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La salud no se cuenta

 

Después de años de rezago durante el oscurantismo, la ciencia volvió a la vida con un ímpetu de jamás ser callada de nuevo por ningún acto de fanatismo, resurgiendo con estándares que al paso del tiempo se han vuelto más rígidos con la intención de proteger a la investigación científica. Durante los diferentes momentos históricos se ha aprendido de los errores, ejemplo de esto es el Tratado de Helsinki firmado al término de la Segunda Guerra Mundial como resultado de experimentos inhumanos en los que miles de niños judíos fallecieron o sobrevivieron con grandes marcas en su cuerpo y mente.

Limitantes como la bioética son indiscutibles sobre la investigación médica pues existe una delgada línea entre lo que es útil y el daño a otro ser humano ya sea física o mentalmente; como resultado de lo anterior, los trabajos del área de salud tienen requisitos irrefutables como el consentimiento informado donde los involucrados conocen el objetivo de su colaboración y los posibles riesgos dejando su participación a consideración de ellos mismos, ante un no, lo mejor es buscar más opciones, esto hace que los estudios sean de larga duración y bastante complejos para quienes la realizan.

Como parte del proceso se estableció el Santo Grial de la investigación: el Método Científico Experimental el cual ofreció años de prosperidad en la comunidad científica permitiendo el desarrollo tecnológico que hoy gozamos como médicos, pero también como pacientes.

Lamentablemente existe un problema con la que los últimos avances no han podido lidiar: la toma de decisiones continúas dirigidas a una mala alimentación que poco a poco han orillado a los individuos a presentar enfermedades denominadas crónico degenerativas (diabetes e hipertensión) pero también a trastornos de la conducta alimentaria (TCA) que en un inicio saltaron a la fama por el incremento de casos de bulimia y anorexia difundidos en inicios de los años 2000 mediante plataformas muy parecidas a un intento de red social como lo conocemos hoy en día.

Se trataba de Blogs con un nombre clave para sus seguidoras: Ana y Mía refiriéndose a los principales TCA del momento y en los cuales se leían consejos y tablas que especificaban el estándar de bajo peso además de recomendaciones de fármacos que aceleraban el proceso de pérdida de peso. Durante la evolución del Internet estos blogs evolucionaron en una lista confusa de TCA´s y en nuevos medios de difusión como lo son Tik Toks en los que una serie de personajes sin licencias médicas, dan una serie de consejos y recetas las cuales los individuos retoman felices en sus vidas cotidianas.

¿Por qué no acudir con un especialista? Si hacemos esta pregunta a la mayoría de los seguidores que no comprueban la veracidad de su información, podríamos tener una serie de respuestas resumidas en la simplicidad del lenguaje, el abordaje empático, la facilidad con la que muestran realizar las actividades cotidianas; es decir, para estos creadores de desinformación tienen algo claro: son humanos dirigiéndose a humanos, algo muy distinto a lo que pasa en a consulta médica donde no hay escucha ni empatía.

Actualmente los problemas son diversos, desde las enfermedades causadas por obesidad hasta los trastornos psicológicos por la conducta obsesiva de perder peso y ante todo esto la investigación médica ha colapsado, ¿Cómo conozco la razón de tan malas decisiones? ¿Qué solución ofrecer para el abordaje mediante políticas públicas de salud? ¿Cómo cuantifico el pensamiento humano?

La sociedad globalizada se vuelve cada vez más compleja y aunque el desarrollo tecnológico ha ofrecido un bienestar fisiológico, lo cierto es que no hay gráfica o estadística alguna que explique por qué un individuo decide comer mucho o comer poco, no existe propaganda de gobierno que le de al clavo, nadie le atina, pero todos miden. Repetir una y otra vez la acción que no ofrece resultados ante este problema social podría llamarse locura -retomando a Einstein- hemos abastecido de números cada vez con lecturas más peligrosas sobre el incremento de obesidad y sus comorbilidades, los números son muchos pero ante la propuesta de una colaboración multidisciplinaria donde se ofrece una visión más profunda sobre el concepto de salud, la respuesta científica se cierra en una rotunda negativa porque ¿Cómo mides el pensamiento humano? Si no hay medición, no hay ciencia.

Estamos estacionados en una necedad médica de búsqueda de explicaciones y resolución de problema mediante el método experimental, obsesionados a no dejar que otras disciplinas científicas intervengan a su auxilio porque dentro de su paradigma la ciencia se mide, aunque la salud no.

La revolución de la medicina es cuestión de tiempo y hartazgo, es momento de entender a la salud como un tema tan complejo en que el área social, humana y médica se conjugan para así ofrecer soluciones a la altura de las necesidades que la sociedad exige en la actualidad, mientras esto pasa, seguiremos contando enfermos y decesos.

*Pisco-nutrióloga

Imagen que contiene alimentos, dibujo

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Ilustración cortesía de la autora