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Francisco Moreno

 

Nunca sabremos quién inventó los tacos; reconocemos que el maíz multiplica sus derivados de muchas maneras, la tortilla y el taco son unas de ellas. El agraciado alimento, el taco,nos gusta a todos. Se prepara y calienta tanto en esas hornillas que improvisan los maestros albañiles así como en las cantinas, donde es una botana casi forzosa. También es aliada delplato fuerte en restaurantes, incluso, en los más suculentos menús gourmet lo presentan cual obra conceptual, o muestra decorativa para abrir el apetito.

Un taco en boca de un hambriento es un manjar, en la de una sibarita una experiencia, pero un taco en boca de un político es propaganda popular, publicidad y lisonja clasista, veamos cómo y porqué. Si revisamos las campañas políticas que se han hecho desde siempre, o las incursiones de quienes ya en el poder gustan bajar a nivel de cancha para departir con el pueblo, veremos que no falta nunca la visita de estos personajes al mercado y a la fonda; a la comilona con los trabajadores y el almuerzo público sobre la banqueta, todo con miras a mostrarse empáticos, comiendo tacos, con todo y el dedito alzado. La cultura popular como herramienta política no llega ni a taco de sal.

En estos menesteres populares y culinarios, el pasado domingo 29 de enero, el presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui, presidió la elaboración de un “largo taco acorazado” que realizaron chefs, cocineras, estudiantes de gastronomía y trabajadores del Ayuntamiento, fue una comunión de la iniciativa privada, la sociedad civil y las autoridades. El taco resultante midió más de 70 metros, y para endilgarle al asunto una justificación cultural, los involucrados apuntaron que su intención fue “preservar las tradiciones, identidad e historia morelense”, pues, dicho sea de paso, este tipo de taco es oriundo del estado. Sin embargo, las notas en medios y redes no destacaron esta loable intensión, sino más bien apuntaron que de lo que en realidad se trató fue de romper un récord “mundial” y con ello alcanzar la necesaria publicidad que sus afanes políticos requieren.

Pero como no todo es como lo pintan, y en política no solo hay daltonismo sino falta de distinción cromática, el dichoso “largo taco acorazado” distrajo la atención mediática de temas que la población de este municipio considera más urgentes y espera se atiendan, como es la distribución del agua y el siempre candente asunto de la seguridad. Porque a quién le interesa hacer un taco acorazado solo para romper un récord, tema este último que tiene una clara intención competitiva, como lo han sido, desde sus orígenes, losRécords Guinness, los cuales llegaron a convertirse en famosos libros desde que elbritánico Hugh Beaver ideó su publicación en 1955. Tiempo después creó esa inútilcampaña que tenía, y aún tiene, el único afán de que algunos destaquen entre tantos millones de seres humanos por superar una meta anterior o innovadora, para de este modohacerse de un lugar en la historia, o al menos tratar de ser recordados y no pasar al olvido como el resto de los mortales de a pie. 

Debido a que este taco requirió más de 125 kilos de masa, una máquina especial para hacer la tortilla, otros tantos kilos más de arroz y variados guisados, su costo seguramente no fue menor. Dicen que todos los que colaboraron en su elaboración lo hicieron de manera voluntaria, actividad en vivo que logró reunir a decenas de familias, locual, sin duda, fue un éxito de proselitismo disfrazado de cultura gastronómica y turística.

Ahora bien, como cualquier taco acorazado, éste requirió los respectivos ingredientes básicos, por lo cual nos facilita hacer un cálculo sobre cuánto costó basándonos en el precio de un taco normal promedio, mismo que ronda los 45 pesos. La medida aproximada de este taco es de 20 centímetros, y el “largo taco acorazado”, como ya dije, se extendió poco más de 70 metros, por lo que calculo que de él salieron algo así como 352 tacos individuales, cifra que, multiplicada por el precio unitario, nos arroja un precio de alrededor de 16 mil pesos, esto sin contar los gastos indirectos. 

Este monto son casi tres salarios mínimos, o sea que con el dinero destinado para llegar al supuesto récord habrían podido subsistir durante un mes tres trabajadores que ganen el salario mínimo. Y si trasladamos ese monto a un producto básico, como es el agua potable, entonces podríamos preguntarnos cuántas pipas se habrían podido comprar con ese dinero, y la respuesta es simple: una pipa de diez mil litros cuesta 700 pesos, por lo que con 16 mil pesos se hubieran podido comprar 23 pipas, o sea, 230 mil litros, pero bueno, seguro las familias que viven en las zonas que no reciben el vital líquido se habrán comido cuando menos una parte del gigantesco acorazado. Ya sé que las comparaciones no son la mejor herramienta, pero el ejercicio vale la pena.

Cerremos el tema con unos datos más, la empresa oficial de los Récords Guinness (www.guinnessworldrecords.es) establece que para solicitar el ingreso, supervisión y validez de los récords debe llenarse una solicitud que tiene varios “Motivos generales por los que se rechazan”. El proceso para recibir respuesta puede tardar hasta cuatro meses, ya que la empresa recibe más de mil solicitudes semanales a nivel global. Vale destacar que entre los motivos por los que una petición es rechazada de inmediato está el que apunta a temas “Demasiado especializados: los récords deben ser rompibles y deben poder generar un interés internacional; si su sugerencia es demasiado específica, es posible que no sea aceptada”.

¿Quién hubiera imaginado que un taco acorazado es de interés internacional?, ¿o digamos cuando menos nacional?, ¿o solo será regional? Me temo que la “fe” de los notarios no es suficiente, y en este acto la clase política confirmó nuestro famoso dicho, aquel que dice que “de lengua me como un taco”.

 

 

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