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La definición de cisma, que etimológicamente proviene del latín schisma, de acuerdo a la Real Academia Española, alude a una escisión, discordia o desavenencia, pero más concretamente a la división o separación de una iglesia o religión. En el caso de la iglesia católica, los cismas no son cosa menor, a lo largo de su historia han sacudido sus sólidos cimientos, tanto así que el Código de Derecho Canónico considera al cisma como un delito que se castiga con la excomunión, la mayor de las penas que impone la iglesia católica a un bautizado.

Como ya se mencionó, los cismas no han sido pocos en el devenir de la iglesia de Roma y entre los más conocidos o recordados se encuentran aquellos que separaron del catolicismo a las iglesias ortodoxas orientales. el famoso cisma de occidente o de Aviñón en el siglo XIII cuando hasta tres papas llegaron a disputarse el trono de San Pedro, la autocefalía de la iglesia ortodoxa rusa que no significó otra cosa, más que los cristianos rusos solo responden a la autoridad de uno de sus patriarcas. Pero los cismas a lo largo del cristianismo no solo han obedecido a motivos dogmáticos o de interpretación de la fe, sino a razones políticas como lo fue el enfrentamiento entre Enrique VIII y el Papa Clemente VII, que derivo en el surgimiento de la iglesia anglicana. Otras escisiones en la iglesia católica como el luteranismo y el calvinismo desembocaron en violentos enfrentamientos, que ensangrentaron los campos de batalla europeos.

En un panorama local, el estado de Morelos ha estado estrechamente vinculado a la curia romana desde 1521, no en vano, nuestro territorio fue uno de los puntos de partida de la evangelización de la Nueva España. Centurias más tarde, en el siglo XX, Morelos no fue escenario de cisma alguno, pero si de episodios polémicos como el ser Cuernavaca epicentro de la Teología de la Liberación alrededor de la figura de su ideólogo, el VII Obispo Sergio Méndez Arceo, así como la presencia también de los controvertidos Iván Ilich y Gregorio Lemercier. Incluso en la década de los ochenta, la parroquia de San Miguel Arcángel en Acapantzingo, Cuernavaca, fue tomada por los seguidores de Marcel Lefebvre, arzobispo francés que se opuso a las reformas instauradas por el Concilio Vaticano II. Lefebvre rompió con Roma llegando al extremo de consagrar obispos, facultad que solo le pertenece al Papa, ello se consideró un acto cismático y Juan Pablo II lo excomulgo. Los Lefebvristas de Acapantzingo mantuvieron la posesión del templo por varios años y en sus liturgias las mujeres debían acudir con un velo cubriendo sus cabezas, no podían vestir pantalones y se sentaban en bancas apartadas de los hombres.

En marzo del 2013, el Papa Benedicto XVI de talante ortodoxo y conservador, renunció al pontificado, fue sucedido por el argentino Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y quien eligió el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís. Francisco no solo es el primer Papa jesuita y proveniente del continente americano, sino que es conocido por ser un perfil contrario a los conservadores de la Santa Sede. Destaca su personalidad austera, humilde, fue testigo de los duros momentos de la dictadura militar argentina, siendo arzobispo viajaba en metro y compraba personalmente su periódico. Desde su juventud simpatizo por la opción preferencial por los pobres, uno de los pilares precisamente de la Teología de Liberación.

La postura del Papa Francisco no sentó bien en el ala más conservadora y ortodoxa de la elite vaticana y es aquí donde surge la figura del Arzobispo Carlo María Vigano. Italiano nacido en 1941 en Lombardía en el seno de una acaudalada familia, se formó en la Universidad Gregoriana y en la afamada y prestigiada Academia Pontificia Eclesiástica, la escuela diplomática y de gobierno vaticana. A la par de su trayectoria como pastor, Juan Pablo II lo hizo obispo en 1992, escaló posiciones en la influyente Secretaria de Estado de la Santa Sede y entre 2011 y 2016 fue Nuncio Apostólico en Estados Unidos, una de las posiciones claves de la diplomacia vaticana. Es un hombre de enorme preparación y gozó siempre de mucho prestigio.

Desafortunadamente el ascenso del Papa Francisco como Sumo Pontífice derivó en enfrentamientos y posiciones irreconciliables entre ambos. Vigano se ha constituido en el más firme crítico y opositor a este papado, llegando al extremo de referirse en términos duros y hasta irrespetuosos hacia Francisco, a quien llama “Papa Bergoglio”

Vigano ha acusado al papa de abuso de autoridad, de herejía, de denostar la figura de la Virgen María, de abjurar de la fe católica y de bendecir a parejas del mismo sexo entre diversos y graves señalamientos. Evidentemente estas acciones han tenido consecuencias y el Dicasterio para la Doctrina del Fe (tribunal papal) declaró el pasado 5 de julio la excomunión al arzobispo Vigano por el delito de Cisma.

Aunque la excomunión no es cosa menor para un católico y más tratándose de un alto prelado, queda ahora la interrogante si los recientes sucesos alrededor de Vigano son tan solo un episodio de una expresa antipatía de un arzobispo hacia el Papa al cual debe obediencia o si bien es el inicio de un cisma más en la milenaria historia de la iglesia católica.

*Escritor y cronista morelense.

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Arzobispo Carlo Maria Vigano. Cortesía del autor