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Avanzar en la educación ambiental mexicana

(Primera de tres)

 

Introducción

La situación de la educación básica y medio superior mexicana es, desde hace varias décadas, un verdadero desastre. Según indica el Dr. Gilberto Guevara Niebla, en 1950 la matrícula estudiantil de México era de 3 millones. Apenas 50 años después se había multiplicado por 10 (30 millones), lo cual es muy difícil de administrar. Aunado a ello, se han modificado en múltiples ocasiones los planes de estudio, dificultando la continuidad educativa. Finalmente indica que, “a causa de la histórica crisis económica mexicana, siempre faltan sillas, bancas, agua, energía eléctrica y muchos otros elementos necesarios para la enseñanza”. [1]

En el curso de los años se han desarrollado diversas estrategias para sacar a la educación mexicana de su letargo sin resultados verdaderamente significativos. Tomando en cuenta esa realidad fue recientemente creada la Nueva Escuela Mexicana (NEM), una propuesta muy criticada en sus inicios y cuyos éxitos y fracasos apreciaremos en los años que vienen. Sus principios son claros y loables: fomentar la identidad y responsabilidad ciudadana, la cultura de paz y de cuidado por el medio ambiente, el respeto, la honestidad y la tolerancia a las diferencias culturales.

Sabemos también que si dicha NEM no es acompañada –y rápidamente— por una Nueva Escuela Normal, como bien indicó Germán Iván Martínez, [2] es decir, sin profesores correctamente preparados para una educación basada en proyectos, difícilmente logrará obtener los resultados esperados.

En esta serie de artículos me permitiré proponer algunas ideas que, así lo espero, enriquecerán el proyecto en un tema central en nuestros días: la educación ambiental, esperando también que ello le permita desprenderse de varios elementos ideológicos que pueden afectar su sentido y propósito.

Educar a aquello que somos

Educar al ente bio-psico-socio-mundano que somos los humanos implica, además de todos los conocimientos que entrega la escuela, dotarlo de conocimientos precisos sobre su casa –el mundo— así como en el fomento de la cooperación, la solidaridad y el respeto para con el otro y el mundo. La autolimitación y el decrecimiento son también prácticas necesarias en la medida en que se reconoce el valor de todas las especies que acompañan el andar de nuestra especie en la tierra.

Una educación precisa sobre las cualidades y comportamiento del Sistema-tierra (litosfera, hidrosfera, atmosfera, criosfera, biosfera) es imprescindible para que se comprenda su complejidad, sus interrelaciones y límites planetarios.[3]

De la misma manera, la comprensión del ecosistema humano puede recuperar las formas tradicionales de la cooperación y la solidaridad. Nunca olvidemos que la “cultura del don”[4] y sus tecnologías: el potlatch, el ubuntu y el tequio,[5] son instrumentos clave para la sobrevivencia del sur global ante la amenaza que representa el Cambio ambiental global y la Sexta extinción masiva de las especies.

En ese mismo ámbito se inscribe la necesidad de superar el neoliberalismo y sus corporaciones. La reconversión de las corporaciones (sin responsabilidad) en empresas (con responsabilidad) es una tarea, también clave, de una humanidad que pretenda preservar lo mejor de la civilización a las generaciones venideras.

Educar para la gobernanza republicana será también un elemento central de la educación futura. La gobernanza republicana implica, como bien enseñó Aristóteles en el capítulo III de su Política, un gobierno que obra por el bien de todos y no sólo por el del rey (tiranía), una minoría (oligarquía) o una mayoría (democracia). En una República se espera de los gobernantes que no operen de manera facciosa y que busquen, verdaderamente, el bienestar de todos los ciudadanos.

Educar al ente bio-psico-socio-mundano implicará, asimismo, dotarlo de las herramientas que le permitan habitar su mundo de la manera más respetuosa posible: que sea capaz de cosechar el agua pluvial, de reusar las aguas grises, de utilizar ecotecnias para la producción de energía, para el manejo adecuado de los residuos sólidos y para producir sus alimentos.

(continuará)

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Imagen tomada de internet cortesía del autor

[1] Guevara Niebla, Gilberto (2023), México: 50 años sin una política correcta de contenidos educativos, El Universal, 5 de septiembre de 2023: https://www.eluniversal.com.mx/cultura/mexico-50-anos-sin-una-politica-correcta-de-contenidos-educativos/

[2] Kinesis, Revista Veracruzana de Investigación Educativa, UV, Vol 9, No. 9 (2024): http://www.revistakinesis.com/index.php/journal/article/view/152

[3] Rockström, 2009.

[4] Tal y como indicaron Mauss y Malinowsky en las “culturas del don” –que se encontraban tanto en Norteamérica como en Polinesia— la riqueza no se medía por lo que se poseía sino por lo que se era capaz de dar (Malinowsky, 1985).

[5] Recordemos que el Potlatch era una práctica de los nativos de Norteamérica y Polinesia donde, una vez al año y entre danzas rituales, los principales del pueblo regalaban –o destruían— sus pertenencias. Fue prohibida por la Indian Act de los USA y Canadá de 1884 por ir en contra del “espíritu capitalista”. El Ubuntu forma parte del mapa conceptual de la filosofía zulú/xhosa e indica la unidad con el otro: “soy porque todos somos”, “si todos ganan yo gano”, “todo lo mío es de todos”. El Tequio, finalmente, es una práctica común y vigente en los pueblos de Mesoamérica. Gracias ella los habitantes de una comunidad se obligan a la solidaridad con sus congéneres: tanto en la recolección de las cosechas particulares como en la construcción de caminos o edificaciones para el bien de la comunidad.