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CONOCIMIENTO Y PODER

Este verano del 2023 se estrenó la película “Oppenheimer”, escrita y dirigida por Christopher Nolan (Londres, 1970), director de cine, guionista, productor, cuyos trabajos en el cine de estudio son claramente identificables por su original manera de enfocar y desarrollar los temas tratados.

La película es una “biopic” que versa sobre la historia del físico estadounidense que dirigió el Proyecto Manhattan, en el laboratorio de Los Álamos, Nuevo México, y cuyo propósito fue la invención de la bomba atómica. La película es una adaptación del libro ganador del premio Pulitzer titulado “American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer”, escrito en 2005 por Kai Bird y Martin J. Sherwin.

Como toda buena película, tiene diversas líneas de análisis, algunas de las cuales, en este caso, son la psicología del personaje, las dinámicas del mundo académico/científico, el contexto de la segunda guerra mundial, la relación científicos/gobierno, la confrontación de la ética con la pragmática, y la relación conocimiento y poder. Bordaré algunas reflexiones sobre este último aspecto.

La creación de una bomba que libera una gran cantidad de energía por medio de reacciones nucleares puede ser considerado el mayor descubrimiento hecho hasta ahora por el ser humano. La razón es simple: permite tener al “alcance de la mano” la destrucción del género humano; pero ¿qué se combinó para que esto fuera posible?

Sin duda, la primera condición fue tener el conocimiento de cómo está constituida un tipo de materia, lo cual permitió su manipulación. La segunda, que una o varias personas con poder de decisión hayan convenido en aplicar el producto de ese conocimiento. El resultado: dos ciudades japonesas, Hiroshima y Nagasaki, casi destruidas, y 200 mil personas muertas en un santiamén. Eso fue el inicio. Actualmente hay varios países que poseen incontables bombas, mucho más poderosas que la primera versión, y que la irracionalidad, paradójica condición más que probada del llamado “homo sapiens”, puede hacer posible la destrucción de toda la humanidad.

Sabemos bien, sin embargo, que el deseo y la facultad de conocer es característica esencial, incontenible y exclusiva del ser humano. Ese impulso natural se satisface básicamente por dos caminos: lo que resulta de la simple exposición e intercambio con la realidad que nos rodea, o bien, adquiriendo conocimientos a través del estudio sistemático de fenómenos sociales y naturales, aplicando para ello metodologías preestablecidas. De hecho, la evolución misma del género humano sólo puede ser entendida, conociendo la forma en que se ha venido expresando tecnológicamente su nivel de conocimiento de la realidad. Bajo esa óptica, se puede entender y relatar la historia de la civilización, incluyendo la época actual a la que sin reparos se le califica como la “sociedad de la información”, y en la que se reitera que “conocimiento es poder”.

En efecto, el avance del conocimiento y su aplicación en tecnologías de diversa índole ya sea la coa o el algoritmo, ha incrementado el control del humano sobre muchas de las fuerzas de la naturaleza, pero también sobre la vida de otros seres humanos.

La película de referencia nos sitúa claramente en la intersección de dos dimensiones: el conocimiento científico y el poder político. A lo largo de las tres horas de duración, van sucediendo cosas que bien nos pueden referir a la necesidad de responder cuatro preguntas: ¿qué es lo que el ser humano quiere conocer?, ¿para qué lo quiere conocer?, ¿qué hace para conocerlo? y, sobre todo, ¿qué quiere hacer con ese conocimiento? Esta película da elementos para responder estas preguntas, aunque las respuestas pueden ser diversas, dependiendo de quién las formule y desde qué perspectiva lo haga.

La cinta sobre el físico estadounidense nos introduce en las dos dimensiones señaladas. En cuanto a la dimensión del conocimiento científico, queda claro que es un territorio propiedad exclusiva de los científicos. Los espectadores no versados en las ciencias de la naturaleza testimoniamos que entre ellos se comunican con códigos restringidos, y deducimos que en simultaneidad recogen el saber acumulado y crean nuevo conocimiento. Es claro que su saber es poder, ya que, sin él, el otro poder, el de la dimensión del poder político, no puede lograr sus propósitos, y lo mismo se puede decir en sentido contrario.

El conocimiento científico se convirtió en un producto que fue comprado por el poder político, en un marco de competencia, tanto al interior del mundo de los científicos, como al interior del mundo de los políticos mismos. Al final, la agenda bélica de los políticos prevaleció, con los resultados de destrucción conocidos.

En resumen, la película muestra bien lo que es el poder del conocimiento, y nos da elementos para tener un mayor conocimiento del poder; sin embargo, lo importante es no soslayar las cuatro preguntas arriba formuladas, sobre todo en esta época en que se venera tanto el conocimiento científico, se desestiman sus implicaciones, y, lo más grave, se minimiza el conocimiento sobre el ser humano.

*Especialista en temas de construcción de ciudadanía.

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