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(parte 2)

 

¿Quién hizo la Independencia de México? Ah, pues muy fácil, la intelligentsia criolla que cita don Luis Villoro y luego la incontrolable turba de la indiada que tanto espantaría al buenito de Miguel Hidalgo y Costilla después de la brutal toma de la Alhóndiga de Granaditas en ese Guanajuato mágicamente desprovisto de negros, según la oficialidad. Así reza la conseja de los libros de historia y luego de los libros de texto gratuitos con la hermosa indígena engalanando sus portadas. ¿Cómo era, étnicamente hablando, El Pípila a quien se describe como colosal? Ese mítico personaje se llamó Juan José de los Reyes Martínez Amaro y fue ese minero que, entusiasmado hasta el paroxismo por la flama de la independencia, se echó sobre las espaldas una losa de mineral para poder llegar hasta la puerta de la Alhóndiga y prenderle fuego. Las descripciones heroicas del heroico El Pípila se corresponden genéticamente con las de un inmenso africano, no un indígena. ¿Quién trabajó las minas en condiciones infrahumanas durante toda la época colonial? ¿Los naturales o indios? No, tampoco la caña de azúcar que se producía “hasta en los techos de las casas” (Emiliano Zapata dixit) en la provincia del hoy Morelos.

Al ejército de José María Morelos y Pavón se le concede sin que pase de ser un dato “de color” la conformación mixta de sus tropas entre mestizos de origen africano e indígenas, sin más, así, de pasadita. Por cierto, una gran película sobre el generalísimo que sí asume este aspecto es la reciente de Antonio Serrano que no ha terminado por valorarse lo suficiente. Cuando se trata de hablar de las fuerzas independentistas, en sus distintas etapas, la conformación étnica se convierte en “papilla cripto-positivista” (me encanta la ironía de John Womack). Se entra en una nebulosa académica a la que nadie pareciera quererle entrar porque es una especie de puercoespín al que es difícil agarrar desde cualquier lado. Es más fácil seguir la inercia histórica y los lugares comunes que habitan plácidos en el territorio de lo inexacto.

La negrada -y no la indiada- conformó la fuerza mayoritaria de los ejércitos insurgentes por varias razones: 1) nada poseían, 2) no tenían arraigo a la tierra, 3) no habían creado microsociedades que les contuvieran o catapultaran, 4) sus expectativas de vida bajo el yugo eran minúsculas y, la principal según el investigador Kouakou Laurent Lalekou, 4) “Para los negros, la lucha por la independencia se confundía con la lucha por la libertad.”

Y más adelante, el académico de la Université Félix Houphouët-Boigny D´Abidjan de Costa de Marfil agrega en su ensayo Los negros y la construcción de la nación mexicana: “Las expresiones más visibles de ese conflicto fueron las diversas rebeliones anteriores a la guerra de independencia. La más importante de ellas había sido la rebelión encabezada por Gaspar Yanga o Ñyanga, caudillo cimarrón a comienzos del siglo XVIII.” Una y otra vez, en los sucesivos gobiernos virreinales, el temor a los levantamientos de negros esclavos era total y de vez en cuando hacían purgas y pequeños ajusticiamientos ejemplares para tenerles a raya. Son las rebeliones negras y el espíritu que las contenía el combustible, aquel pasto para las llamas de la Independencia de 1810.

¿Quién nos dio, pues, patria? Los criollos condujeron, la indiada acompañó poderosamente pero quien puso los ríos de sangre fue la africanidad en un anhelo libertario más allá de la conciencia de nación que tampoco tenían propiamente los naturales a fuerza de borramiento de las culturas anteriores a la hispanidad. ¿Quién hizo la Revolución Mexicana? O más específicamente, ¿cómo estaba conformado genéticamente el Ejercito Libertador del Sur de Emiliano Zapata que, insistimos, tenía 15% de sangre negra él mismo? Continuará…

* Es dramaturgo, periodista, investigador, editor y fundador de la agrupación Mulato Teatro.