loader image

 

Ni el mandado, ni el salario

 

Shakira me agota, me cansa. Quisiera decirle: «Shakira, por piedad, chica, déjalo ya», pero no puedo. No puedo evitar aplaudirla después de cada canción que lanza, porque sus letras siguen resonando en lo más profundo de mi alma.

«La Shaki» continúa facturando, tal como nos prometió con su primera canción, después de haber enfrentado la traición de su esposo Gerard Piqué. Ella afirmaba que las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan. Y no mintió. Shakira encontró su veta de oro al adentrarse en lo que Carl Jung llamaba el inconsciente colectivo, un vasto reservorio de experiencias y emociones compartidas por la humanidad.

En la vida de cada mujer, hay un Piqué, alguien que nos ha herido profundamente, que nos ha traicionado, ese hombre que se alimenta de pretextos y le faltan pantalones para ser fiel y honesto. Jung creía que estas experiencias y arquetipos compartidos moldeaban nuestra psique de maneras profundas e invisibles, y Shakira ha sabido acceder a este profundo pozo de experiencias compartidas para tejer canciones que resuenan en el corazón de millones de personas en todo el mundo, convirtiéndose en la artista mas escuchada en Spotify en español.

Sin embargo, a Shakira no se le acaba el argumento ni la metodología. En lugar de llorar, nos inspira a facturar, nos anima a empoderarnos y, de manera figurada, a enfrentar a aquellos que nos han lastimado.

En su última canción, la colombiana nos demuestra que de bruta, ciega y sordomuda no tiene nada. No solo son las mujeres heridas quienes cantan sus canciones y la aplauden, sino también cualquier trabajador que haya sufrido abuso por parte de un empleador o haya sido despedido injustamente, tal como presuntamente le ocurrió a la niñera de sus hijos, Lili Melgar. Al parecer, Lili fue despedida porque fue ella quien se percató de que a Doña Shakira le estaban comiendo el mandado, es decir, no solo se merendaban a su marido, sino que también le saqueaban la despensa en su propia casa.

Todos somos Lili, y no es necesario ser niñera para experimentar y comprender la sensación de ser despedidos injustamente o sufrir la explotación de un empleador sin escrúpulos. La canción “El Jefe” se ha convertido en un himno de esas voces silenciadas por la injusticia laboral.

En sus versos, Shakira desenmascara a aquellos «jefes» que se aprovechan de la vulnerabilidad de sus trabajadores. Aquellos que lideran con una fachada de experiencia y visión empresarial, pero su principal objetivo es llenarse los bolsillos, sin importar las consecuencias para los trabajadores o la empresa misma.

Y entonces, sin la menor ética laboral, implementan estrategias cuestionables, reducen costos a expensas de los empleados, aumentan la carga de trabajo sin aumentar los salarios y recortan beneficios sin miramientos. Y sin pudor alguno, publican en redes sus logros en el mundo empresarial. Conozco a varios.

Y así, a medida que avanzan en su camino de avaricia, las empresas que alguna vez fueron prósperas suelen tambalearse. Los empleados leales, que han invertido su tiempo y esfuerzo en la empresa, a menudo se ven atrapados en medio de la tormenta, enfrentando reducciones salariales, condiciones de trabajo cada vez más precarias y, en muchas ocasiones, despidos injustos.

Finalmente, cuando los estragos financieros son evidentes y no hay más que saquear, estos ejecutivos entregan sus renuncias, de la noche a la mañana, dejando atrás una empresa en ruinas y personas desempleadas.

El cuento de los jefes abusadores siempre es el mismo, y ellos siempre están listos para repetir el ciclo de explotación en nuevas empresas y con nuevos empleados como lo que son, aves de rapiña.

La música de Shakira, a través de su última canción, arroja luz sobre estas realidades y despierta la conciencia pública sobre la necesidad de cuestionar el sistema y las leyes laborales que permiten que estos pseudo empresarios o ejecutivos sin escrúpulos sigan prosperando.

Las caderas de Shakira no mienten, y sus letras tampoco. Su música se convierte en un himno de empoderamiento, recordándonos que todos merecemos un trato justo en la vida laboral y en la sentimental. Claramente, se pueden merendar a tu marido, pero jamás permitas que te coman el mandado ni te reduzcan el salario.