no puede ir a la universidad es la universidad la que está moralmente obligada a ir al pueblo. Este principio se plasma en Condorcet y es presentado como una universidad abierta, sin ánimos de lucro y dirigida en especial a todos aquellos que carecen de una educación formal escolarizada, pero que mantienen vivo su afán de aprender a lo largo de su vida. Cualquiera puede acceder en cualquier momento a lo que sea de su interés aprender: matemáticas o bailar tango; sembrar arroz o componer sonetos; cantar sones o cosechar agua; leer libros y escribir mensajes de cualquier naturaleza. Una universidad en la que cada estudiante es un caso particular para conformar su propio plan de estudios desde una perspectiva autogestiva de total libertad, aunque por supuesto acompañados siempre por tutores y escuchas orientadores que permitan consolidar a la tradición mexicana del pensamiento y la acción humanista. Con la mira que tuvo Pablo González Casanova con su proyecto del Colegio de Ciencias y Humanidades. Debo deslindar la diferencia entre humanismo y humanidades. Estas últimas son un conjunto de disciplinas, filosofía, historia, letras, pedagogía, agrupadas con fines académico-administrativos en las universidades. Ser humanista en cambio, es una manera de ser en el mundo. Es un permanente aprendizaje para encontrar la forma de servir a los demás. Ser humanista mexicano es tener presente que la única manera de ser provechosamente nacionales consiste en ser generosamente universales, tal como aprendimos del humanista mexicano universal Alfonso Reyes, así calificado por su reconocido discípulo Jorge Luis Borges.

Los mexicanos hemos decidido mayoritariamente ratificar el rumbo de la transformación de México mediante el voto libre de las personas libres. La respuesta a la corrupción, la mentira y la calumnia de la “oposición” fue contundente. Sin embargo el derroche de recursos públicos y privados en las campañas políticas conocidas eufemísticamente como “guerra sucia” o “guerra limpia” pero guerra al fin, no dieron los frutos esperados. Ni de un lado, ni del otro. El circo de tres pistas (PRIAN, MC, Morena) representó las maromas de chapulines que cambian de partido como de calzones, las inesperadas puñaladas traperas de los colegas enemigos – amigos y la infaltable legión de paleros y payasos aliados de la “oposición al cambio”. El derroche grosero, grotesco y gargantuesco de dinero público al fin ha terminado.

Confiamos en que la voluntad del pueblo de México, expresada en las urnas, se convierta en claros objetivos de las titulares del poder ejecutivo federal y estatal para construir la paz con justicia, educación y cultura. Con orgullo y dignidad heredados del humanismo mexicano.

*braulineas@gmail.com