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La gente tiene el poder

 

Estamos a dos días en que la sociedad civil se manifieste en las urnas y sería oportuno el recordar aquello que se ha dado a llamar la sociedad civil. Se podría definir como aquella esfera de la vida social en donde la ciudadanía comparte intereses, valores y preocupaciones comunes. También se refiere a aquel espacio de participación ciudadana activa en donde se expresan opiniones diversas y donde los individuos pueden organizarse para abordar y resolver problemas y desafíos, tanto locales como globales.

Ese espacio intermedio –no partidista– sirve para equilibrar la esfera política y ampliar su espectro que integre un espectro plural de valores e intereses, y con ello asegurar que se consideren distintas perspectivas en la formulación de las políticas públicas. Desde la perspectiva de algunos teóricos, es en este ámbito en donde se puede reflexionar y discutir sobre las prioridades de gobierno de manera crítica, nutriendo el diálogo inclusivo y transparente entre gobernantes y ciudadanos.

Sin embargo, la cuestión de fondo es que quienes ejercen el poder político generalmente no les gusta escuchar cuestionamientos acerca de lo que se hace o se deja de hacer en su mandato. Es por ello que los espacios de la sociedad civil tienen que quedar inscritos dentro de las leyes y del andamiaje institucional, de manera que no sea ocasional o fortuito el incluir a los ciudadanos en las decisiones que tienen que ver con el bien común.

Uno de los contrapesos importantes al poder institucional es la participación social, que tiene que asegurar su inclusión dentro de los mecanismos de control y supervisión de las políticas públicas, jugando así un papel central para evitar los abusos de poder, la corrupción o la afectación del interés público. Es por ello por lo que a pesar de que las elecciones representan un momento clave para dirigir o redirigir el camino del estado o del país, la participación de la sociedad debería extenderse –de manera continua y sistemática– para intervenir no solo en la elección de las nuevas administraciones, sino asegurar un lugar central dentro de la gestión pública en sus distintos momentos.

Hoy más que nunca necesitamos fortalecer el tejido social, las redes de confianza, de cooperación y de reciprocidad que fortalezcan el tejido social y la acción colectiva. Para ello va a ser necesario abrir espacios de participación que se inscriban de manera estructural en el funcionamiento de la administración pública. Cabe decir que aunque dichos cargos generalmente son honoríficos, son ciertamente demandantes para quien los ocupa, pero no por ello dejan de ser indispensables para el buen funcionamiento de las políticas públicas.

Las causas ambientalistas, los derechos humanos y la promoción de justicia social siempre han sido abanderados por organizaciones civiles, quienes a su vez, han sido sujetas a mecanismos de transparencia y de confianza. Es así que la intervención de la ciudadanía permite que entidades autónomas auditen el trabajo del gobierno en funciones, teniendo que rendir cuentas sobre la gestión de recursos públicos para mantener la integridad de las instituciones democráticas. Para ello, es necesario reconocer que la sociedad civil desempeña un papel fundamental en la promoción de una gobernanza más equitativa, inclusiva y democrática. Además, su capacidad para movilizar a la ciudadanía en la defensa de los derechos humanos, la promoción de la justicia social y el fomento de la transparencia contribuye significativamente a mantener el equilibrio entre el poder político y los intereses de la sociedad en su conjunto.

Este domingo, al ejercer nuestro derecho al voto, estaremos reafirmando nuestro compromiso cívico y ético con la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Es una oportunidad para fortalecer la participación ciudadana y para recordar que la democracia no solo se limita a elegir a nuestros representantes, sino que implica un compromiso activo con la defensa de los derechos humanos, la protección del medio ambiente y la búsqueda constante de la justicia social. En este sentido, cada voto es una voz que se suma al coro de la sociedad civil, impulsando el cambio y construyendo un futuro más próspero para todos.

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