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Alicia Valentina Tolentino Sanjuan*

Recientemente, durante un viaje, platicaba con una colega y amiga sobre el tema de la percepción humana. Ya previamente habíamos hablado sobre cuestiones de pedagogía, feminismo, la situación de las humanidades en general y, desde luego, de su vinculación con la sociedad. Había algunos puntos de coincidencia, otros radicalmente distintos, como debe de ser. Al menos si intentamos vivir y conectar en un mundo donde es necesario entender el valor de la otredad, de la libertad y de la sana distancia hacia los prejuicios. Así, aprovechando que nos encontrábamos en medio de un vuelo, pudimos compartir puntos de vista entre lo personal y lo intelectual. Parecía que todo iba bien hasta que nos metimos a temas sobre la percepción y la verdad. El asunto es bastante complicado: parece ser que por más empeños que hagamos, análisis sesudos desde la filosofía del lenguaje, desde la semiótica, etc., siempre nos quedaremos cortos en argumentos cuando se trata de poner a prueba nuestra propia percepción; máxime si se ponen en suspenso nuestras certezas.

Para ese momento, sobre todo cuando hubo puntos de vista distintos, me conformé (nos conformamos) con la clásica y casi salvadora frase “según mi percepción” las cosas son de esta manera, o, “según mi percepción” eso no fue lo que sucedió (acerca de tal o cual suceso en teoría conocido por las personas involucradas). Ese estilo de frases resonó en mí en los siguientes días, pues, pensaba, cualquiera diría que, vista la verdad desde una perspectiva nietzscheana, nos atendríamos a su carácter ficcional; es decir, pensaríamos que la verdad la tiene cada uno de quienes damos nuestra impresión acerca de determinados hechos. Según las convenciones del lenguaje que utilizamos.

Pero la cuestión no es así de sencilla, de hecho, es común que caigamos en errores de interpretación respecto de la verdad en los propios términos de Nietzsche porque, precisamente, no existe una supuesta relatividad en la verdad por lo siguiente: no hay un parámetro que funcione como punto de comparación respecto de lo que dice una persona de lo que dice la otra. Me explico: para el filósofo alemán la verdad no tiene un carácter esencial, no hay una verdad eterna o algo que exista separado de lo que hombres y mujeres hacemos en cuanto a los significados que les damos a las cosas y al mundo; pero eso no implica que cada quién pueda fabricar “su” verdad.

Porque la verdad, vista así, es fruto de los acuerdos, de las convenciones, y no solo en cuanto a lo que conviene a cada quien (lo que sería más bien una perspectiva pragmática de la verdad); sino lo que hace posible que tengamos referencias más o menos estables cuando intentamos comunicar algo a alguien. Porque eso hace que el mundo sea mundo. Es decir, la verdad, en este sentido, está enclavada en el núcleo de las relaciones sociales. Lejos de parcializarla con la visión de que “es una construcción social”; la verdad también constituye nuestro mundo interior. Este mundo interior que nunca se despega de la superficie y que incluso de ella se retroalimenta.

Otra vista parcial del concepto de verdad es la que lo ata a los famosos hechos. Decimos que algo es verdad porque consideramos que lo que estamos diciendo se apega a lo sucedido. Y también esta es una parcialidad puesto que, ¿quién tiene la certeza en la descripción de los hechos que no esté velada por sus creencias, prejuicios, formas de ser y experiencias? Si nos vamos todavía más a fondo, ¿la verdad puede esgrimirse únicamente desde la verificación, la comprobación y la lógica? O ello nos otorga un terruño de seguridad porque, justamente, ponemos en esas tres prácticas nuestra fe ciega. Por supuesto que no diremos que no necesitamos de los hechos cuando se cometen asesinatos, abusos, violaciones. Sería inadmisible pensar que las tres funciones como forma de allegarse de la verdad no tuvieran ahí un valor primordial.

Pero no todo se reduce a ese tipo de delitos. El mundo de lo social, de los significados internos y externos reposa en un vasto territorio que no siempre necesita ser verificado conforme a los hechos para ser verdad. Nuevamente, la verdad también está en lo que sostenemos fielmente y con convicción. Quizás también allegado de acuerdos, de voluntad, respeto, promesas y, sobre todo, de apertura. Y, aunque no estemos seguras/os de si la escucha y apertura nos llevarán al camino de la verdad, sin duda nos colocarán en un lugar mejor.

*El Colegio de Morelos