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Alicia Valentina Tolentino Sanjuan*

La figura del doppelgänger alude a un doble. Pero no es necesariamente como tener una hermana/o gemela/o, sino que sería tener un doble siniestro, o serlo nosotros de ese alguien del que somos su doble. Tendría, pues, un carácter terrorífico. Posiblemente un tanto como lo plantea Freud cuando alude a lo ominoso, como esa variante de lo terrorífico que viene desde nuestro interior; aunque en el caso de nuestro doble, esa interioridad la veríamos reflejada en ella/él.

La traducción de doppelgänger, que viene del alemán, sería una aproximación a “doble andante”, según Aleks Krotoski. También de acuerdo con el autor, esta figura ha existido desde tiempos inmemoriales y su diversidad de nombres ha tenido variaciones, como en el caso de los egipcios cuando nombraban “Ka” a un doble espíritu.

La literatura se ha mostrado como asidua visitante de esta figura. El Dr. Jekyll y Mr. Hide, novela de Robert Louis Stevenson es uno de tantos ejemplos. Es la alusión a la transformación de una misma persona en sus dos variantes: una que vive de acuerdo con determinada norma (no queremos decir que necesariamente sea bondadosa) y otra que muestra su lado más tenebroso.

He planteado estos ejemplos porque, a propósito de una situación extraordinaria, he debido dar, así, de manera abrupta, un curso de literatura donde se trabaja precisamente esta figura; es decir, la del doble, además de la de lo ominoso y lo terrorífico. Son tres aspectos que están íntimamente relacionados, pero, más allá de eso, he reforzado la idea de que las obras, ya sea las que escribamos o no (así como de contenidos que consumimos en el cine, en la literatura, en la filosofía) de algún modo nos hablan de nosotras/os mismos. Quizá de una manera eufemística o pretendidamente disfrazada, pero sería posiblemente en esos lugares en donde encontraríamos ese reflejo ominoso de lo que somos pero que negamos en la vida normativa; en lo que hay que cumplir con el día a día, o bien, la máscara que debemos ponernos para sentirnos nosotras/os mismos a salvo… también de nosotras/mismos. Es, parece ser, un acto de sublimación.

Hay una gran cantidad de ejemplos en la literatura: el William Wilson y La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe. Aunque en este último la idea del doble se construye por una serie de caracterizaciones siniestras entre la hermana y el hermano Usher.

Lo anterior me ha llevado también a la siguiente idea: cuánto de lo personal y autobiográfico existe en el mundo que se construye a partir de las diferentes disciplinas, como la literatura y la filosofía, en este caso. Un Bukowski que nos habla de su vida bohemia y su depresión. En Factotum, su vida vertida en el sórdido personaje de Henry Chinasky.

Es una especie de transferencia hacia el mundo creativo que nos permite mirar nuestros principales defectos sin tener que pasar por el escarnio público. Los aceptamos en la intimidad de nuestros pensamientos, quizás ni siquiera a un nivel consciente. Sería el mero hecho de tener tal o cual preferencia respecto de ciertos personajes una muestra inconsciente, íntima, de la conexión de nuestro mundo interno con lo que preferimos rechazar de nosotras/os mismos.

Pero en el caso de la figura del doppelgänger es diferente. No hay posibilidad de sublimar o representar, de matizar. Nuestro doble es la señal de alerta de que hemos sido descubiertos o, como señala Krotoski a partir del filósofo Julian Baggini: “La idea de que conocer a tu doble vaticina algo fatal es interesante, pues significa que tú eres tu peor enemigo”.

Visto de una manera un tanto especulativa o surrealista, la llegada del doppelgänger sería el momento en que tu ser encuentra propicio encontrarse contigo mismo para mostrarte lo que verdaderamente eres. Aquello que por mucho tiempo te has negado a mirar de frente.

La oscuridad que tiene cabida en un universo ambivalente y que sale al asomo en diversos momentos de la vida diurna y en la intimidad de las relaciones. El momento en que es debido encarar al enemigo que siempre se ha tenido dentro, cuyo reflejo, hasta ahora, nos habíamos obstinado en avistar hacia el exterior. Al final se trata, como diría Heidegger, de ese ente que en cada caso somos nosotros mismos, o bien, de ese enemigo que llevamos dentro y que puede ser el más oscuro y amenazante que cualquiera de afuera.

*El Colegio de Morelos / Red Mexicana de Mujeres Filósofas

Foto: BBC