loader image

 

Descargas Completas

 

Si alguna vez jugaste a Super Mario Bros, entenderás la inmensa satisfacción que se sentía al correr, saltar y romper tabiques. Y ni hablar de la euforia cuando encontrabas un hongo y te lo «comías»; eso era lo máximo. Esos primeros videojuegos, para nuestros cerebros ochenteros o noventeros, poco acostumbrados a las pantallas, eran pura adrenalina.

En mi caso, nunca fui particularmente buena. Vi, más veces de las que me gustaría admitir, la pantalla de «Juego Terminado» o «Game Over«, y mi frustración era épica porque, en aquellos tiempos, las consolas no te permitían guardar las partidas. Es decir, cuando perdías, tenías que empezar desde el primer nivel. Después de horas y horas corriendo y luchando contra tortugas malignas, el juego se complicaba y, de repente, perdías todas tus vidas, es decir, todas las oportunidades que el juego te daba para continuar. Y entonces, ¡zas!, Game Over. Todo se acababa y había que volver a empezar, con los dedos contracturados y el ánimo por los suelos.

No sé a quién se le ocurrió referirse al amor como «el juego del amor». Cada vez que escucho a alguien hablar de esta manera, mi mente se transporta a esas horas interminables frente al televisor, intentando desentrañar los misterios de Mario Bros. Me obsesionaba con buscar atajos para avanzar, superar cada nivel, manteniendo la cabeza fría y siempre con la esperanza de que algún día me convertiría en una experta y finalmente ganaría.

Joaquín Sabina se refiere al amor de manera cruda y poética: «Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño». Aunque siempre me ha parecido acertada esa descripción, nunca me ha gustado referirme al amor como un juego. Sabina no es el único; innumerables canciones, libros e incluso películas han adoptado el título «El Juego del Amor», reflejando las complejas y, a menudo, dolorosas tácticas que empleamos en nuestras relaciones.

Y es que, en nuestra búsqueda por atraer a la persona amada, a veces recurrimos a estrategias, y algunos más osados incluso llegan a mentir para conquistar o mantener una relación. Pasamos el tiempo intentando «jugar» mejor que el otro, tratando de ganar este juego imaginario. Nos convertimos en expertos en el arte de las relaciones, aprendiendo cuándo dar el primer paso, cuándo mostrar interés, cuándo ceder, cuándo ser firmes, cuándo ser sexys y seductores, y cuándo es conveniente decir «tenemos que hablar» o el temido «no eres tú, soy yo» para salir corriendo y evitar caer en un abismo sin fondo, parecidos a los que Mario Bros enfrentaba en su mundo pixelado.

En el fondo, todos queremos ganar en el amor y cuando no funciona, automáticamente pensamos que el juego ha terminado para nosotros, dejándonos con ese mal sabor de boca y una aplastante sensación de que algo hicimos mal. Desde la publicación mi libro «Reincidente: Guía para Solteras y Divorciadas», he recibido innumerables mensajes de personas diciéndome: “mi matrimonio se terminó”, “rompimos”, “lo hemos dejado”, “ya no estamos juntos”, “mi relación fracasó”. Cada mensaje trae consigo corazones llenos de culpa, de preguntas sin respuesta y, sobre todo, desbordados con una sensación de fracaso.

Cuando terminamos una relacion sentimental, nos sentimos igual que cuando veíamos a Mario caer en el abismo: derrotados y preguntándonos cuántas vidas nos quedan para seguir en el juego, mientras lo único que resuena en nuestra cabeza es “Game Over, Game Over, Game Over…

Quizá sea hora de replantear esta metáfora. Tal vez el amor no deba ser visto como un juego con ganadores y perdedores, sino como un viaje de aprendizaje y crecimiento. Cada relación, exitosa o no, nos enseña algo valioso y nos prepara para lo que viene. En lugar del «Juego Terminado», podríamos verlo como una «Descarga Completa».

Al igual que cuando terminas de descargar una aplicación o un archivo con información en tu teléfono o computadora aparece un mensaje que dice «Descarga Completa», este mensaje no implica pérdida ni fracaso; indica que el proceso ha concluido exitosamente y ahora tienes algo nuevo y útil en tu dispositivo. Las relaciones, de la misma manera, nos aportan algo valioso. Nos dejan recuerdos, lecciones, amor, paciencia, dolor y crecimiento. Cada relación nos descarga una serie de experiencias que enriquecen nuestra vida. Y cuando una relación ha dado todo lo que tenía para darnos, simplemente se completa y podemos seguir nuestro camino.

Pero como todo en la vida, nada es perfecto. A veces, entre descarga y descarga, podemos descargar un virus en la computadora que nos desmadra completamente la vida. A veces esos virus vienen en formato «.cuernos» y muchas veces en formato «.narcisista». Pero incluso cuando por error nos entra uno de esos virus, la vida nos obliga a ponernos las pilas, a activar el antivirus y a salvaguardar nuestros archivos más preciados, esos que están en formato “.amor propio”.

Quizá para algunos el amor si sea un juego, pero yo prefiero verlo como una serie de lecciones que te permiten aprender, soñar, disfrutar, folletear, darte en la madre, reconstruirte y, sobre todo, crecer. Y cuando una relación llega a su fin, es porque ha cumplido su propósito y nos ha dejado justo lo que necesitábamos para seguir adelante, un poco más sabios, un poco más locos y un poco más fuertes. Porque, al final del día, el amor no es ganar o perder, sino aprender, crecer y seguir adelante, con una vida llena de «descargas completas».

Imagen: Nintendo