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Alfonso Reyes y la cibernética. Un polímata anticipado a su tiempo

Braulio Hornedo Rocha*

A Gabriel Zaid

La vida y la obra de Alfonso Reyes está surcada por el cultivo paciente de la vastedad y la férrea disciplina del trabajo diario, de modo que no se deja clasificar fácilmente. Sus 210 libros incluyen: una sólida teoría literaria; ensayos; poemas, crónicas; divulgación, reflexión y crítica de las ciencias; dramaturgia; edición; epistolarios; filología; filosofía; historia; narrativa; memorias; traducción, aproximaciones y traslados. Estos son sólo algunos de los afluentes que desembocan en el mar de la “literatura alfonsina”. Octavio Paz señaló con gran tino esta característica central que, por obvia, casi siempre pasa desapercibida. La abundancia creativa expresada mediante una vasta diversidad temática y genérica: “La obra de Reyes no es una obra, sino toda una literatura”.

La mirada de Alfonso Reyes explora creativa-mente muy variados temas como: la mezcalina, los garbanzos, el infinito, el cine, la radio, la servidumbre voluntaria, la Relatividad, la Cibernética, la Teoría matemática de la información, los límites de la Física de Newton, o los peligros potenciales de la energía del átomo.

El libro Cibernética, o de la comunicación y el control en el animal y la máquina, 1948, de Norbert Wiener lleva una dedicatoria para Arturo Rosenblueth, un genial médico neurofisiólogo mexicano, nacido en Chihuahua, a quien Wiener reconoce como su socio y compañero en la ciencia, y junto con quien fue elaborando los postulados expresados en ese su libro capital, entre las ciencias emergentes del siglo XX. Libro que apenas publicado, causó profunda inquietud en don Alfonso.

En el ínter de los dos años posteriores a la publicación de esta obra, Reyes no sólo la conocía, sino que ya la había leído en inglés, estudiado y valorado críticamente con detenimiento. También fue formulando algunas conjeturas y argumentos críticos en torno a esta materia. Quizá estas ideas se afinaron cuando pudo conocer a Wiener personalmente. Esto sucedió en ocasión del par de conferencias que el matemático norteamericano dictó en inglés en El Colegio Nacional en 1950.

El lunes 16 de enero de 1950, Reyes anota en su Diario: “Magnífica conferencia de Wiener en El Colegio Nacional, sobre el tiempo de Newton y el tiempo de Bergson” [1]. Un par de años después, en la entrada del Diario del 21 de marzo de 1952, don Alfonso escribe: “Me tienen muy pensativo las ideas de Von Neumann y de Morgenstern en su Teoría de Juegos, que con la Cibernética de Wiener, parecen inaugurar un nuevo pensamiento científico.”

En el ensayo titulado “El hombre y sus inventos” (1952, XXII, 241), Alfonso Reyes critica, pero también reconoce, con una sopesada dialéctica de sabia agudeza, los primeros pasos de la cibernética. Advierte a la comunidad de científicos del área, con fina ironía: “¡Física, guárdate de la metafísica!”. Para después con preciso tino, pasar a dictaminar que la metáfora, es nada menos que el pecado mortal de nacimiento de la Cibernética, incipiente ciencia de la comunicación y el control en animales y máquinas dice don Alfonso:

“La cibernética abarca varios dominios. Es una abstracción que se proyecta sobre múltiples campos particulares, una síntesis lógica lanzada a descubrir la coherencia entre muy distintas aplicaciones, unas realizadas y otras soñadas. ¡Física, guárdate de la metafísica! Y, en el caso, guárdate de la metáfora, que es, oh cibernética, tu pecado de nacimiento.”

Más adelante, Reyes apunta ciertos rasgos notables del pecado derivado del uso y abuso de la metáfora en cibernética, pero también señala algunas de las diferencias entre el cerebro humano y las nacientes primeras computadoras electrónicas. La computadora carece de iniciativa, es el resultado de la programación hecha por humanos, y ni hablar de qué posea imaginación. El “cerebro electrónico” tiene la capacidad de recibir el reflejo de lo que sucede en su entorno y de direccionar a diferentes áreas del proceso, los datos percibidos, cómo hace el tálamo en el cerebro humano. Pero el artificio electrónico no puede emular las múltiples conexiones del córtex, o corteza cerebral, donde el retardo permite la reflexión significativa, “la duda o la pregunta.” El poeta polímata pionero y crítico de la cibernética, concluye así su texto:

“Entretanto, no nos echen tierra a los ojos contándonos que la máquina supera al cerebro humano por el solo hecho de resolver en unas horas ciertos cálculos que ocuparían a varias generaciones por más de un siglo. Porque la máquina carece de imaginación e iniciativa: posee el reflejo, pero no el retardo en que la reflexión se acomoda; posee el don cerebral del tálamo, no el del córtex. Desde luego, opera mediante la aritmética binaria y no la decimal: propia correspondencia del sí y del no, únicas contestaciones donde faltan la intención, la incitación, la admiración, la duda o la pregunta.”

[1] Reyes, Diario VI, p. 334

*www.catedrareyes.org

Imagen que contiene hombre, frente, natación, foto

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