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DISCURSOS AGOTADOS

Vicente Arredondo Ramírez *

La Jornada Morelos

1 de agosto del 2023

Los días 17 y 18 de julio pasado, se celebró en la ciudad de Bruselas, Bélgica, la III Cumbre de la Unión Europea (UE), y La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). En ella participaron 27 jefes y jefas de Estado de la UE, y 33 de la CELAC. Fue un reencuentro a ocho años de la última reunión celebrada en al año 2015. https://data.consilium.europa.eu/doc/document/ST-12000-2023-INIT/es/pdf

La Cumbre se realizó en un contexto internacional muy complicado, en el que se están experimentando cambios geopolíticos, económicos, sociales y culturales que tienen en tensión a toda la comunidad mundial.

El propósito general de la reunión quedó señalado en el numeral 6 de la declaración final: “Ponemos de relieve nuestro compromiso de fomentar la cooperación y las relaciones amistosas entre nuestros pueblos, con independencia de las diferencias entre nuestros sistemas políticos y tomando en consideración las disparidades de nuestros niveles económicos, sociales o de desarrollo. Inspirándonos en nuestros valores comunes y guiándonos por los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, trabajaremos juntos con una perspectiva de futuro común”.

En los hechos, no se cumplió un punto central de la agenda de los países de la UE para esta reunión, esto eso, el respaldo que esperaban les diera la CELAC por su participación en la guerra contra Rusia, vía la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Para la frustración de la UE, los países latinoamericanos y caribeños no accedieron a esa petición.

A pesar de ello, se llegaron a acuerdos generales de cooperación sobre prácticamente todos los temas que están en el debate internacional: la promoción de la gobernanza mundial, el reforzamiento del sistema multilateral, la puesta en práctica de la agenda 2030, los derechos humanos, los derechos laborales, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria y energética, el problema mundial de las drogas y la delincuencia organizada, la migración, la salud, el cuidado de los océanos, el acceso al agua potable, la disponibilidad de recursos financieros, la reducción del endeudamiento exterior, la digitalización y la fiscalidad, y la reforma del sistema de las Naciones Unidas, incluido su Consejo de Seguridad. Nada expreso, sin embargo, en materia de las poderosas corporaciones de comunicación, de alimentos, farmacéuticas, de la industria militar, y de los grandes fondos de inversión, auténticos poderes fácticos mundiales.

Sabemos que la comunidad internacional está acostumbrada a participar en este tipo de reuniones de carácter multilateral, muchas de ellas convocadas por la Organización de Naciones Unidas, o por otras agrupaciones regionales de países. Estos encuentros internacionales pueden versar sobre temas generales o específicos. Su finalidad es convenir acciones conjuntas para atender las problemáticas que afectan a todos los participantes.

La valoración que se les da a esas reuniones internacionales es ambivalente: por un lado, nadie cuestiona la necesidad de hacer acuerdos entre los países sobre asuntos de interés común, pero por otro, se cuestiona que las resoluciones que se toman suelen quedar en un listado de buenas intenciones y de cursos de acción deseables, porque, al no ser vinculatorias, su cumplimiento queda al arbitrio de los respectivos gobiernos.

En este marco, no se olvida el comportamiento que tuvieron los países ricos de Europa y Norte América, a propósito de la pandemia de la COVID 19. En la emergencia por disponer de vacunas y de instrumentos sanitarios, aprovecharon su condición hegemónica para atender a sus propias poblaciones, con muy pocas expresiones de solidaridad con los países pobres. Sumado a ello, y en sentido contrario, es desconcertante la el actual papel de la UE en la guerra de Estados Unidos contra Rusia y China, que tiene como campo de batalla el país de Ucrania. Las imposiciones de los Estados Unidos a la UE, como el envío de armas a Ucrania y los bloqueos comerciales, están lesionando seriamente el bienestar de sus propias poblaciones y de muchas otras ajenas al conflicto.

En este contexto, quién puede creer que sea realista el cumplimiento del acuerdo número 27 de la declaración final de la Cumbre de referencia, que señala: “Reconocemos la importancia de la cooperación internacional en el período posterior a la pandemia para fomentar el desarrollo sostenible, prestando especial atención a abordar las deficiencias estructurales en cuestiones de infraestructura, productividad, sociales, medioambientales e institucionales, así como en la preparación ante el riesgo de desastres y la gestión de riesgos”.

Esta Cumbre, como muchas otras, encubre el único interés de los países ricos en su trato con los países pobres, esto es, acceder a las materias primas de sus territorios, venderles servicios y productos generados por ellos, endeudarlos para tenerlos sometidos a sus reglas económicas, venderles seguridad y armamento, continuar el colonialismo disfrazado, y preservar su hegemonía en todos los ámbitos posibles.

Un nuevo orden mundial, se construirá con retórica y reglas de intercambio distintas a las conocidas.

* Especialista en temas de construcción de ciudadanía.

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