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Las muertes de tránsito no son accidentes, son prevenibles

Luz Mery Cárdenas, Carolina Pérez y Tonatiuh Barrientos*

En México, como en muchos países de América Latina, es común conocer a personas que han sufrido una lesión, o peor aún, que murieron a causa de un hecho de tránsito. En nuestro país, todos los días ocurren 41 muertes por hechos de tránsito. Esto tiene repercusiones enormes para la sociedad, pues no sólo está la zozobra para la familia que pierde una hija, un hermano, un padre o una madre, sino que en la mayoría de los casos se pierde a una persona joven, en edad productiva, que dejará de percibir un salario y contribuir económicamente a su familia y la sociedad.

Históricamente, los hechos de tránsito han sido catalogados como accidentes. Desde una perspectiva religiosa, los accidentes se han concebido como “actos de Dios” u ocurridos por voluntad divina. Desde el punto de vista de la Real Academia Española, un accidente se refiere a un suceso eventual e involuntario que resulta en daño para las personas o cosas. Sin embargo, hoy sabemos que los hechos de tránsito no son castigos divinos, ni ocurren al azar y tampoco son inevitables. Por estas y otras razones debemos dejar de llamarlos “accidentes” y repensar los hechos de tránsito como eventos totalmente prevenibles.

Existe evidencia de sobra que señala la efectividad de diferentes intervenciones de seguridad vial para prevenir los hechos de tránsito y salvar vidas. Estas intervenciones comprenden: el mejoramiento en la seguridad de la infraestructura vial y de los vehículos, el control de los límites de velocidad, la adecuada respuesta de los servicios de emergencia y el uso de dispositivos de seguridad por parte de conductores y pasajeros (cascos para motociclistas, uso del cinturón de seguridad y sistemas de retención infantil para automovilistas).

Con un paquete de intervenciones como las que mencionamos arriba, en algunos países se han logrado reducir las muertes por hechos de tránsito a niveles mínimos. Es el caso de Suecia, donde a partir de los años noventa se propuso la meta de cero muertes viales y lesiones graves derivadas de hechos de tránsito. Esto se logró poniendo énfasis en el entorno vial y no sólo en la conducta de los individuos; así, se mejoraron los sistemas de transporte, la infraestructura urbana, la seguridad de los vehículos y los reglamentos de tránsito. Hoy en día Suecia tiene una tasa de mortalidad por hechos de tránsito de 2 por cada 100 mil habitantes, mientras que en México es seis veces más alta.

En nuestro país se cuenta con experiencias prometedoras para la prevención de muertes y lesiones de tránsito. En la Ciudad de México un estudio reveló que las políticas de seguridad vial que incluían menores límites de velocidad y mayores multas por infracciones redujeron la mortalidad por hechos de tránsito. También en la Ciudad de México, otro estudio encontró que el mejoramiento de intersecciones altamente peligrosas para los peatones disminuyó los atropellamientos en 21%. En el ámbito nacional, el alcoholímetro ha reducido las muertes por hechos de tránsito en 12.3%.

La prevención de los hechos de tránsito requiere de intervenciones a todos los niveles, por lo que este tema debería estar en la agenda política y de medios de comunicación permanentemente. Por el momento, desde la academia hacemos una invitación a la ciudadanía a reflexionar sobre el tema. A todas las personas que en esta ocasión nos leen sugerimos respetar las señales de tránsito, evitar consumir alcohol cuando conducen y utilizar los dispositivos de seguridad. La intención no es causar molestia, es proteger la vida.

* Especialistas en salud pública. Invitados por el Dr. Eduardo C. Lazcano Ponce.