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Juan Antonio Siller y la importancia del contexto

 

Juan Antonio Siller buscaba entender nuestros orígenes desde las más variadas raíces, ya fueran prehispánicas, coloniales o iberoamericanas. La historia de la Nao de China era uno de sus relatos más apasionantes: cómo un navío atravesaba el océano Pacífico para conectar Manila con Acapulco, cargando en él una cantidad de preciados bienes que iban desde la plata misma, pasando por especies, frutas y textiles, mangos de Manila, chiles Habaneros (que en realidad eran de la isla de Java) y una buena cantidad de frailes Agustinos.

Toda historia nos sirve para entender un contexto. Es así como a pesar de que las islas Filipinas eran parte del imperio español, estaban bajo la administración de la Nueva España, de donde surge el México independiente. Esta reflexión es importante porque la influencia que recibirían los filipinos sería de la mezcla de cultura hispano-mexicana que les llevaría las tortillas, la plata, el atole y los tamales. Siller mencionaba los detalles técnicos y prácticos de ese recorrido, en donde se mezclan historias de contrabando ligadas a los galeones con el sufrimiento de los tripulantes, comentando que en cada viaje interoceánico se perdían cerca de tres cuartas partes.

Las derivaciones culturales de dichas travesías son inconmensurables, desde la integración de palabras náhuatl al idioma Tagalo local. Atraviesa la narrativa un viajero notable que sería canonizado como San Felipe de Jesús, quien regresando de Manila hacia Acapulco para ordenarse en México, se ven envueltos en una tormenta que los desvía hacia Japón, en donde los misioneros aprovecharon para hacer su labor pero después teniendo que pagar las consecuencias de evangelizar a los locales. Es así como la hibridación cultural transcurre a lo largo del tiempo y se impregna en las costumbres locales, a veces de manera imperceptible y a veces mediante grandes convulsiones. En ese sentido, la historia Novohispana vendría enmarcada en prácticas de explotación humana tanto en México (para la plata) como en Filipinas (para la madera), lo que permitiría construir dos naciones con rasgos en común.

Como arquitecto, Siller encontraba el espacio en el entorno, describiendo a los galeones como “arquitectura móvil de gran calado”, que además debían resistir tormentas, ser construidos en astilleros que apenas podían contenerlos, además de ser fabricados con maderas especiales para cada parte del barco. Otra mención importante es la relevancia actual de los antiguos jardines de “aclimatación” de plantas del siglo XVIII, en donde se llevaban especies de otros continentes para estudiarse, registrarse y reproducirse en catálogos con imágenes, y de los cuales sobreviven en México el Jardín Borda en Cuernavaca, Oaxtepec (en época prehispánica) y la alameda de la Ciudad de México.

Siendo Filipinas el país con la mayor cantidad de población cristianizada en Asia, comparte con México celebraciones religiosas como la Semana Santa y el Día de los Muertos (o Undás en Filipinas), manteniendo tradiciones y procesiones en común, que incluyen la devoción a la Virgen de Guadalupe.

Recordamos a Juan Antonio Siller Camacho como académico con una destacada trayectoria de más de cuatro décadas en la Universidad Nacional Autónoma de México. A lo largo de su prolífica carrera contribuyó significativamente a la investigación y conservación del patrimonio cultural y arquitectónico de México, desempeñándose como investigador, docente, tutor, divulgador y colaborador de La Jornada Morelos. Su producción escrita incluye once libros que abordan temas de patrimonio cultural, historia Novohispana y recintos fortificados, y en donde destaca la edición de El itinerario cultural del Galeón de Manila, intercambio histórico y comercial entre México y Filipinas (https://issuu.com/mucic/docs/interiores_libro_gale__n_de_manila-).

Juan Antonio llegó a territorios poco conocidos de nuestra historia, recorriendo los caminos de Santiago, las civilizaciones mesoamericanas y explorando a profundidad el archipiélago de Filipinas. Te deseamos que el tornaviaje sea sorprendente y luminoso.

Juan Antonio Siller Camacho