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Hace mucho, me gustaba una chica (llamémosla Ana por razones de privacidad) me la presentó un amigo en una salida, la vi esa vez y quedé enamorado, una tragedia.

Era una de esas mujeres que yo pensaba, “no, es demasiado hermosa, está fuera de tu liga”. (Morena clara, cabello castaño quebrado, ojos color miel y sonrisa perfecta)

Aunque hice algunos intentos por conseguir su contacto, terminé desistiendo, pensé que no había manera. Pero el tiempo pasó, y en unos meses quizá cuatro, me llegó una solicitud de amistad en Facebook, era Ana. Y yo no podía creerlo.

No presté mucha atención, pues seguía en esa mentalidad derrotada, aunque por una o por otra nos empezamos a hablar y a comentar cosas, yo seguía igual de perdido por ella, hasta que un día me escribió en privado y me dijo: Hola Andrés… sé que nos conocemos muy poco, pero ¿te gustaría tomar conmigo un café? Para antes de terminar de leer el comentario, yo me decía: ¡la rompiste loco! tu momento ha llegado, todavía le dije: híjole déjame revisar, pues ya qué más daba estaba disfrutando del momento de gloria, total que acepté y llegué a la cita. Todo súper bien, hablamos fluido, conectamos increíble. A la mitad de la conversación me interrumpió y me dijo, oye también te cité aquí porque quiero platicarte de algo, y yo venga dale, me va a decir vámonos a vivir juntos o algo así, no esperaba menos.

Y en eso, saca de una maleta que traía, un jugo color rojo, y luego otro y otro, y los pone sobre la mesa, tres jugos de color rojo sobre la mesa y ella mirándolos fijo y yo, sin saber qué decir, sintiéndome en ese momento el hombre más desorientado sobre la tierra. Volteó hacía mi lentamente, bajo un poco la cabeza y me dijo: Mira Andrés, este producto se llama Xango, no sé si has oído de el. Justo cuando empezaba su discurso, de la nada apareció otro tipo, era como su agente, y de repente de ser una cita hermosa. Acabé hablando con ella y el agente (muy elegante y agradable por cierto) de unos jugos que reposaban sobre la mesa llamados Xango hechos de Mangostan que cambiarían mi vida por completo. Literalmente me estaba hablando sobre una empresa que vendía jugos y de la cual yo podría ser mi propio jefe.

Una hora en eso, y ya en ese momento sabía que la vida te juega bromas crueles, pensé que Ana, y que todo de lo que uno se enamora así de golpe nunca es confiable, y siempre debes caminar con la sospecha bajo los zapatos, me fui de ahí muy confundido de lo que pasó.

Ana después me mensajeó y me dijo que no importaba lo del producto que igual podíamos seguir viéndonos, pero yo ya no confiaba en ella, ni en nada, sólo confiaba en Xango el mejor jugo del mundo.