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Bárbara Zamora López presentó la tarde del viernes 21 de junio en Tepoztlán su libro, ‘Días de rabia y rebeldía’, publicado este año por Arkhé Ediciones. La abogada y asesora del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional desde su levantamiento, y fundadora del Bufete Jurídico Tierra y Libertad, fue acompañada en el Auditorio Municipal Ilhuicalli de la cabecera municipal por Don Félix Edmundo Solís Pérez, del Consejo de ancianos de Tepoztlán; el Dr. Carlos Barreto Zamudio, director de Investigación en ciencias sociales y estudios regionales de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos; y Eduardo Rabasa, de Editorial Sexto Piso.

Don Edmundo Solís, de 87 años, comunero y ejidatario en resistencia legítimamente reconocido y quien ha sido por décadas luchador social y defensor de las tierras de Tepoztlán, comenzó la presentación dando lectura a un texto que preparó para la ocasión, reconociendo emotivamente a Bárbara Zamora como «mujer de causas justas y nobles, y quien ha visto siempre por nuestros hermanos indígenas, a quienes históricamente se les ha negado el derecho de alzar la voz». A ello recordó con énfasis al auditorio la labor de Zamora en defensa de comunidades y ejidos a lo largo del país, así como su actividad como litigante por despojos de tierra, agua, y recursos naturales en contra de grandes empresas mineras e inmobiliarias. Don Edmundo expresó su agradecimiento a título personal por que el compromiso social de Zamora con México esté hoy impreso en su nuevo libro, y expresó su deseo de que «esta parte fundamental de nuestra historia tenga continuidad para nuestros descendientes». Finalizó su discurso dirigiéndose sonriente a la abogada: «Por último, Lic. Bárbara, el pueblo de Tepoztlán está sumamente agradecido por su labor en nuestra lucha en defensa de nuestro territorio La quinta piedra».

El Dr. Carlos Barreto Zamudio, cuyos estudios en el Estado de Morelos han estado centrados en la geografía histórica y específicamente el Zapatismo, prosiguió con su participación expresando que durante sus años de formación fue testigo, como tantos en su generación, de la apertura que estaba viviendo el país en la primera mitad de los años 90s a los grandes tratados de comercio y el ingreso al gran capitalismo global, sin embargo lográndose mantener él, junto con un amplio sector de la comunidad estudiantil, dentro de un crisol de resistencia ideológica, denominándose «huérfanos del paradigma» que estaba dando forma a las directrices política y económica en esos años, y que indudablemente dicha oleada de la doctrina neoliberal pretendía reducir la historia de las resistencias sociales en México -y en el mundo-, a «algo del pasado», punto coyuntural dentro del cual se dio el levantamiento del EZLN.

Barreto expresó que fue tras la lectura del libro de Bárbara Zamora que recordó dicho proceso vivido desde sus años como estudiante, que lo ha llevado a estudiar los procesos de exterminio de pueblos en el Estado de Morelos, lo cual describió «no dicho como una metáfora, sino señalando una verdadera ofensiva sobre los pueblos de Morelos» y recordando también los mecanismos mediáticos de desprestigio -a los cuales también hace referencia la autora en su libro-, poniendo como ejemplo las alusiones que solía hacer Jacobo Zabludovsky, refiriéndose a los pueblos en resistencia como «los transgresores de la ley» o «enemigos del progreso».

La encarecida recomendación de Barreto a la lectura del texto de Bárbara Zamora se basó en que la obra no solo representa una auténtica bitácora del camino que dio lugar a los diálogos y acuerdos de San Andrés, sino que se trata de una crónica, -una experiencia autobiográfica- de dichos sucesos como muy pocas existen, dada la verdadera cercanía a los acontecimientos que pudo tener la autora hace tres décadas, quien narra la obra en primera persona y con fotografías de su archivo personal, aportando las experiencias vividas junto a su propia familia, con los líderes del EZLN, así como con compañeros e intelectuales que se mantuvieron también muy cercanos al proceso zapatista en tal periodo de su florecimiento, como Pablo González Casanova y Antonio García de León. Barreto finalmente recordó al auditorio que tal proceso constituyente y camino legal son hasta hoy día lamentablemente un asunto irresuelto, y que el gobierno en aquel momento no tuvo la capacidad de solucionar realmente los problemas estructurales que aquejan a dichas comunidades, y consideró que «ningún gobierno desde entonces la ha tenido».

Eduardo Rabasa, de Editorial Sexto Piso, señaló el carácter profético y el peso simbólico de la coincidencia en el tiempo entre el levantamiento del EZLN y la firma del gobierno de México del Tratado de libre comercio de América del Norte, a lo cual añadió también su valoración de la obra de la abogada no solo como una invaluable labor de documentación histórica, sino a su vez como un «registro testimonial e íntimo» del proceso zapatista «para todos aquellos que no tuvimos la oportunidad de estar ahí hace treinta años».

