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Las contingencias y el huracán Otis

 

EL huracán Otis ha sido una de las tormentas más devastadoras en la historia del Pacífico mexicano, pasando de tormenta tropical a convertirse en huracán categoría 5 en poco más de 12 horas, derribando líneas eléctricas, produciendo inundaciones y deslaves de tierra y generando daños calculados por la aseguradora Gallagher Re en aproximadamente 176,500 millones de pesos, siendo uno de los desastres más costosos de la historia reciente del país. Pero ¿qué tan factible es predecir un desastre natural?

En primera instancia, es importante contar con satélites meteorológicos modernos que permitan obtener datos cruciales sobre la formación y desarrollo de los huracanes, mediante los cuales se pueda predecir las trayectorias y estimar las intensidades del fenómeno y poder así, anticipar la respuesta por parte de las instancias de protección civil. Asimismo, se utilizan modelos numéricos computarizados (algoritmos) que consideran factores como la temperatura, la presión atmosférica, y los vientos de acuerdo con las distintas altitudes, para poder predecir con cierta precisión el desarrollo de estos fenómenos atmosféricos, y con ello tomar las medidas pertinentes para la protección de los habitantes de las zonas afectadas.

De este modo, es posible evaluar el riesgo de a partir de la vulnerabilidad derivada de las amenazas que generan los fenómenos naturales de acuerdo con las probabilidades de que éstos sucedan en el corto o mediano plazo. Es en ése sentido que los organismos internacionales manejan la noción de riesgo sistémico, el cual se basa en la idea de que un evento adverso puede ser resultado de políticas públicas particulares, cuya devastación puede derivarse de la prevención que se haya tenido ante posibles amenazas.

Es así como los riesgos sistémicos pueden reducirse, siempre y cuando las decisiones deriven del análisis certero de entornos complejos. De modo que el reciente huracán Otis, puede enmarcarse en el contexto de una zona propensa a fenómenos meteorológicos similares, aún si existe un grado de incertidumbre que aun cuando no permite predecir con mucha antelación la llegada de un huracán, sí nos da señas inequívocas de las posibilidades de que estos fenómenos ocurran con cierta regularidad.

Lo anterior tiene una vigencia inobjetable al analizar el fenómeno en cuestión, ya que el desastre humanitario derivado de éste tendrá un impacto devastador para la bahía de Acapulco, en donde a pesar de haber registrado fenómenos similares en años recientes, no se ha invertido en la reducción de factores subyacentes de riego, o en todo caso, la respuesta se ha reducido a realizar acciones compensatorias y remediales que buscan recuperar las viviendas o equipamientos, pero sin una estrategia sistemática de intervención.

Es por ello necesario poder contar con instrumentos de gestión de riesgo y de desastres, instancias de atención especializada, y dependencias de atención post-desastre dedicadas a proteger a la población que haya sido víctima de un desastre natural. En ese sentido un paso adelante han sido los Atlas de Riesgo, elaborados como un instrumento para la prevención de desastres, que permiten evaluar riesgos y amenazas y vulnerabilidades inminentes en el territorio, y así diseñar instrumentos de prevención así como de atención ante un evento de este tipo.

Para el caso específico de riesgos meteorológicos existe a nivel federal un Plan General de Operaciones de Riesgos Meteorológicos (2022), el cual cuenta con tres niveles de coordinación: el estratégico, el táctico y el operativo. No obstante, tanto en casos anteriores como el más reciente, las intervenciones se han caracterizado por la falta de coordinación, la poca efectividad y la nula previsión, todo lo cual impide el ejercicio efectivo de los recursos tanto para la atención inmediata como para la reconstrucción.

Nos encontramos ahora frente el panorama desolador de una ciudad portuaria en ruinas, en donde la devastación afectó principalmente a las viviendas locales además de afectar las vías de comunicación, servicios y equipamientos básicos. En una primera instancia será necesario atender a la población residente que lucha por su supervivencia, para después pensar en la reactivación de la economía local, y eventualmente tratar de recuperar las actividades derivadas del turismo. Todo lo cual ubica dicha contingencia como una prioridad nacional, si es que se busca la resiliencia de los damnificados por este huracán, para lo que deberán reactivar los fondos de prevención de desastres a la brevedad.