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Una conversación con Valeria Luiselli

Por Raúl Silva

 

En Desierto sonoro, obvio, lo sonoro es esencial. ¿Cómo entretejes esa realidad auditiva con tu labor como escritora?

 

– Bueno, le doy absoluta importancia, no sólo en esa novela sino que ahora mismo estoy trabajando en una pieza sonora, una especie de ensayo sonoro, con un músico mexicano y varias voces de mujeres tanto de aquel lado de la frontera como de este, pero te diría a grandes rasgos que pensar en el sonido es una de las cosas que me parece pertinente hacerlo mientras escribo, a través del léxico cotidiano de la familia… Lo sonoro modifica nuestra experiencia de la realidad, un espacio mismo se ve completamente modificado por los sonidos que hay en ese espacio, por las historias que contamos en ese espacio y desarrollamos a través del sonido una relación más emotiva con el espacio. El sonido nos inserta en el espacio de un modo más profundo, nos ancla en el espacio. Esa es una de las cosas que quise explorar a través de Desierto sonoro.

 

El viaje espiritual y metafísico de Desierto sonoro, y no solo el viaje físico, tienen que ver con la fotografía y lo sonoro. En ese sentido, integrar de una manera tan elocuente estos elementos ¿que retos te representó, cómo los vinculas con la memoria, y si esto aportó nuevos caminos para tu literatura?

 

En mi proceso de trabajo me acompaña siempre, o casi siempre, la fotografía y las grabaciones de audio. Ambas cosas forman parte de mi proceso de escritura. Son una forma de tomar notas. Cuando saco una grabadora para documentar un paisaje sonoro, una conversación, una voz particular, sé que estoy escuchando de una manera distinta, más atenta, más activa. Lo mismo con la cámara. Cuando el ojo está detrás del visor, tratando de encuadrar un pedazo de la realidad a través del lente, está mirando con una cualidad distinta a la que normalmente tiene. Todo eso se traduce al texto –porque nuestros procesos de trabajo no están disociados del resultado final. Y a mí me interesa particularmente acortar la distancia entre el proceso y el resultado, de manera que en el resultado sea palpable el proceso, que el proceso deje impreso sus huellas en el objeto final.

 

Enrique Vila Matas dice que Desierto sonoro es, al mismo tiempo, una novela política en la que no cedes al chantaje de la actualidad y una novela atemporal. En ese contexto ¿cuál es la verdad de esta ficción, como se entrelaza y se articula el pasado, el presente y el futuro en Desierto sonoro?

 

Desierto sonoro es, a la vez, la historia de la desintegración de una familia, una meditación sobre los ciclos constantes de violencia política a la que son sujetas algunas poblaciones, y un cuestionamiento sobre cómo es posible documentar y escribir sobre esas cosas. Desierto sonoro es un “road trip” gringo, pero uno que retrata el lado oscuro de Estados Unidos, un país construido a partir del genocidio, esclavitud, exclusión y segregación de las poblaciones consideradas minorías: desde el genocidio y sucesivo confinamiento de los pueblos indígenas, hasta la esclavitud y posterior segregación de la población negra, hasta el actual encarcelamiento masivo de la población negra y latina en cárceles y centros de detención. La novela habla de esas políticas que borran y silencian y desaparecen.

 

¿Cómo confrontas tus vivencias como migrante privilegiada con las de esos niños migrantes?

 

Pues la confronto entendiendo la responsabilidad que emerge de la posición privilegiada que ocupo dentro de una comunidad que emigró hacia el norte. Es decir, yo en este país pertenezco a la comunidad latina, pertenezco a la comunidad hispana, pertenecemos siempre a muchas comunidades, a la comunidad de mujeres hispanas que hacen una lucha acá, pero yo vine a este país en circunstancias muy distintas a la de muchísimas personas que están aquí, es decir no tuve que emigrar por tierra… llegué con una visa de estudiante y con el tiempo, a través de mi profesión he adquirido espacios de publicación, espacios en la radio… espacios en donde mis ideas son escuchadas y eso conlleva a una enorme responsabilidad, es decir ¿cómo usar bien esos espacios, pensando en la responsabilidad que tengo para mi comunidad? Entonces así vivo el pertenecer a esta comunidad de una forma muy específica.

 

¿Cómo vislumbras el futuro inmediato para los niños migrantes en estos tiempos de emergencia mundial?

 

– Mira es muy difícil anticipar nada en estos momentos, como te imaginarás todos los planes que hacemos se deshacen, estamos en un momento de extrema volatilidad. La frontera empezó a volverse aún más problemática de lo que ya era con la llegada de Trump, por supuesto, pero también con la llegada de López Obrador del lado de México, porque pactaron cosas que resultarán en detrimento de las personas que huían buscando asilo político. Entonces los campos de refugiados, ahora del lado de México son espacios en donde la gente vive en condiciones subhumanas y el derecho a debido proceso de las personas se empezó a mermar, incluso antes del Covid, pero ahora con Covid muchísimo más. En estos momentos no están procesando casos de asilo y hay cientos de miles de personas, niños, niñas, mujeres, hombres en centros de detención. Y son personas que no han cometido ningún crimen, por lo demás, personas que simplemente llegaron a un país para pedir asilo político, cosa que es completamente legal y aún así son tratados como criminales y están en centros de detención y, fundamentalmente ¿por qué?, porque es redituable para el gobierno de Estados Unidos y las empresas de Estados Unidos el encarcelar a las personas.  Este es un país con un sistema penitenciario privado, lucrativo, en dónde cada cuerpo encerrado genera una cantidad de dinero por día, entonces no va a haber salida de eso… acabará Covid eventualmente.  Llegará, esperemos, un gobierno demócrata eventualmente, pero la situación no va a cambiar si no se desmantela el sistema privado y lucrativo de las prisiones de este país.

 

Las voces, el pensamiento, la sensibilidad de los niños son un elemento vital en tu literatura. ¿Que te interesa de esa mirada?

 

– Pues me interesa la mirada infantil en todo sentido, en la convivencia cotidiana pero también literariamente. Es decir, no sólo se trata de la empatía que se puede tener con los niños, sino de lo que su mirada nos revela sobre el mundo. Porque, como adultos, normalizamos un montón de cosas que no deberían ser vistas como normales y los niños, con una mirada tanto fresca como brutal, inquisitiva, creativa, curiosa… vierten una luz bizarra sobre las cosas que de hecho no deberían de ser normales, no deberían ser vistas como normales y nos permiten quizás comenzar a desnormalizar lo que hemos normalizado, por inercia, por pereza por subyugación, por comodidad, por las razones que sea normalizamos esas cosas y sólo es la mirada de otros la que nos ayuda a verlas como no normales, no aceptables.

 

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