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¿Revolución o transformación?

 

Hoy conmemoramos el 113 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Bajo el lema “Sufragio Efectivo. No-Reelección”, Francisco I. Madero, político y empresario coahuilense, proclamó el Plan de San Luis (5 de octubre de 1910), en el que exhortó a que se iniciara el levantamiento armado contra la longeva y “cada día más onerosa, más despótica y más inmoral” dictadura del presidente Porfirio Díaz. El numeral siete del Plan señalaba que “el día 20 de noviembre, desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la República tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación lo harán desde la víspera”.

Lamentando el fraude electoral de las elecciones celebradas en ese mismo año de 1910, y la cerrazón del presidente Díaz de aceptar, aunque fuera un poco, a una apertura democrática, el llamado “apóstol de la democracia” recogió el sentir y malestar de muchos mexicanos, y se lanzó a la proclama del levantamiento armado. Su justificación más sustentada quedó formulada en el exhorto final del texto del Plan de San Luis:

“CONCIUDADANOS:

Si os convoco para que toméis las armas y derroquéis al Gobierno del general Díaz, no es solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino para salvar a la Patria del porvenir sombrío que le espera continuando bajo su dictadura y bajo el gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulo y a gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales, y si permitimos que continúe en el poder, en un plazo muy breve habrán completado su obra: habrá llevado al pueblo a la ignominia y lo habrá envilecido; le habrán chupado todas sus riquezas y dejado en la más absoluta miseria; habrán causado la bancarrota de nuestra Patria, que débil, empobrecida y maniatada se encontrará inerme para defender sus fronteras, su honor y sus instituciones”.

Entre esa proclama del año 1910, y la promulgación el 5 de febrero del año 1917, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en Querétaro, pasaron cosas muy dolorosas en nuestro país, y mucho derramamiento de sangre, en el marco de una guerra fratricida. La Revolución Mexicana buscó el cambio de un determinado orden de cosas, en cuanto a la forma de hacer economía y política en nuestro país. Dicho de otra manera, planteó un nuevo camino para acceder y ejercer el poder en la sociedad. Lo irónico del asunto, es que a más de cien años de quedar establecido ese nuevo pacto social, la situación que enfrenta nuestro país sigue siendo analógica en muchos sentidos.

En efecto, en cuanto a la parte electoral, se podría afirmar, sin mayor análisis, que la parte de la no-reelección se ha cumplido, o normado para determinados cargos, mientras que el tema del sufragio efectivo ha estado sujeto a muchos avatares, a pesar de la normatividad e institucionalidad que se ha construido para que el voto cuente y se cuente. Hay todavía un largo camino por andar, para lograr lo anhelada “democracia como forma de vida”, señalada en el artículo tercero de nuestra Constitución Política.

En materia del manejo de la economía nacional, las denuncias señaladas en el Plan de San Luis se atendieron parcialmente durante varias décadas, sin embargo, hacia fines del siglo pasado, la problemática renació de manera agravada. Bajo nuevas fórmulas, acuerdos, chantajes e imposiciones internacionales, sumadas a la corrupción y estulticia de los gobiernos mexicanos, se dilapidaron los bienes nacionales, la riqueza se concentró en pocas manos, se agudizó la pobreza, se llevó al país a la bancarrota, y se vulneraron las fronteras nacionales, todo lo cual impactó en el debilitamiento de las instituciones y la pérdida del honor nacional.

Frente a este “deja vu”, no mental, sino de vida real, la necesidad de una nueva revolución mexicana pareciera más que necesaria; sin embargo, si en efecto fuera posible, ¿quién querría subvertir el actual orden de cosas vía un levantamiento armado? ¿qué falló, que la historia se repitió? Se crearon muchas instituciones a lo largo del siglo 20 para evitar los excesos del poder y vivir en un estado de derecho, sin embargo, no fueron funcionales para ello. ¿cuál es entonces el camino?

La historia nos dice que las “revoluciones” son violentas y producen cambios rápidos en un escenario social, pero no aseguran su consolidación. Las revoluciones son del orden material, y se motivan por el enojo, el abuso y la desesperación.

Por otro lado, las “transformaciones” son pacíficas, pero producen los cambios sociales de manera lenta, y sus resultados, de darse, se recogen en el mediano y largo plazo. Las trasformaciones son del orden cultural, e inician con el cambio mental de las personas. Su motor es la convicción individual y colectiva de que la economía y la política deben ejercerse de una manera corresponsable, para que el beneficio lo recibamos todos. ¿A qué le apostamos?

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.