Finalmente tomando la palabra Bárbara Zamora, comentó que al cumplirse los treinta años del levantamiento del EZLN se dio cuenta de la importancia de preservar sus memorias -cuyo fruto es su libro-, del muy arduo camino al que fue invitada a acompañar desde aquel entonces: el de la lucha por el reconocimiento del derecho al patrimonio propio e identidad jurídica de los pueblos indígenas. «El EZLN se levantó porque no les dejaron otro camino, se habían agotado todas las otras vías, jurídicas y legales. No los volteaban a ver» – recordó Zamora al auditorio, así como los doce días de guerra cruenta que les dio el gobierno al mandarles al ejército, y la presión social que surgió en apoyo al levantamiento, incluso a nivel internacional, así como la posterior Ley para el diálogo en marzo de 1995, con la cual se llamaron a varias voces a participar en las mesas, incluida la de ella, y la eventual traición del gobierno aun cuando se firmaron los acuerdos de San Andrés, siendo finalmente desconocidos por Ernesto Zedillo, quien simplemente ignoró las firmas de los emisarios que había enviado en camionetas blindadas a participar en los mismos, y tras lo cual sólo se limitó a hacer su propia insulsa y estéril contrapropuesta.

«Las propuestas de mayor calidad académica y jurídica eran siempre las que se hacían del lado del EZLN en las mesas» -narró la abogada-, «El gobierno no tenía propuestas para el tema de democracia y justicia. Incumplió las reglas del diálogo. Habían propuestas también de sectores no indígenas a favor de los acuerdos de San Andrés.»

Puso el ejemplo de una propuesta de hace 28 años, de una reforma al poder judicial ya desde entonces, para que los jueces y ministros fueran designados por elección popular, la cual fue desconocida. Recordó la Marcha del color de la Tierra, hacia la Ciudad de México, que exigía que el gobierno cumplir su palabra de incluir en la Constitución los Acuerdos de San Andrés, pero que los diputados y senadores tampoco escucharon esas voces, tras lo cual en el año 2001 finalmente se mandaron al Congreso de la Unión los acuerdos, de los que quedaron en el Artículo Segundo solo una mínima parte de lo que se había firmado, dejando hasta hoy día una cantidad importante de temas pendientes.

Al invitar Bárbara Zamora al auditorio a participar con cualquier pregunta o comentario que quisieran hacer o compartir -sin imponer ningún tipo de tiempo límite por persona, ya que la autora recordó sonriente «haber aprendido de la paciencia y generosidad de los zapatistas para escuchar a quienes participaban y querían expresarse»-, los participantes señalaron los actuales regímenes de autoritarismo municipal y violencia que operan en el Estado de Morelos, así como las luchas por la supervivencia de la lengua náhuatl frente a la discriminación, y la actual situación del campo.

«En tres décadas han habido muchos cambios en leyes que tienen que ver con el campo, por lo que se debiera hacer una revisión y actualización de los acuerdos [de San Andrés], dadas todas las reformas al marco jurídico, y los cambios a las leyes mineras, de hidrocarburos, inversión extranjera, en vista de todos los despojos que ha habido a las comunidades.» -respondió Zamora. «La actual ley agraria se hizo a raíz de la reforma al artículo 27 por Salinas, que limita y quita el derecho a los ejidos y comunidades a solicitar tierras, por lo cual tal ley ya no protege el derecho social sino que opera más bien en base al derecho privado».

En referencia al comisariado de bienes comunales de Tepoztlán, Zamora fue contundente: «Ha sido una tragedia. Se trata de un caso en que se pasan los cargos de familiar en familiar. Evitan usar este espacio oficial para las asambleas y acuerdos, impidiendo el ingreso a comuneros legítimamente reconocidos. Es importante organizarse para defender el territorio. Los comuneros y ejidatarios son los que tienen la propiedad colectiva de las tierras. No hay propiedad individual ni privada. Todas las ventas que se han hecho de mansiones en esta zona son nulas, no tienen ningún valor jurídico. Algún día, cuando haya un comisariado que sí le responda al pueblo honesto, se podrán hacer demandas y juicios para recuperar todas las tierras que indebidamente se han vendido a todas esas personas que se han apoderado de grandes extensiones de este pueblo».

Don Edmundo Solís, con notable emoción en su rostro, y con su característica prudencia pidió añadir al final del evento: «La Licenciada ha mencionado un ejemplo de cómo se puede trabajar», y exhortó a la comunidad tepozteca a «agarrar el toro por los cuernos y luchar como se hizo en el caso del territorio de La quinta piedra», refrendando: «En las tierras comunales no existe la propiedad privada. Seguiremos siempre agradeciendo la continua asesoría de la Licenciada Bárbara». El comunero de décadas de lucha y resistencia abrazó con admiración y afecto a la autora entre los aplausos y sonrisas de las y los tepoztecos.

*Fotógrafo, documentalista, y preservador del Acervo antropológico Gerardo Aguilera Cornejo.

Imagen cortesía del autor