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A veces la vida nos concede la oportunidad de escuchar el vocabulario del silencio al estar en la presencia de alguien como Ana. ¿Silencio? No. Silencios… Hay silencios cálidos: El vapor silente del té, la anticipación muda de dos amantes antes de un beso. Hay silencios que estallan: El silencio cortante después de una palabra que hiere, el de plomo después de una bomba, la confusa quietud después del crimen. Hay silencios donde se siente el peso de un cuerpo que deja de resistir: su último aliento, o desde el silencio una discusión que se apacigua.

Ana y yo nos conocimos en Connosotros (una escuela para niños y jóvenes con discapacidad motriz). Cansado de las pastorelas infantiles de fin de año y los aplausos excesivos de padres y madres, mientras deambulábamos como pastores y diablitos, escribí una obra donde cada persona interpretaba una emoción. La escuela me apoyó para producirla. Estuvo de gira en diversos teatros del país, pero esos detalles pertenecen a otra crónica.

El personaje principal, Suki, escuchaba a todas sus voces internas. Aparecían El Enojo, La Esperanza, El Miedo y La Desesperación. En esta obra, la línea entre persona y personaje se desvanecía. Éramos nosotros mismos en el escenario. Quien siempre hablaba del enojo o la esperanza lo manifestaba allí. Sobre todo, en sus primeras versiones, la obra transcurría mientras estábamos sentados, casi sin movernos, recitando fragmentos de poesía desde nuestras sillas de ruedas, o dando algunos pasos con nuestras andaderas para acentuar el dramatismo.

Encontrarle a Ana un papel en la obra fue complicado: tiene parálisis cerebral severa y no puede hablar. Solo mueve un dedo, su sonrisa, la inclinación de su cabeza. Necesita asistencia hasta para las funciones corporales más básicas, como beber y comer. Con uno de sus dedos puede apretar un comunicador que dice palabras básicas: “agua”, “leche”, “baño.” Al enfrentarnos con su inmovilidad y escasa comunicación, sus maestros pensaron que Ana tendría un papel secundario. Sin embargo, ella se convirtió casi invariablemente en la estrella de la obra: Representó a la reina del silencio, toda vestida de blanco, dando gritos de júbilo en el último acto que cerraban el telón con broche de oro.

Años después, vio la grabación filmada de la obra tantas veces que el disco quedo rayado. Puedo atestiguar que entre Ana y su madre existe una comunicación compleja, hecha de pequeños signos internos (no de lengua de señas) que su madre, por amor y necesidad, aprendió a descifrar. Su madre conoce los deseos recónditos de su hija, como querer con desesperación tener novio y embarazarse.

Quizás nuestra capacidad de escuchar los silencios viene de nuestra herencia animal. A través de vibraciones y silencios (lenguajes sutiles) migran las aves, se organizan las hormigas, las madres y sus bebés recién nacidos construyen sus primeros códigos, los venados presienten un temblor. Sobre todo en la poesía, pero también en la prosa y en todas las artes, los espacios entre una frase y otra nos dan la pauta para sentir su emoción, ritmo y cadencia. Somos, a nivel anatómico, más vacío que materia. Dice una canciónn de Leonard Cohen: Hay una fisura / una fisura en todas las cosas / así es como entra la luz.

Una vez le sugerí a Ana que buscara formas para comunicarse más: tecnologías y cuadernos rudimentarios con imágenes. Ella se ofendió ante mi petición, me retiró su gozosa sonrisa durante semanas, esa fue su forma de privarme de su palabra, de decirme mudamente algo así como “cabrón, ¿cómo sabes que tengo la necesidad de hablar más? Vivimos en una era de ruido, estímulos, pantallas y zumbidos, palabras incesantes. En gran medida, hablamos para pensar que podemos defendemos del abismo, de la incertidumbre, del futuro: nuestra carne ya disuelta en la quietud magnética de la tierra y el gran silencio de la muerte. No es casual que, en el cine comercial, en las campañas electorales y aun en las aulas académicas, exista tanta verborrea. Hacemos lo imposible por impedir el silencio: acudir a un encuentro con Ana nos devuelve los silencios y su lenguaje…