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Del humanismo radical mexicano

 

A Erich Fromm e Iván Illich

Para ser humanistas, nos propone Alfonso Reyes en su libro póstumo: Andrenio o los perfiles del hombre, es necesario poner todos nuestros saberes y actividades diarias al servicio del bienestar humano. Ser humanista es reconocernos como herederos de una tradición del pensamiento político mexicano y universal. Tradición política milenaria. Para lograr ser humanista no necesitamos cultivar una especialidad de naturaleza filosófica o literaria. Tampoco necesitamos saber griego o latín, o pasar por filólogos o lexicógrafos, ni estar versados en las llamadas humanidades. Estos estudios sin duda nos pueden ayudar de alguna manera, pero de ninguna forma bastan para con eso convertirnos en humanistas. No existe un cuerpo determinado de conocimientos o una especialidad para llegar como por ensalmo a “humanista”. No podemos obtener el grado y título de “humanista” en ninguna de las universidades actuales.

Es necesario señalar la existencia de una antigua variante de esa tradición del pensamiento humanista estudiada por Erich Fromm [1] que él identifica a partir de fuentes griegas y hebreas. Estudiando críticamente el Antiguo Testamento, Fromm encuentra una tradición política que data de los tiempos bíblicos del profeta Miqueas, contemporáneo de Homero. Miqueas llama al pueblo hebreo a la destrucción de todas las armas de guerra. “Martillarán sus espadas para azadones.” A esa tradición del pensamiento político la llama Fromm: radicalismo humanista.

El radicalismo humanista no es una teoría acabada, tampoco una ideología que hay que aprender y recitar. La tradición política del radicalismo humanista la resume Fromm en la introducción al libro de Iván Illich titulado Alternativas (1974), en tres puntos:

  1. Es una actitud.
  2. Es una aptitud.
  3. Es una fe poética, política y moral.

Una actitud es una forma de actuar en el mundo. Pero actuar desde la óptica descreída de la locución latina: Omnibus dubitandum, que simplemente quiere decir dudar de todas las creencias y certidumbres. Dudar por principio de todas las certezas que apacientan el sentido común. Tanto como lograr desprendernos de las creencias que distorsionan nuestra percepción objetiva y neutra de la realidad. Sin posturas predeterminadas, ni convicciones oportunistas de veleta; sin tamices hermenéuticos, ni publicidad o propaganda religiosa o política; sin visiones de sectas o narrativas sesgadas de clase social. Ser humanista radical es una actitud y una aptitud para ser en el mundo, comprometidos con el poder de servir al otro, a los otros, mis prójimos, gracias a quienes yo soy.

El radicalismo humanista es una actitud política ante el mundo y nuestras circunstancias. También es una aptitud moral para con el mundo y nuestros semejantes. El radicalismo humanista es un decir que es una forma de hacer. También es un hacer que es una forma de decir. Al sostener el radicalismo humanista como una convicción que apunta hacia la fe, se revela su profunda naturaleza humana.

Radicalismo no significa simplemente ir a las raíces, o ser disruptivo, significa sobre todo una manera moral de ver, que es una forma política de hacer, fundada en el principio epistémico: Omnibus dubitandum. Dudar de todo. Dudar particularmente de las ideologías, instituciones y las creencias que son ampliamente compartidas por todos, y que, en consecuencia, asumen el rol de axiomas dominantes del sentido común.
Dudar radicalmente es una disposición y una capacidad para cuestionar las instituciones dominantes y los supuestos ideológicos que las sustentan. Instituciones idolatradas como incuestionables fantoches. Impuestas por el sentido común y los intereses del poder económico político.

Dudar radicalmente es un proceso de investigación y descubrimiento para darnos cuenta que el emperador está desnudo y su atuendo es únicamente espuria fantasía. Dudar radicalmente no necesariamente significa negarlo todo. Negar es fácil. Dudar no lo es pues supone un proceso dialéctico que libera de la esclerosis del dogmatismo y que por lo tanto ensancha la imaginación creadora de alternativas.

El humanismo radical es una fe poética y una práctica política y moral por hacer del mundo poesía en la práctica. Ya no para escribir poesía con los hechos del mundo, sino para hacer del mundo poesía. Lo que significa hacer un mundo habitable, tal como nos invita el ingeniero poeta Gabriel Zaid en su libro: La poesía en la práctica.[2] Hacer el mundo habitable significa lograr transformarlo en la medida de mis recursos y posibilidades en un lugar más pacífico, honrado, justo, equitativo y pleno para todos. Desde el humanismo radical mexicano podemos construir una república amorosa cimentada en el corazón, abajo y a la izquierda.

*www.humanistas.org.mx

[1] Fromm, Erich, Y seréis como dioses, México, 1991, pp. 116

[2] Zaid, Gabriel, La poesía en la práctica, Ensayos sobre poesía, en Obras II. El Colegio Nacional, México, 1993.