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 Pertenezco a una generación que creció y se formó leyendo novelas, cuentos, poemas y ensayos escritos por el argentino Julio Cortázar, el mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa, para sólo nombrar a estos cuatro autores que han vuelto a encontrarse, esta vez en un libro memorioso que reúne la correspondencia que cruzaron durante 57 años, entre 1955 y 2012. Las cartas del Boom* es el título de este libro de 562 páginas, 207 cartas y mensajes, además de una serie de ensayos, entrevistas y pronunciamientos públicos, todo un archivo histórico que devela la construcción de amistades entrañables y también de distanciamientos inevitables, a la vez que deja constancia de una época donde se fundó lo mejor de la literatura latinoamericana contemporánea, y la influencia que tuvieron momentos sociales y políticos como la Revolución Cubana, el movimiento estudiantil mexicano de 1968, el ascenso y la caída del gobierno de Salvador Allende y la Revolución Sandinista.Toda historia tiene su historia secreta y, tarde o temprano, el devenir del tiempo se encarga de quitar el velo que la cubría para revelar aquello que ya intuíamos o que nos deja azorados en plena sorpresa. Incitado por la curiosidad y por una desbordada atracción hacia aquella época de lecturas que contribuyeron a mi entendimiento de la vida, a fortalecer certezas y dudas, me sumergí durante varios días en este voluminoso tomo, como quien busca rastros del pasado sin temor a la decepción.A estas alturas, ha quedado ya rebasada toda la discusión que se dio en su momento, con respecto a si el Boom de la literatura latinoamericana era una artimaña para vender libros o un hecho azaroso que potenció la presencia y la creación de una literatura que, por primera vez, mostró su dimensión universal. Toda esa discusión ha quedado disuelta ante ese impecable legado que contiene no solo la obra de los cuatro convocados a Las cartas del Boom, sino también de novelistas como el uruguayo Juan Carlos Onetti, los cubanos José Lezama Lima y Alejo Carpentier, el chileno José Donoso y el mexicano José Revueltas, entre otros. Con la certeza de que el machismo del canon literario, como la sociedad que lo engendra, ha sido injusto al no reconocer en su momento a escritoras como las mexicanas Rosario Castellanos y Elena Garro, la uruguaya Cristina Peri Rossi, la colombiana Albalucía Ángel y la ucraniana-brasileña Clarice Lispector, que ejercieron su arte literario en los tiempos del Boom.Las cartas suelen ser territorios íntimos, donde se escribe con naturalidad y sin la sospecha de que las paredes “oyen”. En rigor, las cartas son de quien las escribe y de quien es su destinatario. Pero eso, tratándose de personas profesionales de la escritura, adquiere otras connotaciones, de manera que el género epistolar es otra manera de crear literatura. Pensemos, por ejemplo, en las cartas de Franz Kafka a Felice Bauer y a Milena Jensenka, que reunidas constituyen dos de las más kafkianas obras que se han escrito. En el caso de la correspondencia que cruzaron estos cuatro novelistas latinoamericanos, configuran una novela donde la amistad es uno de los territorios más notorios, a través de la cual se van hilando reflexiones sobre la creación literaria, valiosos ejercicios que nos acercan al camino que fraguaron estos autores para escribir varias de las novelas más expresivas e intensas de la literatura universal del siglo XX. Claro, no falta en este libro una exaltada y hasta excesiva celebración que unos hacen de los otros. De hecho, al Boom se le acusó de articular una estrategia comercial, que consistía en hablar entre sus autores maravillas de lo que escribía el otro. La certeza de esto se disuelve ante la dimensión de las obras que el Boom celebraba del Boom.Los viajes, el temor a los aviones, las minucias de la vida cotidiana, los amores y desamores, el paulatino reconocimiento y los premios, los chismes, el entusiasmo y el desencanto son algunas estaciones de esta correspondencia.Un momento crucial de este libro es el hecho político. La Revolución Cubana unió las convicciones que en un primer momento compartieron los integrantes de este cuarteto. Pero también los desunió y los confrontó. Aunque en la realidad exterior se presentaba otra versión de los hechos, algunas cartas son reveladoras. Por ejemplo, la que Gabriel García Márquez le escribió a Carlos Fuentes el 4 de marzo de 1967: “Estaba enterado de los malentendidos que hay en Cuba y supe de las intervenciones de Julio y Mario en tu favor. Todo esto me parece simplemente estúpido. Si los amigos cubanos se nos van a convertir en nuestros policías, se van a llevar, al menos de mi parte, una buena mandada a la mierda. Que no se les olvide que somos escritores independientes, que estamos por ellos por convicción y no por miedo de que nos pongan presos. Ya es bastante estar fichado por los gringos y no tener visa para ver cine y exposiciones en Nueva York, para que además nos resulte ahora que tampoco podemos verlas en La Habana. Si ellos hacen estas cosas desesperados por el aislamiento, se les van a poner peor, porque además se van a quedar sin sus mejores amigos. He dicho, ¡Coño!”Las cartas del Boom puede leerse como una novela involuntaria, donde los huecos de la realidad, las cartas que sobrevivieron y aun las cartas perdidas, los silencios elocuentes, la prosa ágil e hija del oficio de quienes saben del arte de novelar, logran el testimonio de una época donde la imaginación documentó plenamente a la realidad. *Las cartas del Boom. Edición de Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Mungía y Augusto Wong Campos.  Editorial Alfaguara. Penguin Random House Grupo Editorial. Primera edición en México: junio de 2023. 

 362 pp.