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El tsunami guinda, de la jornada electoral del 2 de junio, hizo que muchos mexicanos el lunes nos despertáramos llenos de asombro y desconcierto; otros, los triunfadores, sobra decir, que están embelesados con el triunfo. Aun cuando el proceso electoral no ha concluido, todo indica que Claudia Sheinbaum será la primera mujer presidenta de México.

“Haiga sido como haiga sido”, porque nuestro Estado de derecho es enclenque, la decisión de la mayoría de la voluntad, dizque, soberana será irreversible. Para más de 35 millones de mexicanos el rumbo del país es el correcto y; para 25 millones de mexicanos el rumbo es incierto y vaticinan tiempos difíciles.

En la era de la incertidumbre, ha quedado de manifiesto que transitamos de una democracia con división de poderes a un sistema político sin pesos y contrapesos, donde el poder residirá en una sola mujer con un congreso a modo y un poder judicial, que poco a poco, quedará desdibujado. Hacía tiempo que la división de poderes era solo letra escrita y solo cobraba fuerza en el discurso político o en una que otra decisión.

Por lo pronto, los partidos políticos de oposición y los aliados al ganador han sido reducidos a simples rémoras. Los ciudadanos inconformes tendrán como aliados a los mercados que fungirán como contrapeso real al poder omnímodo que ha emergido. Aún para militantes y simpatizantes del partido triunfador vendrán tiempos difíciles e inciertos. Solo tendremos una leve esperanza que las cosas puedas ser mejor.