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Tlalnepantla es unos de los tantos parajes idílicos de los Altos de Morelos. Cuna de gente industriosa, destaca también como un importante productor de nopal. Al igual que otras comunidades morelenses no ha estado exenta de conflictos sociales, así como de excesos por parte de autoridades que han derivado en enfrentamientos entre sus habitantes y las fuerzas estatales. Recientemente el flagelo de la delincuencia que azota a todo el territorio nacional, en Tlalnepantla no es excepción, y el hartazgo popular ha tenido como consecuencia la organización de guardias comunitarias.

El reclamo de seguridad en bienes y personas, así como la paz social de los pueblos de Morelos, constituyen una exigencia legitima y urgente, pues sin seguridad pública la vida cotidiana se ve comprometida y el desarrollo económico y social es nulo. Sin embargo, las experiencias recientes en Michoacán y Guerrero dan cuenta de que las guardias comunitarias independientes son un rotundo fracaso, esto último se refuerza a nivel local con el ejemplo de la polémica Ronda en Ocotepec al norte de Cuernavaca. Todas las agrupaciones anteriores, amparándose en organizarse frente a la inseguridad o en una torcida interpretación de los usos y costumbres han resultado ser más útiles al crimen organizado y a la impunidad que a la defensa de sus pueblos.

Es aquí donde surge la alternativa de los Cuerpos de Defensas Rurales dependientes de la Secretaria de la Defensa Nacional y regulados por la constitución mexicana. No hay nada nuevo bajo el sol, la propuesta de ciudadanos voluntarios alistados como fuerzas auxiliares del ejército para la defensa exterior e interior del territorio no es novedad. Durante el virreinato se formaron las Milicias Provinciales ante los escasos efectivos del ejército de la corona, con motivo de la invasión norteamericana de 1846 surgió la Guardia Nacional que se cubrió de gloria en Churubusco y Molino del Rey, así como posteriormente en la Guerra de Reforma y en la jornada épica del cinco de mayo con las tropas de Zacapoaxtla y Tetela de Ocampo.

En un periodo intermedio, el presidente Juárez ordenó en 1861, la creación de los cuerpos de Policía Rural. Con la llegada de Porfirio Díaz al poder, se conformaron los afamados Rurales de la Federación dependientes de la Secretaria de Gobernación y que fueron uno de los pilares de la pax porfiriana. Por su origen popular no pocos cuerpos de rurales simpatizaron con Madero, fue dramático su sacrificio intentando asaltar la Ciudadela durante la Decena Trágica. Con Huerta en el poder fueron sumados como exploradores al ejército federal y evidentemente licenciados en los Tratados de Teoloyucan en agosto de 1914.

Durante la presidencia de Carranza, se organizaron rurales particularmente en Chihuahua para defender a las poblaciones de las incursiones villistas. A partir de 1920 se alistaron cuerpos de agraristas que sirvieron al gobierno para seguridad interior y para combatir rebeliones como la Delahuertista y la Escobarista.

El presidente Ávila Camacho, reorganizó e incorporó a los agraristas a la Secretaria de la Defensa Nacional como uno de los cuerpos que conforman el Ejército Mexicano, tales como las unidades de combate, de servicios, cuerpos especiales y el sistema educativo militar. Actualmente son una de las Direcciones Generales de la SEDENA.

Su estado de fuerza se compone de 14 cuerpos de infantería y 12 de caballería diseminados a lo largo y ancho de zonas rurales del país, sus miembros son ejidatarios que gozan de buena fama y arraigo en sus comunidades. Reciben el adiestramiento, la formación ética y la disciplina básicos, son armados y están en igualdad de condiciones que sus pares en el ejército profesional. Estos voluntarios son mandados por oficiales del ejército lo cual no solo garantiza el funcionamiento correcto de los cuerpos, sino que no fracasen o desvíen el camino tal como sucede con las guardias comunitarias y las Rondas.

A la ventaja del conocimiento del terreno y de sus vecinos se añaden las misiones de proporcionar seguridad a sus localidades, auxilio a la población en casos de desastre, coadyuvar con las operaciones de las tropas del ejército y participar en las conmemoraciones cívico-militares.

Cualquier esfuerzo a favor de la seguridad pública y la paz social en Morelos debe ser bienvenido. Sin embargo, siempre y cuando sea dentro del marco de la ley, ahí es donde surge la propuesta de las Defensas Rurales como una alternativa cívica y genuinamente ciudadana, opuesta diametralmente a la anarquía e impunidad características de las Rondas y Guardias Comunitarias.

*Escritor y cronista morelense.