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EL COMPLICADO CAMINO HACIA LA PAZ SOCIAL

 

El pasado 23 de septiembre se hizo pública una convocatoria signada por autoridades de la Conferencia Episcopal Mexicana, de la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México AR, de la Compañía de Jesús en México, y de la Dimensión Episcopal de Laicos.

La convocatoria es para la creación de la Red Nacional de Paz, para que, vía el diálogo entre todos los sectores sociales, se trascienda de una cultura de violencia, hacia una cultura del cuidado y de la paz. Afirman que esta iniciativa está respaldada por más de 18 mil personas que participaron en conversatorios, foros de Justicia y Seguridad, y un Diálogo Nacional, que dieron como resultado la formulación de la Agenda Nacional de Paz.

Señalan que este acuerdo “no busca promover la confrontación ni la venganza, sino la unidad y la reconciliación del país, para que todos podamos ser protagonistas en la construcción de la paz y la justicia. Nadie debe sentirse excluido, participando las familias, las comunidades, los pueblos, las ciudades, las instituciones, las fuerzas políticas, la nación entera”.

La Agenda Nacional de Paz está plasmada en un documento elaborado por personas básicamente vinculadas a la academia, y a organizaciones de la sociedad civil, y cuyo contenido está dividido en tres partes:

https://drive.google.com/file/d/1Ack4ufFxdoyR4TmpGM3SD9v9B5mDJgpj/view

En la primera, se hace la pregunta de ¿dónde estamos?, que a manera de diagnóstico se refiere a condiciones del contexto internacional y del contexto nacional, con una interesante distinción entre lo que sucede en las comunidades, y lo que sucede en las instituciones. La segunda parte, borda alrededor de la pregunta de ¿a dónde queremos ir?, perfilando propósitos deseables, también vistos tanto desde la situación en comunidades, como desde la situación institucional. Finalmente, la tercera parte perfila “La Ruta que Debemos Seguir” para alcanzar los propósitos de paz, de nuevo, con la perspectiva desde las comunidades y de las instituciones.

Creo que al margen de cualquier condición de índole político/partidista y de pensamiento religioso, este documento debe leerse y nos impele a tomar postura frente a la lectura que hace de la realidad y de su propuesta sobre cómo atender el tema de la construcción de una sociedad segura y sin violencia.

Este espacio no da para tal propósito, sin embargo, haré unas afirmaciones sintéticas sobre uno de los muchos aspectos tratados en cada una de las tres partes del documento.

En cuanto al contexto internacional y la macrocriminalidad, expuesto en la primera parte, se afirma que “para comprender la violencia en México es importante señalar que tenemos una extensa frontera con Estados Unidos, principal consumidor de drogas y mayor productor de armas a nivel mundial”.

Sin duda el pasado de nuestro país ha estado condicionado a la forma de vida y actuación de nuestro país vecino, lo es en la actualidad, y sin duda lo seguirá siendo en el futuro. El reto, sin embargo, consiste en ir incrementando nuestra autoestima como pueblo y nación, teniendo en cuenta el debilitamiento constatable de la hegemonía que ese país ha impuesto a México y al mundo. Es especialmente importante entender cómo y por qué la cultura anglosajona ha permeado la nuestra, forzando formas de vida y convivencia individualistas que no nos son naturales.

En la segunda parte, en la que se pregunta ¿hacia dónde debemos ir?, el documento señala que hay que “recuperar la Institucionalidad y el Sentido de Orden. Tanta violencia en el país está llevando a perder el sentido de las normas, los límites y el respeto hacia la vida de los demás y el propio entorno, generando una sensación de desorden y caos…(aunque) es importante cuidar el no retorno de prácticas autoritarias que justifiquen el uso de la violencia por encima de los derechos humanos y la dignidad de las personas”.

La modernidad nos enseñó que las instituciones son elementos esenciales para construir y fortalecer a los Estados/nacionales. El problema con ellas, es que se han olvidado de los fines para las que fueron creadas, y grupos de poder, lícitos e ilícitos, se han apoderado de ellas. Hay que rescatarlas, a través de debates públicos sobre su sentido, vigencia y alcances.

Finalmente, en cuanto a “la ruta a seguir”, tratada en la tercera parte del documento, destaco el señalamiento de que “la agenda ha de establecer de manera prioritaria mecanismos de contraloría ciudadana para atacar la corrupción e impulsar reformas a las políticas anticorrupción, así como establecer mecanismos de colaboración para capacitar y elevar la calidad de los gobiernos”.

Más que nunca necesitamos despertar nuestra creatividad, para que el tema de corrupción/gobierno no lo sigamos tratando de manera correctiva, sino fijando condiciones exigentes y exigibles de ingreso y permanencia de los ciudadanos a los puestos y funciones de servicio público.

*Especialista en temas de construcción de ciudadanía.