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¡Caliente! Historia del jazz latino

(Segunda parte)

 

“Como un árbol que tiene la misma raíz, el mismo tronco que viene de África y que da dos ramas distintas, el son cubano y el jazz.”

El jazz latino, según el músico cubano Mario Bauzá

En la primera parte de esta reflexión en torno al jazz latino y las transformaciones que en la música han provocado los vertiginosos avances de la tecnología y el encierro causado por la pandemia, el filósofo belga Luc Delannoy lamentaba la ausencia, cada vez más presente, de una conciencia social ante un mundo terriblemente más totalitario:

Nos estamos acercando, como sociedad, principalmente en el mundo occidental, a un régimen totalitario donde cada vez hay menos libertad de conciencia, menos libertad de pensamiento, menos libertad de acción. Allí se podría esperar que frente a estos vientos de totalitarismo se manifestaran los artistas e intelectuales, y dentro de los artistas me refiero principalmente a los músicos. Yo sigo esperando que se escuche su voz en contra de estos vientos totalitarios. Pero no los escucho, no se dónde están. Los famosos rebeldes en el jazz, en el rock y en otras músicas populares ¿dónde están? Todos esos discursos en sus canciones, en contra del sistema, ¿dónde están? Se han quedado callados en los últimos años. Entonces siento que hay una desvinculación de los artistas en general y de los intelectuales con la realidad social. Hay una renuncia. Desaparecen, se vuelven zombis. Considero que las expresiones artísticas son motores de cambio y no hay arte sin artistas. Entonces, por un lado, cambio a nivel de la generación de producción y de la escucha musical, pero también un tipo de renuncia social a todos los niveles. El jazz latino, cada día más, se está transformando en un producto de consumo sin… no voy a decir sin alma, pero sí sin fuerza.

Esa desazón ante lo que considera una “renuncia social”, llevó a Luc Delannoy a buscar músicos del jazz latino que asumieron su condición de artistas desde la resistencia, regresando a sus raíces culturales para buscar su identidad comunitaria. La nueva edición de su libro ¡Caliente! Una historia del jazz latino contiene un nuevo capítulo, donde este singular filósofo belga dialoga con la conciencia hecha música, en creadores como el venezolano Yoel Pibo Márquez, para quien es vital “adaptarse a las innovaciones y ver cómo, desde una visión afro, analizo estas novedades”, una búsqueda de los orígenes en complicidad con el futuro.

Sin duda, en la raíz de la conducta humana, el ego es un protagonista indómito. En el caso de los artistas, y en este caso de los músicos, ha sido una fuerza que ha destruido no sólo muchas carreras, sino también comunidades creativas que se han abismado en ese espejo que termina no teniendo retorno. En ese sentido ¿qué influencia ha tenido el ego en toda esta modificación y transformación y decrecimiento de la escena del jazz latino?

Es una excelente observación y coincido totalmente en el sentido de lo que está sucediendo con el ego. Pues… el ego ha sido reforzado. No podemos negar que lo que llamamos el ultraliberalismo como sistema favorece el culto al ego, y entonces el jazz latino no ha sido protegido. Al mismo tiempo, he sentido que hay reacciones en contra del ego en todos esos músicos que ha hecho un viaje a sus raíces y comenzaron a recordarnos que el nosotros es más importante que el yo. Lo que hoy en día tenemos que hacer para resistir y para hacerle frente a esos vientos de totalitarismo no es privilegiando el yo, como lo hemos hecho hasta ahora, sino darle al nosotros un sentido que permita crear redes de resistencia. Hay un músico chileno que se llama Raúl Gutiérrez, que vivió en Cuba y ahora vive en México. Él grabó recientemente un disco con músicos de Georgia, uniendo esas raíces con la música afrocubana. Ese es un ejemplo de redes, un proyecto donde el nosotros está presente. Pensemos también en Efrén Capiz y en Samuel Martínez, donde la música tradicional mexicana y el jazz crean otras formas del nosotros.

Le pregunto a Luc por lo que le ha dado toda esa comunicación con el mundo del jazz latino, la creación de sus libros, el sin fin de entrevistas con cientos de músicos, los viajes, la escucha de tanta música, la investigación, como filosofo, como ser humano, como músico, y como todo eso ha sido apreciado en el mundo de la música:

Honestamente, todas estas investigaciones a lo largo de los últimos veinte años han sido viajes de autoconocimiento. A veces tengo la impresión de que escribí estos libros y realicé toda esa labor de investigación nada más que para mí, para conocerme mejor, para entenderme mejor, para saber lo que me gusta y lo que no me gusta, para buscar mis diferentes identidades. Pero a medida que me estaba descubriendo a mi mismo, descubrí que existían otras personas, y que estas otras personas coincidían conmigo, y fue el descubrimiento de toda esa comunidad con la que comparto las mismas pasiones, las mismas frustraciones, las mismas esperanzas, los mismos gustos musicales, y que este viaje interior me hizo entender que estamos interconectados y que el humano es el que hace la historia. Esa es la lección que encontré para mí: tenemos que ser responsables de nuestra propia historia, nosotros la forjamos, la música existe en nuestra conciencia, la historia existe en la conciencia humana, y nosotros somos responsables de eso. Por eso pienso que es importante que los músicos entiendan que tenemos una responsabilidad social para no dejar que otros decidan por nosotros, porque nosotros reivindicamos nuestra libertad de conciencia, de pensamiento y de acción.

Texto, Carta

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¡Caliente! Una historia del jazz latino. Traducción de María Antonia Neira Bigorra. Fondo de Cultura Económica, Colección Popular, 2023 / Imagen cortesía del autor