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¿A QUÉ TRIBU PERTENECES?

Vicente Arredondo Ramírez *

En este mundo revuelto en el que vivimos, nuestras visiones y perspectivas de las cosas se modifican, se contradicen, desaparecen, o se renuevan. Un cambio de época por necesidad implica un cambio de entendimiento y de significado de muchas cosas.

El desarrollo de la tecnología de comunicación dio pie para que el sociólogo canadiense Herbert Marshall McLuhan (1911-1980) nos planteara, ya desde hace más de cuatro décadas, la idea de que vivimos en una “aldea global”, aun antes de la existencia y uso generalizado de la internet. Los medios digitales de comunicación masiva nos han permitido adquirir cada vez más, en cantidad, accesibilidad y velocidad, la información de lo que sucede alrededor del mundo. Esa experiencia nos ha ampliado el horizonte mental y nos permite percibir al mundo en una escala aldeana.

Como todo en la vida es dialéctico, a este fenómeno de sentirnos habitantes de la aldea global, se ha sumado el rechazo a insertarse en la ampliamente promovida y diseminada cultura anglosajona, ya que esto tiende a borrar las identidades de los múltiples grupos sociales que habitan el planeta. En efecto, esta reacción busca inocular a los grupos humanos de la clara intención de imponer una cultura determinada a todo el resto del mundo, por parte de los poderes fácticos de influencia mundial.

En este sentido, es comprensible el surgimiento del movimiento actual que defiende el derecho a la propia cultura, y promueve el respeto a la diversidad humana y social. Esta defensa de las diversas culturas nacionales se desdobla también en movimientos sociales y políticos defensores de derechos individuales y grupales. Claro ejemplo de ello son las causas de los pueblos indígenas, de los grupos LGBTs, así como las de los grupos políticos independentistas, globalistas y soberanistas. Podemos afirmar figurativamente que hay una necesidad del “regreso a la tribu”.

Hallazgo primigenio de la sociología fue la necesidad de toda persona a pertenecer a un grupo, en el que cobija su inseguridad y se afirma como individuo. La necesidad de vincularse a una “tribu” se ha analizado recientemente, por ejemplo, en el marco de las llamadas culturas urbanas en las ciudades modernas, las cuales se caracterizan por estar conformadas por jóvenes que construyen su identidad grupal alrededor de formas de pensar, de actuar, de vestir, de hablar, de consumir, y de ocupar el tiempo; este impulso natural a pertenecer a un grupo, a una “tribu” tiene también muchas otras manifestaciones en la actualidad.

El conocimiento que tenemos de otras identidades, por gracia de la comunicación tecnológica digital, ha permitido la comparación o contraste de formas de vida, lo cual, si bien puede producir el deseo de la imitación, también lo contrario, esto es, el impulso a defender lo propio, ya sea por gusto, orgullo o propia seguridad.

En el cambio de época que estamos experimentando, desde luego también está impactada la forma que conocemos de hacer política. Uno de los efectos de esto es la polarización social que se experimenta entre países y al interior de ellos, incluido desde luego el nuestro. Al interior, se exaltan de manera notable identidades grupales bien focalizadas, expresadas en ideologías políticas, pertenencia a grupos o partidos políticos, y formas de participación en procesos electorales. Este tipo de “tribus” ha crecido, aunque muchas de ellas sea por motivos, más pedestres y egoístas, que de auténtica defensa de una identidad individual y grupal que fortalezca a la sociedad en su conjunto. Son “tribus” de pelea y destrucción, más que de fortalecimiento y creación.

Sería interesante preguntarnos a qué tipo de tribu pertenecemos, y el porqué de ello. Pero ¿cómo saberlo? Propongo responder un sencillo cuestionario que puede ayudarnos para ello:

1. ¿Con qué grupo de personas me siento más deseoso de estar, platicar y convivir, fuera de mi familia nuclear? Aquí hay que revisar la frecuencia de las reuniones y los temas preponderantes de conversación.

2. En orden de importancia, ¿cuáles son las tres cosas en las que coincido con las personas con las que más me gusta estar y convivir?

3. En orden de importancia, ¿cuáles son las tres principales preocupaciones que comparto con las personas con las que más me gusta estar y convivir?

4. ¿Cuál es la actividad a la que regularmente le dedico la mayor parte de mi tiempo diario? Esto determina la materia de mayor exposición de mis sentidos y pensamientos, y con quiénes los comparto.

5. Más allá de la información que recibo por la actividad preponderante que realizo, ¿cuáles son mis principales fuentes de información sobre lo que pasa en mi ciudad, en mi país y en el mundo? Aquí hay dos líneas de consideración: saber si tengo una o varias fuentes de información, y si todas ellas, o sólo algunas, coinciden con mi forma de pensar.

6. ¿Soy consciente de qué tipo de empresas de bienes o servicios apoyo más, tomando en cuenta el perfil de la mayor parte de mis gastos? Hay que tener en cuenta que el consumo crea vínculos de pertenencia y respalda a quienes reciben nuestro dinero.

Al final, entreteje el conjunto de tus respuestas y saca tus conclusiones.

* Especialista en temas de construcción de ciudadanía.

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