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Los últimos individualistas

 

“Aquí se esconden los irregulares del sexo; los jóvenes que huyen del deber militar; los espías que han decidido no espiar nada, sino disfrutar simplemente su breve tránsito sobre la tierra; los cardíacos de la capital que han renunciado a la lucha; los que no quieren saber nada del mundo ni de sus turbulencias; los monjes de la voluptuosidad; los últimos individualistas.”

Así describía Alfonso Reyes a la ciudad de Cuernavaca, la que visitaría sistemáticamente durante las últimas dos décadas de su vida. Lugar de descanso, encuentro y diversión, fue también centro de operaciones de grupos subversivos desde la Revolución, espías de distintas adscripciones durante las guerras mundiales así como refugio de exiliados, marginales y poetas.

En ese contexto quisiera referir la novela Profunda retaguardia. Novela de Cuernavaca (1942) de José Herrera Petere, quien fue un prolífico poeta, escritor y periodista de profesión, matiz que se evidencia en su narrativa de evocaciones trágicas, derivadas de sus experiencias como militante comunista en la Guerra Civil Española, para después quedar recluido en el campo de concentración francés de Saint–Cyprien en Francia, de donde escaparía para después salir al exilio con destino a México al inicio de la Segunda Guerra Mundial. La obra narra las vicisitudes de un espía alemán Nazi trabajando al interior de una célula de espionaje cuyos miembros se hacían pasar por importadores de cerveza alemana, revelando una intrincada trama de complicidades entre políticos y grupos afines en México.

Nuestro país vivió dicho conflicto de manera lateral, convirtiéndose en el escenario tanto de movilizaciones como de contraespionaje, recibiendo también a desertores, espías y emigrados de distintas partes del mundo. Esto a su vez trajo una incipiente bonanza económica que se vio reflejada en la producción industrial y en la industria del entretenimiento. A lo largo de dicho periodo, el gobierno mexicano estuvo siempre reacio a reconocer al General Francisco Franco que ocuparía el poder en España, en parte por el apoyo que le darían Hitler y Mussolini. Además habría un grupo de simpatizantes mexicanos que estarían en combinación tanto con falangistas españoles como con los nacionalsocialistas alemanes.

En los recuentos de visitantes extranjeros de la época predomina una visión cosmopolita y multicultural, en donde el paisaje matriz sirve como un espejo en donde se reproduce la atmósfera interior de los protagonistas, al tiempo que se interseca con los episodios nacionales, las guerras civiles o mundiales en curso, así como con la manera en que estas impactaron –aún si tangencialmente- la realidad local. Para Herrera Petere, la atmósfera prevalente en la ciudad de Cuernavaca era la de un espacio aparentemente neutral ante los acontecimientos globales: “Allí se encontraban disimulados, ignorados en el seno de una sociedad cosmopolita de aluvión, formada por enfermos y refugiados de todas las playas del mundo, náufragos de todas las tempestades políticas, económicas, militares y morales, que llevaba consigo la más tremenda guerra que recuerda la historia.”

Durante ese periodo convulso, Herrera Petere sería contemporáneo de varios escritores como Pablo Neruda, Alfonso Reyes y Malcolm Lowry quienes mantendrían vínculos con Cuernavaca, e incluso compartirían vivencias similares como sería el hallazgo del cadáver de un extranjero que había sido arrojado desde el puente Porfirio Díaz y encontrado en el fondo de la barranca de Amanalco, evento enmarcado en una larga temporada de lluvias torrenciales. Los paisajes de la ciudad atraerían a gente de diversos confines, visitantes norteamericanos, franceses, alemanes y hasta españoles refugiados que se encontraban en la esfera social más baja, quienes compartían sus anhelos, penurias y miserias con los nativos locales, que solo permanecían como espectadores frente a forasteros que habitaban por algún tiempo la ciudad. En algunos momentos Petere refiere las vicisitudes de lo que ocurría en Europa durante la guerra y la manera en que estos eventos se reflejaban en el paisaje oscuro y provocativo de la serranía mexicana. A lo lejos, entre la bruma del calor y el humo de cien cocinas encendidas, la ciudad de Cuernavaca, con su catedral fortaleza y su rojizo Palacio de Cortés, paulatinamente se iría cubriendo de sombras.

Imagen en blanco y negro de un hombre con barba y bigote

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José Herrera Petere Cortesía de acerodemadridpetere.wordpress.com