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“No se puede escribir sobre seres imaginarios,

a no ser que se sienta algo muy intenso por ellos”

Paul Auster, entrevistado por el periodista

español Óscar López para RTVE

La novela 4321 es “una parábola sobre el destino humano y los interminables desvíos que una persona se encuentra por el camino de la vida”. Lo dice su autor, el escritor norteamericano Paul Auster, quien a lo largo de 957 páginas demuestra plenamente que el hubiera sí existe.

Antes de leer 4321, yo era uno de tantas y tantos que creía firmemente en lo inútil que resultaba especular con lo que pudo haber ocurrido si en lugar de ir al norte hubiera optado por encaminarme hacia el sur, si hubiera estudiado en la preparatoria diurna y no en la nocturna, si aquella mañana me hubiera despertado una hora antes… “El hubiera no existe” es una sentencia que se expresa con ímpetu para dejar ver lo ocioso e inútil que es buscarle tres pies al gato. Yo estaba de acuerdo y me esforzaba por tenerlo siempre presente, para evadir la construcción de castillos en el aire.

Pero entonces murió Paul Auster y me uní a esa ceremonia secreta que nace de la ausencia, para reunirme con él a través de su literatura. Ya lo había leído tiempo atrás y estaba consciente del poder que entraña su imaginación, como me lo dejó ver y sentir Mister Bones, ese perro amigo del alma del vagabundo William Gurevitch, en esa breve e inmensa novela que es Tombuctú.

Si Paul Auster no hubiera muerto, seguramente habría retrasado la lectura de 4321. Sus 957 páginas se me imponían como un reto que sólo podría encarar en tiempo de vacaciones y a la orilla del mar. Quizá por eso primero opté por leer las 264 páginas de La música del azar, donde Auster entreteje una historia terrorífica y demencial, que precisamente tiene lugar en los territorios de la libertad y el azar, recorriendo los intrincados designios del alma humana.

4321 es una novela escrita desde la libertad y el azar. La libertad que transmite esa plena conciencia de sentirse cerca de lo vivido. Aunque una y otra vez, cada vez que lo entrevistaban o durante sus conferencias para presentar 4321 en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Argentina, México… Auster se esforzó por dejar en claro que no es una novela autobiográfica, y que sólo utilizó dos o tres momentos de su vida para crearla, las 957 páginas de 4321 contienen un sinfín de pruebas que lo contradicen. En todo caso, lo autobiográfico es una condición que de una manera explícita o velada siempre se asoma.

La libertad que produce conocer el territorio íntimo y social por el que transcurre 4321, afianzado por el azar que la ficción va entretejiendo, crea una trama verosímil que inventa una nueva realidad, como suelen hacerlo los grandes prestidigitadores de la palabra.

La trama de 4321 es sencilla, y al mismo tiempo rica en sucesos, estados anímicos, paisajes antibélicos, amores de juventud, erotismo salvaje, familias migrantes, series mundiales de béisbol, las novelas iniciáticas, el basquetbol amateur, la familia como ancla entrañable o fatal, el activismo estudiantil contra la guerra en Vietnam, las muertes de Kennedy y Martin Luther King. 4321 es un inmenso fresco renacentista creado por la sensibilidad, la imaginación, la memoria y ese tremendo poder que Paul Auster tenía para convocar a la reflexión. El artificio del cual se vale para hacer esto posible es la prueba irrefutable de que el hubiera sí existe.

Archibald Ferguson, protagonista principal de esta epopeya familiar, nació el 3 de marzo de 1947 en Newark, Estados Unidos. A partir de su vida, Paul Auster inventa la vida de otros tres Archies, donde el hubiera se explaya de una manera plena, demostrando que su lugar en el mundo puede construir otros mundos, ese tipo de realidades que brotan de la ficción, como un manantial. La clave, me parece, es que ese hubiera no construye mundos para lloriquear.

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