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EL MODELO CADUCO DE LOS PARTIDOS POLITICOS

Vicente Arredondo Ramírez*

Reitero la importancia de entender que los procesos electorales no agotan el sentido y propósito de la vida en democracia. Esta afirmación es profundamente revolucionaria, o si se quiere, transformadora. 

El “combo/paquete” de democracia liberal que incluye partidos políticos, candidatos, programas y elecciones recurrentes está agotado. Sus limitaciones y contradicciones están a la vista. Los supuestos e intenciones sobre los que se construyó este modelo están cuestionados y desalineados con lo que realmente suceden en la realidad.

La revolución francesa (1789) expresó el hartazgo de la población de que sólo el Rey y la Iglesia definieran el sentido de la vida y la forma de organización de la sociedad. Como era de suponerse, en la Asamblea Nacional se generó la división entre quienes quería conservar el status quo, y los que deseaban que las decisiones del pueblo se hicieran valer, sin que el Rey las pudiera vetar. Los primeros estaban agrupados a la derecha del presidente de la Asamblea, y los segundos, a la izquierda, situación que simplemente facilitaba el conteo de las votaciones. 

Desde entonces, y a medida que avanzó en Occidente el pensamiento de la ilustración aplicado a la política, el modelo de partidos políticos, candidatos, programas y elecciones se fue aceptando como la única forma de vivir en democracia. La identificación de las agrupaciones con fines políticos se manifestó de diversas formas: por ejemplo, en Inglaterra, pionera en este sentido, entre los torys (nobleza) y los whigs (burguesía); en Francia, entre republicanos y monárquicos; en Estados Unidos, entre federalistas y anti-federalistas; en México entre liberales y conservadores, o bien, entre federalistas y centralistas. Esta modalidad de agrupaciones con fines políticos se amplió en el siglo 20 con las propuestas de reorganización integral de la sociedad, planteadas por las revoluciones sociales, como la rusa y la mexicana. Surgieron también partidos políticos “especializados”, en causas o grupos, como la ecología y los trabajadores. 

Como quiera que sea, lo que conocemos actualmente como partidos políticos es el resultado de la evolución de pequeñas facciones y grupos que compartían una misma visión e intención de influir en la sociedad. Al inicio fueron considerados peligrosos y amenazas para el poderconstituido, pero al paso del tiempo, acabaron siendo reconocidos como instrumentos de interés público, con todo el respaldo legal y constitucional requerido.

La condición de legitimación la daba el hecho de participar en elecciones recurrentes, con candidatos comprometidos a desarrollar determinadas acciones consistentes con su visión de sociedad. Todo lo cual se ha considerado como característica esencial de un país democrático.

Sin embargo, los hechos demuestran de sobra que este modelo de gestionar la cosa pública está lleno de limitaciones e inconsistencias, como ya se ha dicho. La excusa para no encararlas es la multicitada afirmación atribuida al primer ministro inglés Winston Churchill de que“la democracia (partidos y elecciones) es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”. La ignorancia y la pereza mental son los grandes cómplices de los que se benefician de una determinada forma de organización de la política y de la economía en una sociedad. 

La sinécdoque de que la existencia de los partidos políticos y los procesos electorales es equivalente a vivir en democracia no se sustenta. Listemos sólo dos supuestos e inconsistencias:

1. Los partidos políticos reflejan diversas visiones y formas de gestionar la vida en sociedad. De ser el caso, es algo absurdo, ya que las elecciones son recurrentes, lo cual permite la alternancia; sin embargo, formas distintas de hacer economía no se construyen y deconstruyen cada tres, cuatro, cinco o seis años. 

La réplica a lo anterior es que en sociedades democráticas existe una carta magna o constitución que le da rumbo y estabilidad a la gestión gubernamental, aun en situaciones de alternancia partidista. De nuevo, si es el caso, entonces la justificación de los partidos políticos se acota a la función de hacer énfasis y ajustes en algunos aspectos, pero no en la lógica y la orientación de toda la maquinaria social.

Aceptada esa limitación, habría mecanismos más simples, funcionales y económicos para vivir en “democracia”, sin necesidad del oneroso y reiterativo modelo de congresos y asambleas en todos los órdenes de gobierno. Mecanismos como la “democracia directa” sobre asuntos muy concretos de legislación y política pública podrían cumplir esa misión. Además, no se requeriría de “políticos de oficio”, ni de la existencia injustificada de tantos partidos políticos con su carga burocrática y fiscal, e indistinguibles en su propósito y visión, sobre todo cuando acuerdan hacer alianzas electorales y de gobierno. 

2. Otro recurso discursivo es la afirmación de que quien gana las elecciones gobernará para todos, esto es, buscará darle satisfacción a los diferentes intereses que justificaron la creación de partidos políticos diferentes, representandovisiones opuestas de sociedad. ¿Cómo entonces gobernar para todos, cuando lo lógico es gobernar para los interesesespecíficos de quienes le dieron la mayoría de los votos a quien ganó la elección?

Estas son solo dos líneas de reflexión sobre la disfuncionalidad de la existencia de los partidos políticos. Hay más, que tiene que ver, por ejemplo, con laresponsabilidad de los partidos en la forma de  selección de sus candidatos, y del seguimiento a su gestión, una vez electos. Hay mucha tela de donde cortar.

*Especialista en temas de construcción de ciudadanía.

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