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Brenda Tufiño Gómez y Gabriela Mendizábal Bermúdez*

En el escenario laboral actual, la diversidad ha adquirido un papel protagónico, instando tanto a las empresas como a las comunidades a adoptar perspectivas más inclusivas.

La neurodiversidad engloba una vasta gama de condiciones neurológicas, como el Trastorno del Espectro Autista (TEA), el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la dispraxia y la dislexia, entre otras. Estas diferencias neurológicas pueden ocasionar discapacidades que van de imperceptibles a severas, pero también conllevan destrezas singulares y habilidades laborales que pueden enriquecer cualquier entorno laboral. No obstante, aún existen barreras y prejuicios que restringen el potencial de las personas con neurodiversidad y disminuyen el reconocimiento de sus contribuciones. Es por ello, que es tan necesaria la regulación para las condiciones laborales especiales.

Un ejemplo es Juan, un joven en el espectro autista, que se destaca en su labor de ordenar y empaquetar cuentas de colores en una fábrica de bisutería. Recientemente, su desempeño se vio afectado por la implementación de una máquina cortadora que hace mucho ruido y un espacio de trabajo en el que se incorporaron más personas de las que había habitualmente. Su supervisora intervino, trasladándolo a un lugar tranquilo y proporcionando auriculares para bloquear el ruido exterior. Juan no solo recuperó su rendimiento, sino que también mantuvo su empleo y calidad de vida.

Aunque en el Estado de Morelos no se cuenta con datos precisos sobre la cantidad de personas neurodivergentes, se establece que 60 de cada 10 mil niños y niñas pertenecen al espectro autista; pero no se dispone de cifras para otras condiciones y mucho menos para la población adulta. Según el INEGI, se incluyen bajo la categoría de personas con discapacidades, problemas o condiciones mentales un total de 24,482 individuos en el estado (INEGI 2019), sin discernir la discapacidad de la neurodiversidad. Las personas neurodivergentes enfrentan múltiples desafíos para su integración en la sociedad, pues en ocasiones desconocen su propia condición, lo que limita su participación en el ámbito laboral. Es relevante mencionar que el espectro de la neurodivergencia es tan amplio que existen condiciones que permiten a las personas desenvolverse plenamente, mientras que otras, desde una perspectiva médica y legal, restringen esta capacidad; por lo tanto, su amparo en la sociedad recae en las redes de seguridad social y no desde el ámbito laboral y esto solo es posible determinarlo a través de un debido diagnóstico.

Además, los obstáculos para su inclusión son acentuados por la falta de diagnóstico en adultos. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente uno de cada 115 niños en el mundo padece TEA, y solo uno de cada 10 individuos con TDAH recibe el diagnóstico adecuado. Respecto a la dislexia, se estima que afecta a 3 de cada 10 niños, aunque carecemos de datos oficiales en este sentido.

Se ha reconocido que las personas neurodivergentes pueden enfrentar desafíos adicionales en su entorno laboral, abarcando desde dificultades de comunicación hasta la gestión del tiempo y las interacciones sociales. De acuerdo con un informe de The Adecco Group, a nivel global el 80% de las personas con TEA se encuentran desempleadas, al igual que el 30% de aquellos con TDAH. Pero ¿Cuál es la razón detrás de la incorporación de personas neurodivergentes en el mercado laboral? A pesar de las dificultades, estas personas aportan habilidades analíticas, pensamiento estratégico y destrezas en la resolución de problemas. No obstante, también enfrentan retos en lo que respecta a las interacciones sociales y a la adaptación a cambios en el entorno laboral. De lo contrario, al no reconocerlos estamos contribuyendo a mantener las condiciones de vida inadecuadas que obstaculizan su crecimiento.

Luego entonces, para que las personas neurodivergentes se puedan incorporar al mercado laboral, es fundamental establecer condiciones laborales inclusivas y respetuosas de sus necesidades. Esto implica proporcionar ajustes razonables, como horarios flexibles y ambientes de trabajo sensorialmente amigables, para acomodar sus diferencias cognitivas y sensoriales. Además, se requiere una comunicación clara y directa, así como la promoción de un ambiente libre de prejuicios y estigmas, fomentando la comprensión entre colegas y superiores. Capacitaciones de sensibilización y programas de apoyo específicos pueden contribuir a crear un entorno donde las personas neurodivergentes puedan aprovechar sus habilidades únicas y contribuir plenamente en el ámbito laboral.

* Profesoras Investigadoras de Tiempo Completo de la FDYCS de la UAEM.