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Migración: reflejo de la inequidad social global y su necesario abordaje desde la salud pública

 

La migración –definida como el desplazamiento de poblaciones humanas desde un lugar de origen habitual hasta un nuevo destino permanente‒ constituye un fenómeno global que involucra a cerca de 281 millones de migrantes internacionales. De acuerdo con cifras de la Organización Internacional para las Migraciones, en 2022 entraron 444 mil 439 migrantes a México, lo que representó un incremento de 134 mil 747 respecto al número registrado en 2021 (es decir, un aumento de entre 30 y 31%), y de 261 mil 499 migrantes, en comparación con la cifra notificada en 2018 (58-59%).

Los migrantes y las poblaciones móviles enfrentan muchos obstáculos para acceder a servicios esenciales de atención médica, debido a una serie de factores como el estatus migratorio irregular, las barreras lingüísticas, la falta de políticas de salud que incluyan a estos grupos sociales y la inaccesibilidad a los servicios.

La migración, entre otros fenómenos, es considerada como un determinante social de la salud, debido a su potencial para influir en el proceso de salud-enfermedad. Hay varios niveles de determinantes sociales que impactan en la salud de los migrantes: los entornos socioeconómicos “carenciales” de los que provienen, la problemática que sufren por su estatus migratorio “ilegal”, sus visiones culturales autóctonas y su vulnerabilidad ante la violencia urbana de las que son presas en su largo peregrinar. Aunado a todo ello, enfrentan una serie de exposiciones y riesgos ambientales asociados a sus trayectos, incluyendo la interacción con agentes infecciosos o el traslado de estos últimos desde las áreas endémicas por las que transitan. En la salud de los migrantes también influyen factores individuales como el estilo de vida y la edad, al igual que elementos hereditarios, reproductivos y de comportamiento, a los que pueden llegar a sumarse alguna condición de discapacidad; en muchos casos, el estado de gravidez; el tipo de orientación sexual, y otras particularidades.

A la fecha, las evidencias acerca de las condiciones de vida y de trabajo de los inmigrantes en las ciudades, la limitada accesibilidad a los servicios esenciales de salud y sus vínculos con la (mala) salud, incluida la salud mental, han sido bien documentadas. Sin embargo, hay que reconocer que, para el caso de México, desde la perspectiva poblacional no se han considerado, ni mucho menos cuantificado, aspectos relacionados con la salud de los migrantes y sus posibles factores determinantes, por lo cual el tema constituye una prioridad de investigación impostergable.

La carga de las afectaciones que experimenta la salud mental de las poblaciones móviles, asociada con la retórica antiinmigrante y las políticas de inmigración en constante cambio, es innegable, aunque es probable que las secuelas psicológicas y emocionales permanezcan invisibles en los años venideros. Incluso, en el caso de la población migrante latina que reside en Estados Unidos, las políticas de inmigración excluyentes como una forma de racismo estructural, también han derivado en una epidemia de problemas relacionados con la salud mental, debido a situaciones de estrés.

La migración y el desplazamiento involuntario de muchos miembros de las familias, principalmente de niñas y niños, se han convertido en fenómenos comunes debido a la pobreza generalizada en la que se encuentran inmersos los grupos familiares en sus lugares de origen, la rápida urbanización de los ambientes segregados a los que muchos de ellos se integran, la elevada tasa de desempleo, así como la enorme inequidad social y económica que los motiva a buscar medios de vida lejos de sus respectivos países. Adicionalmente, muchos de los acompañantes, cuyas habilidades y educación suelen ser todavía limitadas, como parte de las familias migrantes se vuelven más vulnerables desde el punto de vista socioeconómico y de género, de modo que se exponen a riesgos relacionados con la salud sexual y reproductiva.

Asimismo, hoy en día está aumentando el número de personas que migran debido a los impactos adversos, sobre sus medios de vida, del cambio climático, la degradación ambiental y los desastres, así como por las alteraciones que se producen en su vida cotidiana y por el deterioro de su salud. Cabe señalar que esta tendencia seguirá presentándose en el futuro si las medidas de adaptación y mitigación no logran alcanzar la escala de la crisis.

Por las razones anteriormente expuestas, se requiere de una acción colectiva en favor de la salud de la población migrante; hay una enorme necesidad de brindar una respuesta social organizada a esta tan compleja situación, en función del bienestar humano. A fin de cuentas, todas las acciones derivadas de dicha respuesta deben orientarse a garantizar los derechos humanos básicos de los migrantes.

* Especialista en salud pública.